Felices vacaciones, 4
Dos testimonios significativos. Jordi Barbeta escribe en La Vanguardia: “Catalunya, entendida como sujeto político, cultural y social específico, atraviesa un período de decadencia que no ha hecho más que comenzar y del que es imposible, hoy por hoy, prever cuándo y cómo terminará.” Jordi Coca agrega en el Avui: “El fracàs és complet: no tenim llum, ni trens d’alta velocitat, ni metges, ni una llengua forta que s’imposi als forasters, ni valorem la tradició.”
Inquietud recurrente en este Infierno:
- Sobre España, el concepto de nación y la destrucción de Cataluña.
- Cataluña invertebrada.
- Epifanía y agonía de Cataluña.
- “La sociedad política catalana está enferma”.
- Cataluña cainita, 4 y 5
- Cataluña en este Infierno.
[ .. ]
La Vanguardia, 29 julio 2007
El primo de zumosol
Jordi Barbeta
El apagón del lunes, las causas que lo provocaron, la escasa capacidad de reacción para resolver el problema y los denodados esfuerzos de los representantes políticos para quitarse las responsabilidades de encima o para esconderse debajo de las piedras han confirmado que las miserias que quedaron al descubierto con el hundimiento del túnel del Carmel eran la punta del iceberg de una realidad cada vez más indiscutible: Catalunya, entendida como sujeto político, cultural y social específico, atraviesa un período de decadencia que no ha hecho más que comenzar y del que es imposible, hoy por hoy, prever cuándo y cómo terminará.
Desde siempre Catalunya ha reivindicado su diferencia, y la diferencia sólo se proclama cuando comporta un orgullo colectivo basado en la profunda convicción de que lo propio es mejor. No necesariamente ha de ser un sentimiento de superioridad, pero en todas partes la gente se apunta a la marca de mayor prestigio, y durante siglos la idea de la Catalunya abierta, emprendedora, innovadora y creativa tuvo más adeptos que la España eterna y recalcitrante con ínfulas imperiales y míseras realidades. Hasta el punto de que numerosos autores han definido el catalanismo como una versión del regeneracionismo que aspiraba a modernizar España.
Ese esquema psicológico se ha mantenido prácticamente durante todo el siglo XX y ha sido la base de la reivindicación nacional catalana y del autogobierno, convencidos los catalanes de que eran capaces de hacerlo mejor. Y lo cierto es que en algunos aspectos lo demostraron y cuando no podían demostrarlo echaban la culpa – todo hay que decirlo- a los obstáculos que ponía «Madrid», siempre bajo sospecha de culpabilidad. Sin embargo, hace ya tiempo que España ha dejado de ser recalcitrante, se ha democratizado, se ha modernizado e incluso se ha enriquecido a una velocidad de vértigo, lo que, lógicamente, ha hecho renacer, y no es para menos, el orgullo colectivo español.
Y mientras España, en el sentido madrileño del término, se moderniza sin permiso de los catalanes, en Catalunya los aviones pasan de largo, los trenes no funcionan, las carreteras se colapsan, las inversiones no llegan y las obras públicas se hacen tarde, mal y nunca. Ylo que políticamente tiene mayor trascendencia es que todo eso ocurre inmediatamente después de haber librado Catalunya la batalla política – supuestamente colectiva- más importante de los últimos treinta años, el nuevo Estatut que había de resolver de una vez todas las asignaturas pendientes. La sensación de fracaso es inevitable. Lo que se hace, se hace mal, y lo que no se hace es porque los representantes catalanes se han dejado tomar el pelo. Albert Boadella ya no podría burlarse del orgullo catalán como cuando proclamaba «Som 1 meravella». La autoestima catalana está por los suelos.
Obsérvese cómo han cambiado las tornas. El ejército español socorriendo a los ciudadanos que se han quedado sin luz, mientras el presidente del Gobierno ejerce la referencia política principal. Ya ocurrió cuando lo del Carmel, y se puso de manifiesto con toda su crudeza cuando el Estatut se había convertido en una pesadilla. Ahora Zapatero ha anunciado que vendrá a poner orden en el desbarajuste. Se ha convertido en el primo de zumosol. Viene porque «Catalunya es España», dicen. Faltaría más. España es cada día más importante y Catalunya, con independentistas en el Govern, más insignificante.
