Cuando leí los primeros resúmenes periodísticos del proyecto Nuevo Catalanismo de Artur Mas me pareció que pecaba de ambiguo: ¿decidir? ¿qué?.. ¿no deciden libremente los catalanes de la más diversa sensibilidad, cada vez que votan por este o aquel partido, o cuando dicen si o no en este o aquel referéndum..?
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Cuando Jordi Barbeta desmenuza tal proyecto en La Vanguardia [El derecho a decidir se convierte en el factor clave del nuevo catalanismo], a esas preguntas se añade otra, de una simpleza brutal: ¿no sería más sencillo decir con claridad lo que casi todo el mundo interpreta a su manera, añadiendo nuevos flecos de exégesis y enfrentamientos bizantinos..?
Se atribuye a don Eugeni d’Ors la tendencia al barroco retórico: ¡sería demasiado sencillo llamar por su nombre a un par de huevos fritos!, le objetaba Pla.
Gallego, Fernando Ónega explica de este modo como, a pesar de la ambigüedad calculada, AM se ha convertido “en el nuevo enemigo del patriotismo español”.
La Vanguardia, 22 nov. 07
Mas desde Madrid
Fernando Ónega
El líder de CDC se ha convertido en el nuevo enemigo del patriotismo español
Madrid – y al decir Madrid, digo su prensa, que es la fuente y el desagüe de parte de la política del Estado- recibió la refundación de Artur Mas como una tormenta de granizo. Con diversas graduaciones en la crítica, su conferencia mereció calificativos inmensos, como radical o soberanista, e incluso en algunos micrófonos sonó la palabra más temida: independentista. Ignoro si el señor Mas y su partido han conseguido aumentar la intención de voto; pero es seguro que el líder de CDC se ha convertido en el nuevo enemigo del patriotismo español. Sube al podio donde estaban situados Ibarretxe y Carod-Rovira.
Supongo que esta impresión sorprenderá a los lectores de este diario, pero es lo que hay. Madrid es una especie de torre vigía de la ortodoxia nacional, y las palabras de Mas le han sonado agresivas, separadoras, casi rebeldes y merecedoras de escaso respeto, porque se reciben como fruto de una necesidad de partido y de una irrefrenable nostalgia del poder perdido. ¿Por qué, si el señor Mas se preocupó de no citar ni la autodeterminación ni la independencia? Primero, porque venían precedidas de invocaciones independentistas de otros líderes. Segundo, porque el señor Mas tocó los tres «puntos ge», por no decir las tres médulas de la sensibilidad: el derecho a decidir, que huele a Ibarretxe; la insumisión ante una probable sentencia negativa del Tribunal Constitucional, y la razón de Catalunya frente a la legalidad estatal. Y tercero, porque se teme que haya comenzado una carrera para ganar en soberanismo a la mismísima Esquerra.
O sea, que lo provocado por Artur Mas es miedo; un miedo difuso, como todos los miedos políticos; miedo a un líder que trata de crear su propio espacio y definir su propio pensamiento, y no es el que teníamos previsto cuando pactaba con Zapatero; miedo a un catalanismo que trata de buscar su sitio en España o fuera de España; y desconcierto por este salto de la contribución a la estabilidad de Pujol a algo que desestabiliza el escenario. Por esas razones, su conferencia ha sido incluida en el cuadro político como un paso más de una Catalunya que se quiere distanciar de forma irremediable. Digamos que ha significado pasar otra cuenta en el rosario del desapego.
Las consecuencias serán de terremoto. No quiero pensar en cuántas plumas y micrófonos estarán inflando el globo de la catalanofobia. Pero veo afilar cuchillos contra Zapatero, a quien se hará culpable final del desencanto que aleja a CDC del sistema. Deja en el aire al Rajoy del último discurso de cierre del Estado autonómico y que, tras lo oído, difícilmente podrá contar con apoyo catalanista en la investidura. Con ojos de opinión publicada en Madrid, sólo benefició a Montilla que, al menos, intenta gobernar sin asustar. Y, en el fondo, revela una crisis del nacionalismo; una crisis en el sentido de Gramsci: lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo (el pujolismo) no acaba de morir.
- Cataluña en este Infierno.
“Discurso de cierre del Estado autonómico […] «. La imagen que acude al conjuro de esa expresión de Ónega es la del remolino, la del turbulento y terrible vórtice, pretexto del que se sirvió E. A. Poe para construir el relato “Un descenso al Maelstrom”. Mi conjetura es que si no se produce el “cierre” del Estado autonómico, el vórtice arrastrará a las instituciones del Estado con creciente turbulencia, pues sabemos que la velocidad con que actúa la presión uniformadora, aumenta a medida en que se desciende por el embudo nacionalista. ¿Será la expresión melancólica de la esfinge la máscara que nos acuñe la contemplación del desastre? Miedo y pena.
«Madrid es una especie de torre vigía de la ortodoxia nacional […]”. Qué enorme, de tamaño y peso, cruz le ha cargado a Madrid el estrado del resentimiento, ante la indiferencia de los pusilánimes que no se manchan, ni de tinta, los dedos. Pensaba que, más que torre vigía, Madrid, por ser sede del Parlamento, era faro que con su brazo de luz ayudaba a los temerarios navegantes de la política a arrimarse a la calma de la Constitución, pero Ónega lo pinta con colores más góticos, más del gusto de los rasantes campanarios nacionalistas. Silencio y sombra.
“No quiero pensar en cuántas plumas y micrófonos estarán inflando el globo de la catalanofobia […]”. Espeso argumento e inconsistente lógica característicos de la angostura política y la estrechez de los medios. No hay amplitud, ni movimiento, ni refresco. Así que si te alejas de la Escila nacionalista caes irremediablemente en la Caribdis de la “catalanofobia”. Pesadilla y quimera.
1) Los catalanes no pueden decidir porque los catalanes no existen. El estatut no les da ni siquiera el estatus de asociación de vecinos.
2) Mas ha sido coherente con todo el sector filosófico colectivista. Cree sinceramente que la colectividad catalana existe y debe poder organizarse a su manera. Cree que Pujol ya jugó demasiado a la ambiguedad hasta hacerse antipàtico. Mas no es independentista.
3) Los catalanes quieren hacer de Cataluña un país lindo para vivir. (Al menos creen que lo harán mejor que los castellanos).Los catalanes no son castellanos, ni quieren formar parte de la reserva nordeste de la Gran Castilla. Si no está penado por ley hacer demagogia contra los catalanes, los catalanes se sienten excluidos de eso que dicen que es España pero que no lo es.
Lo que empezó siendo una forma de guerra política ya ha llegado a la calle, a los bares y a los colegios de toda España. El anticatalanismo está más vivo que nunca.
Y no es culpa del Carod, por muy mal que me caiga.
4) Si les quitamos a los catalanes la dignidad para vivir decidiendo. Como reaccionarán?
5) La colectividad catalana no son sólo los catalanoparlantes ni tan sólo los afincados en Cataluña. O España acepta que es catalana y les deja desarrollarse en libertad o no hay estado de derecho y sí fascismo camuflado, y la unión será por la fuerza pero sin harmonía.
6) PARA HABLAR DE NACIONALISMO HAY QUE DISTINGUIR ENTRE NACIONALISMO DE ATAQUE Y NACIONALISMO DE DEFENSA.
Este punto da para mucho más, o sea que lo dejaré para más adelante. Felicidades por el blog.