Los proyectos europeos de los tres grandes candidatos a la presidencia de la República, Ségolène Royal, Nicolas Sarkozy y François Bayrou, amenazan con agravar, en distinta medida, la insondable crisis institucional de la UE.
Ségolène Royal, socialista, considera indispensable convocar un nuevo referéndum nacional, antes de las elecciones europeas del 2009, tras “retocar” el proyecto de Tratado constitucional que los franceses rechazaron por referéndum el 29 de mayo del 2005.
Se trata de una proposición que inquieta profundamente en todas las capitales interesadas, a geometría variable, en la construcción política de Europa. “Un segundo fracaso francés sería una catástrofe para la Unión”, subraya Jo Leinen, eurodiputado socialdemócrata alemán, presidente de la Comisión institucional del Parlamento europeo.
François Bayrou, centrista, propone un nuevo referéndum, igualmente, precedido de una “nueva y ambiciosa” negociación. A nadie se le oculta que la negociación de un nuevo proyecto de Tratado pudiera prolongarse varios años, a la espera de un nuevo referéndum, no menos imprevisible que el del 2005. Bronislaw Geremek, eurodiputado polaco y personalidad intelectual eminentísima, sentencia: “El riesgo de una nueva consulta fallida significaría la muerte de la Unión”.
Nicolas Sarkozy, conservador, comenzó proponiendo la aprobación parlamentaria francesa de un “mini Tratado”, un proyecto de Tratado semejante pero “reducido” al ya aprobado por 9 de los 25 Estados miembros de la Unión. Ante las reservas de Alemania y España, entre otros aliados, el discurso de Sarkozy ha evolucionado, en defensa de la aprobación parlamentaria de un “Tratado simplificado”. Está por ver en que consistiría tal “simplificación”, y como era recibida por el resto de los aliados europeos.
Desde una óptica europea, las alternativas francesas oscilan entre la incertidumbre y el desastre. Walter Benjamín temía que el progreso fuese el eterno retorno de la catástrofe.
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