[ .. ]
Avui, 29 julio 2007
Ni peix ni cove
Jordi Coca
Durant més de vint anys els diferents governs de Jordi Pujol practicaven una diguem-ne política de peix al cove. Volia dir que sense grans plantejaments retòrics, de mica en mica, s’anaven aconseguint coses per a Catalunya. Però ara, amb la perspectiva dels anys, em sembla que cal admetre que no tenim ni peix ni cove. El fracàs, doncs, ha estat complet, i aquesta evidència ens hauria de fer pensar en termes estrictament polítics. Les infraestructures del país són lamentables, no tenim prou metges, hem fracassat en l’ús social del català, els trens no funcionen, de l’electricitat ja no cal ni parlar-ne, el desequilibri fiscal continua sent un secret evident per a tothom, se’ns rifen amb l’Estatut i el món econòmic ha d’actuar per suplir una vida política feble…
Dit d’una altra manera: Catalunya ha alimentat Espanya en contra dels propis interessos i hem quedat en una situació que esgarrifa. Naturalment aquesta política és complementària de la destrucció sistemàtica de qualsevol col·laboració amb la resta de Països Catalans. El propòsit era i és reduir aquesta terra a una província i assimilar-la tant com sigui possible a la resta de l’Estat. I aquest projecte s’ha fet, en bona mesura, gràcies a una política que semblava molt pràctica: peix al cove. Però només cal mirar al nostre entorn: Catalunya a tot estirar ha fet de Barcelona una mena de Lloret immens on milions de turistes s’hi gasten algun diner. Però això no és una pàtria, això és un trist mercat amb negocis de cantonada.
No tenim llum, ni trens d’alta velocitat, ni metges, ni una llengua forta que s’imposi als forasters, ni valorem la tradició. Ens hem quedat sense peix i sense cove. Potser és que en política l’oportunisme no serveix de gaire a mig termini.
Pasmo, absoluto pasmo, al leer a Coca. Todo vale para tratar de justificar la inoperancia de una política más preocupada por el «renacimiento del pais» (que por cierto se niega a morir) que por administrar lo esencial: la calidad de vida de los ciudadanos. Todo vale menos mirarse el ombligo. Cuando se discute si los profesores deben hablar catalán en la intimidad de sus conversaciones privadas en el ámbito escolar, se apaga la luz y las cosas no van por culpa de Madrid. Mientras tanto la Comunidad madrileña navega viento en popa, castigada en sus inversiones correspondientes por el gobierno de Zapatero, que escatima los euroduros, porque son del PP.
Algún día, los iluminados catalanes (yo soy catalán, pero no iluminado, ¿que le vamos a hacer?) deberán afrontar las diferencias entre gobernar con política ficción o política real.
Siento una pena profunda, a la par que enorme verguenza.
Por cierto, no me resistio a copiar una frase de Coca que vale todo el oro del mundo por la cantidad de estulticia que contiene: No tenim llum, ni trens d’alta velocitat, ni metges, ni una llengua forta que s’imposi als forasters, ni valorem la tradició. Todo junto, revuelto y a beneficio de inventario, que se dice…
Luis,
En el terreno político / económico, me siento incapaz de decir una sola palabra. Un amigo, en la playa, esa tarde, me hablaba del “masoquismo” catalán. Y Enric Juliana hablaba esta mañana de una Barcelona de capa caída, ante una Valencia viento en popa… comparación cuyo calado se me escapa, pero que si parece reflejar una cierta “psicosis”. ¿Fundada? ¿Infundada? La comparación con Madrid, en Catalonia, siempre pone los pelos de punta. Vistas estas cuestiones desde la Murcia desterrada, salta a la vista el NO entendimiento y el DISTANCIAMIENTO creciente de mundos separados por distancias geográficamente minúsculas pero cultural, espiritual y psicológicamente lejanísimos…
Por el contrario, veo en Jordi Coca una amargura real, sentida y profunda, ante una realidad que, me temo, va mucho más allá de la política de esta o aquella coalición: y plantea problemas de fondo que nadie desea afrontar con valentía moral, cuando han proliferando nacionalismos catalanes de distinta naturaleza cainita, enfrentados en lo epidérmico y víctimas de algo así como un vacío cultural creciente. El pesimismo de cierta novela catalana (incluida la del mismo Jordi Coca) me temo que habla de esa angustia profunda, que la política enturbia con ramalazos esquizofrénicos…
Q.-
Yo, Q, a trenor del artículo simplemento, noto lo de siempre, cambiado. Verás: Cataluña ha sido siempre «trionfant» y además llena de resentimiento. En cierta manera, el mensaje era «somos los mejores a pesar de Madrid». Desde niño, he vivido la experiencia de oir en mi entorno lo buenos que somos los catalanes frente a los demás, que no nos merecen ni nos quieren. El Barça es más que un club, el Madrid gana por conspiración, etc.
Bien, ahora lo que noto es el mismo resintimiento dirigido, esta vez, por partida doble. Se intuye que ya no se es lo que se era, que no se será lo que se esperaba, y que Madrid sigue ahí, trionfant ahora ella.
