La exégesis castellana, catalana o francesa de una sola palabra, país, pays, deja al descubierto insondables diferencias de milenario alcance político: véase la Torre de Babel de los Países catalanes, murcianos, vascos, extremeños, etc. Palabras menos políticas (¿?), como meublé quizá hablen de cosas no menos íntimas, como la “casa del ser” de un hombre, una mujer, perdidos en la gran ciudad.
En un número extraordinario de Papers de Vidre, consagrado a La ciutat en trànsit, Teresa Amat y Jesús Cardona exploran con mucho tacto y pudor el presente y el pasado inmediato del meublé, en Barcelona: tema forzosamente oscuro, a todas luces esencial, para intentar explorar las capas menos visibles de la vida íntima de hombres y mujeres.
La utilización de la misma palabra francesa, en castellano, dice cosas muy parecidas, sin ser forzosamente idénticas.
● El meublé francés es un piso o apartamento amueblado, sin connotación carnal de ningún tipo: algo funcional, un espacio urbano que se compra, se vende o se alquila al metro cuadrado.
● En castellano, Manuel Seco [Diccionario del español actual] define el meublé [pronunciado meblé] como “casa de citas”, y lo documenta en el San Camilo de Cela: “A las tres y media Toisha se presenta en el meublé de la Merceditas”. En la jerga madrileña de hoy, el mismo meublé tiene connotaciones prostibularias de precio medio o alto. En la calle de la Ballesta no creo que se utilice tal palabra, sofisticada en demasía. Juan Benet, el prosista más culto de su generación, tampoco usa nunca esa palabra en su texto canónico sobre Luis Martín Santos, incluido en Otoño en Madrid, hacia 1950, donde se utiliza el más tradicional burdel. Y el piso puesto por unos señoritos bilbaínos a unas señoritas de diversa procedencia es calificado de “serrallo bilbaíno”, cuando el meublé hubiese estado muy aparente, estando el hermano de Juan todavía en París y las modas parisinas en su apogeo último.
● En ese marco, el estudio / crónica de Teresa Amat y Jesús Cardona documenta una utilización barcelonesa del meublé con matices propios (a caballo entre la casa de citas y el hotel, frecuentado incluso por matrimonios unidos por la Iglesia), que bien dejan al descubierto unos usos culturales con identidad se me antoja que menos prostibularia.
Quizá me equivoque. Sin embargo, me parecen significativos los matices de los distintos usos de la misma palabra francesa. Usos que, hablando de cosas harto impenetrables, como el comercio erótico entre hombres y mujeres, de la más diversa condición e inclinaciones, también hablan de la evolución de la casa íntima del ser humano, con matices propios, en Madrid y Barcelona. Matices que quizá fuese ligero y grosero tratar como meros devaneos carnales.
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Deprise says
Como barcelonés que soy, puedo decir que un meublé, en Barcelona, se refiere a un apartamento que se alquila para que parejas vayan a desfogar pasiones. No tiene ninguna connotación prostibularia como bien dices. Es gracioso comprobar en este caso como si que se cumple la equidistancia geográfica entre dos puntos enfrentados como puede ser un simple apartamento (Paris) y un uso más de de burdel(Madrid). De esta manera si unimos las dos ciudades, en mitad(más o menos) nos encontramos con que en Barcelona un meublé es un apartamento en que se practica sexo. La equidistancia hecha apartamento.
JP Quiñonero says
Deprise,
A esos matices me refería, en efecto.
Q.-