New Yorker, 30 abril 2007
Tirando papeles de la primavera pasada, me tropiezo con una portada de mi venerado New Yorker que bien refleja el estado de incertidumbre de los negocios artísticos.
New Yorker, 30 abril 2007
Tirando papeles de la primavera pasada, me tropiezo con una portada de mi venerado New Yorker que bien refleja el estado de incertidumbre de los negocios artísticos.
Agradabilísima comida en Vagenande, con L*, que se ha tomado unos días de respito, tras unas andaluzas oposiciones a cátedra universitaria, donde ha participado como jurado, alucinado.
“El mar, el mar, sin cesar comenzando…” Playas desiertas, donde picotean aves nocturnas y las olas abandonan restos de cuerpos humanos despedazados.