Hace muchos años, cuando la transición, un amigo íntimo del que desconocía su profundo y visceral nacionalismo (cosa curiosa durante el franquismo que ese sentimiento, individualmente parecía no aflorar en demasía, incluso en el PSUC) me decía tristemente que «pesábamos que esto iba a ser otra cosa y no ha sido», y cuando leo a PLa en sus crónicas parlamentarias de 1931 y 1932, me doy cuenta de que la historia se repite y el conflicto vuelve a enquistarse. El Barçá ha pasado media vida exclamando aquello de «Ja tenim equip» que suena más o menos a aquello de «el año que viene en Jerusalén».
Siempre he opinado que el Barça y Cataluña son reflejos el uno de la otra. Algo no nato, siempre no nato, siempre trionfant, siempre resentido.
O sea, un peñazo, chicos. Una amiga dice: «ser catalán es como tener un hijo tonto, tu bien que lo sabes, pero hay del que se atreva…»
De todos modos, el proyecto Pujol (para simplificar) contenía unas contradicciones internas insalvables, de primer curso de lógica elemental: ayudar a fortalecer el Estado democrático era, y ha sido, ayudar a fortalecer el Estado (punto); ser europeista (quién se acuerda del juguete de la Europa de las regiones de la que el President era president también; cuántas pesetas debió llevarse el proyecto) era trabajar para la Europa de los Estados. He oído decir que uno de los muchos hijos de Pujol va diciendo por ahí que Catalunya es algo que se inventó su padre. Como broma no está mal, sólo que ha salido muy cara.
Y sin embargo algo muy querido, muy sagrado, se nos pierde creo que irremediablenete (una lengua, un país…)
Lola
Luis, Lola,
Os ponéis en un plan…
… hay una cuestión de perspectivas, efectivamente. En mi caso, la cosa catalana discurre siempre en el terreno cultural: de ahí mi reserva a cualquier “análisis” político y económico “práctico”.
Nunca he vivido en Cataluña ni hablo catalán, aunque me encanta que los catalanes me hablen en su lengua catalana. Mi casa española está en Cataluña (Caldetes) y creo ser un bicho raro que ha leído y lee mucha literatura catalana. Mi introductor fue Joan Fuster. De ahí que mi perspectiva básica sea la literatura catalana, que leo y he leído siempre como “sismógrafo” básico de la cuestión catalana.
Durante mucho tiempo, veía con claridad las aspiraciones catalanas, a través de la alta cultura. La ilustración canónica me siguen pareciendo las entrevistas de Porcel recogidas en L’aguila daurada: aquellos si eran catalanes que tenían o creían tener una visión bastante común de Cataluña. Pujol encarnó personalmente todo aquello. Años antes del fin de la presidencia Pujol, en la novela catalana comenzaron a aparecer síntomas de cansancio y angustia ante el riesgo de destrucción de Cataluña. Y en una revista editada por la Caixa se publicó el mejor análisis que conozco de ese proceso destructor, que data de los años ochenta y noventa del siglo pasado: Sobre España, el concepto de nación y la destrucción de Cataluña.
Lo que vino después aceleró el mismo proceso, con señales de esquizofrenia cultural:
Cataluña invertebrada y “La sociedad política catalana está enferma”. Y así desembocamos en la crisis, angustia e incertidumbre actual. Con Pujol, había una “línea” un “horizonte utópico”, etc. ¿Cuál es la “línea” y “horizonte utópico” del Tripartito? La mejor literatura catalana que conozco habla de una angustia e incertidumbre de fondo de inmenso calado: una pérdida casi absoluta de referencias (y, en ese sentido, las novelas de Jordi Coca reflejan bien esa incertidumbre moral) y la crónica de un proceso de destrucción, que las novelas y relatos de Francesc Serés reflejan con gran arte: el Gran estilo de Serés habla de otras cataluñas por venir, que artistas y creadores intentan preservar, contra la marea negra de la política, que todo lo está ensuciando, manchando y destruyendo…
¡Perdón por este latazo…!
Q.-
PS. Ni que decir tiene… en Murcia (mi tierra natal), o en Madrid, todo eso suena a cuento chino, incomprensible, si no peligroso. Con lo cual, murcianos y madrileños me perciben como algo mucho peor que un bicho raro. Y, en Cataluña, que os voy a contar, que un murciano se atreva a hablar de cultura catalana se percibe con un desprecio olímpico. “¡Como se atreve un murciano a hablar de cultura catalana..!” Eso me lo dijo casi textualmente una antigua directora de la Casa de Cataluña en París: a ella terminaron por echarla de su cargo, por razones políticas, claro. Nobody’s perfect.
Lola, Q, yo establezco dos niveles, en mi caso, naturalmente.
1/ Por una parte creo que la cultura catalana, basada en la lengua, vivirá los avatares que tenga que vivir dentro del mundo en evolución, y llegará donde tenga que llegar, independientemente de lo que se inyecte en ella o se deje de inyectar. Durante el franquismo demostró el vigor con el cual la sociedad quiso tenerla junto a ella.
