ElRoto,ElPaís, 15 febrero 2007
El Roto, Andrés Rábago, OPS (muchos años atrás), critica, sin excesiva acritud, finalmente, la basura que los medios de incomunicación de masas nos venden (a quien tiene dinero para comprarla) utilizando los sofismas insignificantes con los que bulderos y mafiosos del ramo trafican en nombre del arte.
Siendo tan pertinente, su crítica, en esta ocasión, y en tantas otras, hay algunos aspectos que escapan a esa reflexión gráfica inmediata: no es el “mercado” finalmente quien corrompe, destruye y pudre las cosas del arte; si no las mafias filantrópicas que en nombre de difuntas escuelas y “vanguardias” (difuntas: interminables cementerios de muertos sin urnas, identidad, destino ni significado), venden basura maquillada con rouge fluorescente, utilizando el mercado (ahora sí) con mucho “arte”.
Crear dioses para venderlos en ARCO y después destruir los altares hasta el siguiente año donde los nuevos dioses reinarán por un día.
Esta tarde venía en tren para Ocata entreteniendo el viaje con una lectura en diagonal del libro XI de «Las noches áticas» de Aulio Gelio. Y de repente me he quedado pasmado, pues Aulio Gelio te cita. A ver, no es que diga «Según JPQ esto o lo otro». Ni tan siquiera te nombre, pero evidentemente te ha robado las palabras con efectos proyectivos. Y si no, ¿a qué viene esta frase: «Sed turba grammaticorum novicia…», es decir: «la reciente turba de gramáticos…»? Es cierto que se ahorra lo de «infame», pero creo que Aulio Gelio lo hace por despistar.
Un abrazo.
«Fetos humanos disecados, cadáveres conservados en formol, happenings con unas docenas de muertos, latas con excrementos del artista… Estas son algunas de las hazañas del arte contemporáneo. ¿Se ha vuelto loco el mundo del arte? En buena medida, sí, pero no más que nuestra civilización en general: el arte contemporáneo es la mejor expresión de una cultura nihilista que hoy lo envuelve todo en Occidente. Nadie entiende ya el arte contemporáneo, simple escaparate de provocaciones que, eso sí, ingresa mucho dinero a fuerza de espantar al ciudadano común.»
José Javier Esparza: «Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo» (Ed. Almuzara, Córdoba, 2007).
Perdón por la propaganda, pero la tesis de partida de este libro, del que he tenido referencia hoy, parece muy sensata, y viene algo al pelo de lo que se está tratando.
Saludos.
Joaquín,
¿Era Baudelaire quien se preguntaba por la posibilidad o imposibilidad de hacer arte con algo así como cosas horribles? Poco importa: si se puede. Pero es otra historia. Lo del descarrío comenzó, para mi, ¿cuando fue?, cuando el artista creyó que tenía algún interés contarnos su insignificancia y nadería personal, confundiendo la nadería del mundo (o presuntamente tal) con su propia insignificancia… Rafael se inventa a Dios pintando a Moisés inventando a Dios… El artista posterior a.. confunde el wc de se su insignificancia personal con la realidad de un mundo que escapa a su obtusa ausencia de arte y de gracia…
Q.-
PS. La nadería del mundo del gran arte barroco está iluminada con melancólicos paisajes íntimos. La nadería del mundo del artista contemporáneo se confunde con su insignificancia y nadería personal. No es lo mismo.
Gregorio,
Uauuuuuuuuuuuuuuuu… que fino hilas… a las 6.33 de la mañana, cuando ya llevo hora y medio de dura faena libresca, temo hacer ruido para buscar mi ejemplar de AG, que está en un quinto pino de alto, lo que me obligaría a coger la escalera y hacer ruidos… en mi caso, tiro al copieteo de la cosa barroca. Véase la infame turba del Polifemo. Tu reciente turba me ha puesto la cosa detrás de la oreja y, raudo, si he podido encontrar la vieja edición del maestro Dámaso.. y entre sus fuentes están Virgilio y Ovidio, pero no AG… DA subraya que esa infame turba de nocturnas aves, gimiendo tristes y volando graves, anuncia un «paisaje nuevo»: sospecho que el nuestro… el de esos espantosos cementerios de tumbas sin urnas, iluminados con las luces fluorescentes de la publicidad, vendiendo cenizas frías, Gregoio…
Q.-
Tal y como lo entendíamos, el arte se encontraba solamente en la búsqueda de la excelencia y esto posibilitaba el fracaso personal de un proust en pos de ña gran obra, que consiguió, o a Kafka posteriormente a él en pos de exteriorizar sus fantasmas. La excelencia como aventura personal en primer grado, hasta llegar a remover las propias convicciones.
Luego viene el entorno social que acaba admitiendo que el arte es la modernidad a medida que lo digiere y comprende. ¿Cómo negarle a Proust todo el tiempo perdido recobrándolo?
Pero las masas convierten al individuo en un clon de si mismo que puede repetir los gestos de los otros ahorrándose las intuiciones propias. En este sentido es un individuo superfluo que vive y se alimenta de su autosatisfacción. Es el mercado, porque está compuesto de personas que demandan y en él se zambuye el artista que no busca la excelencia sino el reconocimiento.
El mercado del arte es en realidad una feria de la decoración de paredes, contra la que poco hay que objetar, salvo la conveniencia de cambiarle el nombre.
Nada, JPQ, que pasaba por la RENFE y don Aulio Gelio me dio recuerdos para tí.
La referencia: «Noches Áticas» XI, 1.5. La expresión latina me parece perfecta: «Sed turba grammaticorum novicia…»
BBC Mundo.com Colombia: el arte falso de la mafia