Si fuese cierta la agravación de las crisis españolas, y la emergencia de nuevas formaciones políticas [Basta Ya!, Ciudadanos] respondiese, a su manera, al deseo de ciertas élites de ofrecer nuevas alternativas cívicas, la técnica de la regeneración se me antoja tan importante como los idearios que pudieran ofrecerse a unos ciudadanos víctimas y aquejados también ellos de cierta crisis moral.
A mi modo de ver, la técnica de la regeneración, en un sistema democrático, pasa antes que nada por las técnicas y modelos electorales.
¿Puede mejorar un nuevo partido la calidad de la vida cívica? Sin duda: siempre que consiga una representación parlamentaria significativa, como portavoz de fragmentos importantes del tejido social.
Cuestiones de método, táctica e incertidumbre: un modelo electoral mayoritario (Francia, Inglaterra), favorece la formación de mayorías gubernamentales sólidas, laminando a las minorías; un modelo electoral proporcional (Italia, España), favorece la fragmentación de la representación nacional, estatal, etc.
¿Puede la convocatoria de referendos mejorar la calidad del diálogo ciudadano? En Suiza, el referéndum es un recurso de democracia directa, utilizado con relativa frecuencia en materia constitucional y legislativa.
Cuestión de principios: el uso del referéndum también puede dividir y crear insondables tensiones entre partidarios y adversarios (en el País Vasco, por ejemplo). Fuera de España, hay quienes piensan que el referéndum permitiría “zanjar” las cuestiones nacionalistas “de una vez por todas” [El Economist pide referendos en Euskadi y Cataluña, El Economist y el desafío de Cataluña]. ¿?..
¿Puede un nuevo partido o formación política contribuir a la regeneración de la vida cívica? Sin duda: a poco que sus representantes consigan el respeto ciudadano, a través de sus ideas y su acción.
Regeneración y técnica de la regeneración. En la hipótesis óptima, la clarividencia de uno o varios líderes ciudadanos puede precipitar un proceso de regeneración histórica. El caso canónico y ejemplar, absoluto, es el del general de Gaulle: su mera palabra devolvió a Francia su existencia y moral histórica. En la hipótesis más pesimista (modelo italiano, de la conjuración de Catilina a Berlusconi), el aventurerismo de algunos conjurados precipita crisis de nuevo cuño.
¿Cuál es mi posición personal al respecto..? NO TENGO. En los momentos de optimismo, me dejo llevar por la esperanza de una patria nueva, limpia, moderna, etc., a la manera de la España que soñaban Rosa Chácel, Juan Ramón y una o varias generaciones de estudiantes y profesores de la Residencia de Estudiantes. Si me dejo arrastrar por el pesimismo, sospecho estar caído en el laberinto infernal de la Comedia dantesca: Caína, Kakania y nuestro Infierno.
Y usted, Quiñonero, ¿con qué bandoestá?
¿Con los nacionalistas periféricos?
¿Con los nacionalistas españoles?
¿Con la izquierda? ¿Con la derecha..?
Ana,
Supongo que embarcarme en largas disquisiciones filosóficas y matices de fondo y forma sobre las izquierdas (socialistas, comunistas, anarquistas, etc.) y las derechas (patrióticas, conservadoras, liberales, etc.) sería una manera de eludir tus preguntas, que sospecho mucho más prosaicas. Tomaré el camino más corto.
1. Al día de hoy, siento un entusiasmo sencillamente nulo por el PSOE y el PP.
2. Mi entusiasmo por los grupúsculos de izquierdas o nacionalistas quizá todavía sea más modesto.
3. De mis errores y descarríos propios dan cuenta este Infierno y este Acerca de JPQ. Creo que JAMÁS he caído en la tentación de resumir la realidad a ese simplismo infantil de “izquierda” y “derecha”. Pero esa es, ya, otra historia.
…
Antes de leer tus preguntas, estaba volviendo a leer la Laura de don Pío, a la altura de esta frase: “Desde el extranjero, al menos, lo de España era una cosa oscura”. En esas estoy…
Q.-
PS. Si pudieras apearme de ese barbudo “usted”…
Perdón por la petulancia y gracias por la respuesta, Quiñonero (sin usted, ni nada).