2/ La presión catalanizadora como retorno a lo esencial, que es la que ha hecho reparar en Cataluña como «patria esencial», quieras o no. Yo dije en cierta ocasión, y lo mantengo, que me negaba a tener una patria que me exigía tal nivel de demostración de afecto y dedicación.
Las nostalgias hacen en ocasiones pensar que algo que no ha sido se está perdiendo, cuando yo creo que lo que si ha sido permanece, dejando medievalismos aparte, claro. Valdría la pena conocer el valor de la esquizofrenia (no se si es el diagnóstico adecuado) de una gente, que instalada en su cultura y en el uso de ella, en libertad, tiene como principal tema de angustia y conversación la busca del acomodo de su propia identidad.
Creo que desde el conjunto de perspectivas que cito, Cataluña es cada día más consciente de su pequeñez, pero no en el sentido que le daba la Rodoreda («quina culpa tenim nosaltres d’esser un pais petit?» dijo en una entrevista de prensa en cierta ocasión, y eso me gustó mucho) sino de la pequeñez de su alcance real. El mito de su liderazgo se viene abajo, simplemente creo yo, porque se ha dedicado a mirar complacida su pequeño ombligo y se ha satisfecho y relamido siendo más que España en los órdenes económico, industrial, deportivo, etc. Luri, tan buen conocedor de lo prometeico, podría hacer un análisis de la Cataluña – Prometeo, criatura de, criatura hacedora de…
Yo vuelvo a la frase de Coca y me horroriza lo que contiene, independientemente de lo mal que él se pueda sentir. Mientras «su lengua propia» deba imponerse a los forasteros, ¿quien define quienes lo son?, que dios nos coja confesados. Es ese pensamiento de reivindicación, de perpetuo enfrentamiento, de lucha continua, de desprecio continuado y de rivalidad eterna, todo ello actitudes agotadoras, que no pueden sino acabar hundiendo en la desesperación a quien las siente.
PD. Acabando de escribir este comentario, ha entrado el de Q. Espléndido como siempre. Merece ser leído con calma. Como siempre, deslindando política y cultura, que no me parecen tan deslindables.
Hay un tema de fondo en todo ello. Quien emigró a un lugar de España similar al suyo, se dió de bruces, abruptamente, con una nación que señalaba a su lugar de origen como la fuente de todos los males. Se producía el aprovechamiento de la emigración, trabajo y salario, y la presión culturalizadora en el sentido de preservar algo, que por dinámica, estaba obligado a cambiar con la presión.
¿Quien define a la Cataluña «com cal? A mi me llama siempre la atención un hecho vivido por mi: la poca presencia nancionalista en el antifranquismo militante, una presencia suave, de comportamientos, de cultura, pero no militante abiertamente. Recuerdo un seminanrio en el PSUC sobre nacionalismo y comunismo al que asistieron Montse Roig y su compañero. La nació era un tema secundario. Vaya explosión posterior de nacionalistas adscritos a la religión del poder. Amigos míos del PCI terminaron trabajando como cargos en servicios públicos de la Generalitat de Pujol, convencidos de lo bueno de la esencia nacional que denostaban cuando se discutían los Estatutos.
¿No será que la hoguera tiene poca madera para arder? Much ado about nothing….
El psiquiatra Ortega (sostengo que todo buen filósofo es un buen psicólgo) nos diagnostico bien: maniaco-depresivos. Ciclotímicos. Ahora estamos en fase depresiva aguda. Y, JP, el Tripartito… Bueno, creo que Montilla lo tiene claro: sanar la enfermedad enterrando al enfermo. No digo yo que no sea un proyecto viable, incluso razonable, pero, caramba, aquello de Faulkner, «prefiero el dolor a la nada».
Lola
Luis, conozco la historia de la oposición nacionalista al dedillo. Eran pocos, pero eran y desde el año 0 (39/40). En los sesenta, con el vendaval marxista (estructurado en el Psuc) , en donde la cosa nacionalista era pura ideología burguesa, muchos se pasaron al Gran Juego que culminó con la Asamblea famosa, de la cual saldrían los futuros cuadros, a saber funcionarios autonómicos. Se diría que Pujol acogió en su Casa dels Canonges a la Asamblea en pleno (ahora entiendo porque él nunca vivió allí, decía que no tenía espacio). Cornudella, fundador venerable del FNC, dijo textualmente: «Si Catalunya se hace marxista, pues yo también». Acabó sus días de diputado por el PSC.
LOla
Luis, Lola,
Luis… en efecto, No se puede deslindar la política y la cultura: es un problema mío, en este caso. Mi conocimiento de la cosa política tiene el nivel de un lector de periódico medio, que me parece insuficiente para entrar en el detalle de la cosa política, incluso siendo rústica.
