Tras varios años de maduración, el verano del 2005 me atreví a diagnosticar la emergencia de una “Cataluña cainita”: análisis puramente cultural, en mi caso, muy alejado de la algarabía política.
Jamás me hubiese atrevido a afirmar, como Enric Vila (1), que “Companys era la máxima expresión de lo que era Catalunya, un país de hipócritas que se acaba enredando en su propia mentira”. Bien al contrario, a lo largo de este Infierno, he intentado atenerme a la “meteorología” cultural más estricta.