Locura como la lotería de Navidad española, no hay en Europa. Y esa quizá sea una de las razones profundas de la morosidad, el inmovilismo y el melancólico eclipse de Europa. No hay ilusión.
En Europa hay incontables formas de loterías. Pero solo en España existe la locura fraternal de las participaciones: el reparto, la complicidad, la multiplicación de las esperanzas compartidas jugando a uno, distintos o incontables números: que son otras tantas formas de compartir la locura de una ilusión común.
Quienes dejamos de jugar a la lotería, víctimas de un cierto agnosticismo, en la materia, estamos un poco más solos el día de la Lotería. Nosotros ya sabíamos que no nos tocaría. Perdimos la ilusión: que es la forma última del desencanto del mundo; condenados, el mundo y nosotros, al sonambulismo de las cosas materiales, económicas, sin ilusión. Sin ilusión no hay arte, ni cultura, ni revoluciones, ni cambios, ni esperanza: un mundo, en definitiva, más triste y más pobre, víctima de la Melancolía saturnal que aqueja a Europa.