Lola… uauuuuuuuuuuuuu… mi vecino R* me hablaba ayer del «masoquismo» imperante… algo de eso quizá haya. Lo de Montilla, el enfermo, la enfermedad, el dolor y la nada es de nota cum laude. «El conocimiento y no el dolor es el que camina por mil calles solitarias y salvajes», Faulkner dixit.
Q.-
PS. La anotación anterior de Lola refleja bien el nivel de conocimiento político de la cosa que yo no tengo. De ahí que me parezca sensato no meterme donde no controlo ni tengo conocimiento de fondo, que me parece imprescindible para entrar en esos matices, con finura.
Ah, se me había olvidado antes. Lo tuyo, JP, es heroico. Pero mira, si Catalunya (la cultura catalana) ha podido seducir a alguien como tu, será que no todo está perdido.
Lola
La felicidad es la ausencia de dolor. (Epicuro)
Claro que existía, Lola, la oposición nacionalista. Pero la avalancha que llegó posteriormente, no es otra cosa (pienso yo) que fruto del más vergonzoso oportunismo personal. No por Cataluña, sino por uno mismo, por el acceso al cargo, por el pesebre, vamos. Y que dios nos libre de los conversos, porque nosotros nunca podremos.
No quiero decir que no hubieran nacionalistas, sino que este país se ha hecho nacionalista con unas cañas poco edificantes.
Lola,
.. hombre, lo de heroico quizá sea excesivo, pero se agradece, claro. Yo creo que la cultura catalana se defiende sola…
… Mots que romanen,
mentre ens varien els dies i se’ns muden els sentits,
oferts perquè els tornem a entendre. Com una pàtria…
GF,
Q.-
Luis, recuerdas lo que decia de llorar el otro dia? Pues viene que ni pintado… La situacion en Catalunya, en el fondo mas profundo, no tiene nada de especial: es el todos la mataron y ella sola se murio… aunque Catalunya sigue vivisima, claro.
A lo que me refiero es que aqui todo el mundo se quiere escapar de la quema culpando al de al lado. De los «nacionalistas», o como se les quiera llamar, creo que ya te has ocupado tu suficiente, pero no quiero dejar pasar la oportunidad para poner de relieve que no solo ellos se tienen que mirar el ombligo. Cierto es que ha habido polemicas esteriles sobre la identidad y el catalan. Polemicas esteriles y cansinas… que desde el otro lado de la galaxia nadie ha frenado sino que ha alimentado con lenya de la mas altida capacidad calorifica. Si la atencion se ha desviado ha sido por ambos lados, no por uno solo.
Me hace gracia ver a Daniel Sirera tirando intentando robar el protagonismo del Aeropuerto de El Prat y del AVE a Magdalena Alvarez. Ostras, yo estoy ciego o se estan peleando por las migajas de algo que la mayoria de gente normal mira con pena por lo que pudo ser y el cachondeo que es? Alguien de verdad se puede enorgullecer de lo del AVE a Barcelona? DE VERDAD????? Entonces, tambien se van a enorgullecer de los retrasos, del cachondeo de las obras por debajo de la Sagrada Familia o de los socavones que salieron al poco despues de terminar las obras en Aragon? Pero claro, la forma que tienen los gobernantes hoy en dia de demostrar lo buenos que son es demostrando lo patanes que son los de al lado. Mirarse el ombligo? Si, pero todos. Y no solo hablo de politicos…
Lo de Catalunya es una conjuncion de cosas, desde la bendita alta politica, hasta falta de inversiones reales y eficaces (por las consecuencias que sean). En el plano cultural, Quinyo, cual es esa angustia que dices? No he leido a ninguno de esos autores (y manda collons, que dirian en mi tierra, que hayas leido mas literatura catalana tu que yo…), pero de verdad es un fenomeno de perdida de los referentes culturales y de indentidad tan diferente de los que pasan en el resto de Espanya? En que es Catalunya diferente?
Por cierto, Luis, como nota anecdotica: si has seguido algo el futbol ultimamente (cosa que es irritantemente inevitable en la prensa espanyola) veras que las tornas se han cambiado y resulta que el Barca gano dos ligas por una suerte de confabulacion judeomasonica de la Federacion… Confabulacion que ya no existe ahora que ha vuelto a conquistarla el equipo representante de la pura nacion espanyola. No es patrimonio de una region, es que si las cosas no funcionan, lo mas comodo es echarle la culpa a otro. Y eso, y no otra cosa, es lo que esta pasando en Catalunya estos dias en los que nos hemos despertado de repente con la casa sin limpiar y sin haberla mantenido debidamente. Y resulta que la culpa es de un criado al que nunca hemos pagado lo suficiente por hacer algo que somos perfectamente capaces de hacer por nosotros mismos…
PD: Luis, Lola, por favor, seguid compartiendo vuestros conocimientos historicos sobre la politica en las epocas mas convulsas de nuestra historia reciente. Son el perfecto complemento a mi lectura actual: Homenaje a Catalunya.
Es que Jordi, yo creo que en todo esto del nacionalismo catalán, y me refiero a los diversos niveles del mismo, hay una falacia escondida, que empiezo a creer que es histórica.
No estoy capacitado para escribir sobre ello con rotundidad, solo con acercamientos personales.
Ciertamente, durante el franquismo, una ola pseudo marxista invadió la sociedad, no solamente la catalana, la occidental. En Cataluña, la lucha antifranquista, si se quiere llamarla así, tuvo un protagonismo esencial en las masas (denominación de origen marxista) organizadas en asociaciones múltiples, todas ellas alimentadas por militancia psuquera, es decir: del Partis Socialista Unificat de Catalunya, que había nacido como la unión de varios partidos socialistas, juventudes militabtes, etc., durante la gfuerra civil. Fué en esa época un partido de obediencia soviética, pero aliado fiel del PCE de Carrillo, se desvinculó del sovietismo tras los hechos de Checoeslovaquia y se alioneó con el eurocomunismo, del que la estrella era el PCI dirigido por Enrico Berlinguer.
Bien, esto viene a cuento porque el nivel de marxismo militante era más bien flojo, y ciertamente la dirección no exigía un conocimiento acerca de Marx, Lenin, etc. Si se habían leído, tanto mejor, si no, pues bien. Todo eso formaba parte de una consugna emanada de Carrillo: «la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura» que en la práctica fué el único frente creado para oponerse a Franco y su régimen. Los jóvenes, muchos de los que éramos jóvenes y llegamos allí, no teníamos problemas de conciencia nancionalista. Defendíamos un modelo de sociedad democrática y nada, absolutamente nada, hacía presagiar la explosión nacionalista que vendría después. Esto no quiere decir que no se fuera nacionalista, catalanista, autonomistas, claro que si que lo éramos.
Los movimientos catalanistas venían de un entorno burgués (Julia en «La Panxa del BOU» lo escribía hace poco) que era burgués y catalán, además de catalanista. Pero debo reconocer que no se veían en el horizonte de la sociedad ningún asomo de las crisis y posturas que después han llegado.
Convergencia era inexistente. Existía Banca Catalana y su política de ayuda a organizaciones de «cultura»: Omnium, por ejemplo.
Con esto, quiero decir que el catalanismo y el nacionalismo, no estaban en la calle, estaban en el seno de una clase media burguesa, de origen e identidad catalana «desde siempre».
En 11 de setembre de 1976, en Sant Boi, no llegábamos a 100.000 los que acudimos, mayoritariamente izquiertdistas, allí vi a Eladio y Nazario, del PTE, a Alvaro Dorronsoro del MCE, erc., y la burguesía se quedó en su casa. Allí hablaron Roca, carbonell y Sellarés (de este último no estoy tan seguro) No salió a la calle hasta el año siguiente, 1977, cuando, según entiendo, ya se podía «ser nacionalista». Entonces se consiguió ql millón de personas.
La estrella fué el descubrimiento para mucha gente de l’Estatut, el segundo, teóricamente sería el 3º porque Prat de la Riba ya elaboró una propuesta en tiempos de la Mancomunitat que no fructificó. Lo que se coreaba era «LLibertat, Amniistía i Estatu d’Autonomía» dejando a un lado una cuarta exigencia básica sobre derechos, que en Cataluña nunca se coreó.
Toda la presión de quien, a mi modo de entender, se había dedicado a otra guerra (no digo que estuviera mal, pero era otra) se volcó en la calle y´adelantó por la derecha al movimiento de masas y asociaciones. Las comarcas, con su potencial catalanista y conservador, se volcaron en la Marxa per la llibertat, en l’Asamblea de Catalunya, en la defensa de Xirinachs y sus huelgas frente a la Modelo.
Pongo un ejemplo que me dejó boquiabierto. Años después, cuando Tejero intentó el golpe de estado en febrero, se convocaron manifestaciones en toda España. La consigna en pancartas debía ser unitaria, no la recuerdo pero algo así como «democracia…». En Madrid, donde yo acababa de llegar a vivir por trabajo, acudió más del millón de personas: impresionante. En Barcelona, donde la consigna unitaria fué objeto de discusiones y además de reivindicar la democracia se reivindicaban al final derechos nacionales, no acudieron más de 100.000. Es fácil hacer hemeroteca. Como si los derechos nancionales pudieran ser compatibles con la falta de democracia.
Hay un viejo dicho en política de resistencia, que es que para negociar con el enemigo debe superarse siempre su capacidad de acuerdo. No importa lo que esté dispuesto a firmar: hay que pedir más para desestebaliziarlo además de mostrar a la opinión pública que el no siempre está en él.
Hoy, por ejemplo, nadie habla de aquella frase de Companys, que debería haber dejado estupefactos a muchos ciudadanos, cuando tomando el 15 de abril de 1931 el Ayuntamiento, salió diciendo a los suyos: «ara, ja no dirán que no soc nacionalista». Habría que preguntarle a Esquerra la razón por la que dieron siempre su rotundo apoyo al Sindicato Unitario (CNT-FAI), basculando la política catalana y española hacia posiciones demagógicas, cuando menos que acabarían en la tremenda explosión de la guerra civil: su parte de resp0onsabilidad tam`bién la tuvieron. ¿Que nacionalismo podían buscar Maciá, Companys, y sus amigos, en hombres como Peiró, Ascaso, Durruti, etc. etc.)
Un ap8unte más: mis amigos en el PSUC, aquellos que me llevaron a él y aquellos a los que yo llevé queríamos «hacer alguna cosa contra Franco» y eso, solamente lo hacían, en la calle, los comunistas. Los demás eran invisibles. El arte más puro del disimulo, salvo concentraciones en Montserrat (de vez en cuando) y el acto del Palau, al que no se le ha podido sacar mayor partido.
No desconfió de las personas nacionalistas. No me fio ni un pelo de los partidos nacionalistas.
Son apuntes e impresiones que no tienen orden ni concierto.
Muy interesante relato, Luis, como de costumbre.
Me vienen unas dudas así, a salto de mata, que dejo aquí por si te apetece volver al tema:
1) ¿Realmente el nacionalismo no empieza a ir más allá de esa burguesía catalana hasta después de la dictadura? Me suena (de oídas, claro) que, a partir de cierto momento del franquismo, empezaron a haber reuniones clandestinas de tipo nacionalista. ¿Representaban a una minoría?
2) El hecho de que el nacionalismo no estuviera tan patente en el pueblo ¿no sería por una versión de lo que pareció ser el lema del PSUC durante la Guerra Civil («primero ganar la guerra, luego la revolución»): «primero la libertad de eliminar la represión, luego la política para imponer nuestra visión nacionalista/independentista»? ¿No era demasiado arriesgado, aventurado y poco pragmático pedir la independencia catalana en época de Franco?
El nacionalismo, Jordi, antes de la guerra civil se apoyaba en dos platadormas: la burguesía industrial y la población rural de las comarcas. La burguesía por la propia razón de ser del ascenso de catalanes de origen a un estarto económico superior, constructor de cultura y pactista con el poder central en cuanto a privilegios industriales: el proteccionismo para que los productos catalanes se distribuyeran en condiciones ventajosas en la península dejándole así la propiedad de un mercado consumidor. Las capas rurales por estar asentadas al terruño y no haber llegado la sociedad del tiempo a destruir sus tradiciones. El mundo obrreero se nutría de desclasados de las comarcas y de emigrantes del resto de España.
El no nacionalismo catalán estaba representado por la emigración, andaluza, murciana, gallega y aragonesa, preferentemente.
Así podríamos decir, muy simplemente, que una capa de la población se dedica a protejer una cultura que recibe una fuerte presión de una capa emigratoria, proletaria industrial básicamente, que vive la explosión revolucionaria de los XIX y XX.
De sus filas acabará saliendo el Sindicato Único, la CNT.
En este sentido es fácil entender que una parte de la población se dedicara a defender de la presión emigrante, también en ocasiones de actitudes del gobierno, la propia cultura de Cataluña.
En la parte de siglo XX que me ha tocado vivir, la división en dos plataformas, ha seguido siendo, Una plataforma de procedencia emigrante y obrera, en barrios, organizada o no, sin mantenerse al margen, no ha hecho de la defensa radical de «lo catalán» su territorio. Una burguesía, disimulante y disimulada, ha invertido su tiempo y dinero en crear la infraestructura de una cultura catalana reivindicativa.
Hasts aquí es mi punto de vista. Mi consideración es que esta burguesía resistente, lo sigue siendo y que es reacia a tratar el tema en términos de evolución histórica. Cataluña ha recibido durante los siglos XIX y XX una carga de población similar a la propia. Pues lo que la sociedad catalana receptora ha creado es un esquema de asimilacionismo, más allá del desarrollo natural del hecho y de su mix cultural subyacente, por el que si no se convierte en «catalán asimilado» o converso, no se es en la escala social. Un movimiento cultural de este tipo, patrocinado por la clase media, establece el mito del «buen catalán» como modelo de ser para los hijos de los emigrantes y crea en el entorno social todo un frente de hostilidad frente a lo español en el que cabe entrar y asimilarlo.
No trato de refutar el hecho catalán ni la defensa de sus valores culturales (único ámbito en el que creo que existe la nación) sino de criticar abiertamente, cosa que en Cataluña no es fácil hacer entre el propio círculo de amistades, la presión asimilacionista por la cual un emigrante, desde algunas de las perspectivas catalanistas, «o caixa o faixa», es decir, o se hace catalán o no es. Pienso que las culturas están obligadas, por ósmosis natural, a crear espacios de conexión y memzcla, que en Cataluña horrorizan. De ahí la constante búsqueda del retorno a los orígenes, de la instalación de modelos culturales de imposición.
Por poner un ejemplo claro: ceder varias consejerías a ER en el Gobierno de la Generalitat, entre ellas das que tienen que ver con reglamentaciones linguísticas, quiere decir de antemano, que los socios están acordes con el programa de máximos de la formación republicana y que prefieren que lo haga aquella, que lo hará gustosa. Así se proyecta una ley, un gloobo sonda parece que fué, por la que se obliga a todo el personal docente a hablar catalán, siempre, en el ámbito de los centros de enseñanza, aunque sea en conversaciones privadas entre ellos.
Creo que es en esa presión asimilacionista donde radica, a mi entender, la parte perversa de la política catalana, y como te digo, no es de ahora, pero si es tradicionalmente defensiva y hostil.
Este es un tema del que suelo hablar muy poco. Y que cuando pienso en él me hace sentir poaranóico, son tantas las veces en que me dice quien me conoce desde allí que puesto que me fuí, no puedo juzgar porque nada sé.
Luis,
La verdad es que lo has descrito con claridad diáfana, pero hay algo que me intriga:
Voy a hacer la aproximación grosera de que la parte de Catalunya que ya era catalana antes de la inmigración era toda partidaria de la defensa de la cultura catalana (con lo pura que podía ser a principios de s. XX… seguro que Quiño nos podría dar una lección al respecto) a ultranza. ¿Realmente una mitad de la población ha conseguido que la otra mitad llegada de fuera se haya «convertido» o acepte las reglas del juego? Porque las quejas empiezan a oirse ahora, y no son tan generalizadas (ni, para mí, legítimas en todos los casos) como uno podría pensar. Si acaso algo ruidosas. ¿Eran las ganas de los inmigrantes de acercarse a la riqueza burguesa del catalán emprendedor que decidió que necesitaba hasta parecerse en lo cultural? Lo digo porque mucha gente que defiende algunas de esas cosas de las que hablas son de origen inmigrante…
¿Es realmente la población de Catalunya nacionalista o hay cosas que se dan por sentadas y que se permiten por aquello del trauma del franquismo?
Pues bienvenido seas a hablarlo con este catalán que escribe. Yo también me he ido, pero no hace tanto, y no me parece que digas nada especialmente descabellado.
Contesto a tus dudas con brevedad:
El empleador del emigrante era el catalán afincadi, y ese era el modelo social. De ahí que el asimilacionismo funcionara con ese modelo. El modelo de sociedad trionfant es catalana, y la empleada y proletaria es anarquista, el Sindicato Único, mimado y respetado por Esquerra. La presión no es cultural, sino vivencial, sociológica, de ascenso en la escala social. La burguesía es la que guarda las esencias y en mayor o menor escala actúa contra el mix de la historia. De ahí que se les niegue el carnet de literatura catalana a los Vazquez, Marcé, Mendoza, etc. Ese es justamente un elemento ejemplarizador: la cultura catalana tiene un ámbito perop los que defienden a la nación se mueven en otro más amplio y delimitador al mismo tiempo. Dan carta de naturaleza a «lo catalán» no ciñéndolo a un territorio sino a una lengua. Y es razonable, si las señas de identidad desaparecen queda la cultura a secas, y eso, como fenómeno cultural enriquecedor no es la preocupación principal.
Lógicamente la segunda generación emigrante queda asimilada en la cultura victimada, que es la aparentemente y realmente triunfante.
Tal vez esta exposición adolezca de dos cosas: falta de rigor y exceso de marxismo.
Todos estos «conversos» por el ansia de llegar a la posición que su empleador tuvo cuando emigraron, ¿realmente son ahora nacionalistas y guardianes de la pura cultura catalana? ¿O es que siguen dominados por esa burguesía original? ¿No es recientemente que estamos viendo a la Generalitat haciendo movimientos claramente pasados de vueltas con respecto al catalán (p. ej., lo que comentabas del catalán para los profesores en la escuela). ¿Defienden esos «conversos» el nacionalismo en todos sus aspectos o sólo en el económico, defendiendo que a Catalunya le están llegando menos inversiones de las «justas»? ¿Es realmente nacionalismo puro lo que se dice que está tan extendido?