Antonio López, Madrid desde Capitán Haya, 1987–1994.
Cuando escribía mi Biografía NO autorizada de CJC, mi Antonio Ruiz soñaba con aprender a pintar el esplendor de los cerezos en flor, con un arte apolíneo muy distinto al arte endemoniado de mi CJC, que soñaba con poner a Caína a sus pies, como una furcia que se compra con dinero.
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Descubrí hace días que, en verdad, quizá, la polución bien presente en las panorámicas madrileñas de Antonio López quizá nos anunciaba una relación muy honda entre el smog y la polución moral [Antonio López y la polución moral], cuando mi Antonio Ruiz sueña siempre con la redención espiritual de Caína:
[ .. ] Antonio conquistó Caína con sus vistas panorámicas de la ciudad, contemplada desde la terraza de algunos grandes edificios, cuya perspectiva le permitía construir una visión olímpica del laberinto urbano, tocado por el albo rosado de una luz cenital que quizá era, en verdad, el tema central de sus composiciones: el esplendor de la luz vistiendo todas las cosas con la gracia de una arquitectura celeste, redimiendo la pequeñez atormentada de una ciudad vencida por sus demonios.
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Admirando el arte de Antonio (cuya condición apolínea no estaba exenta de una angustia sofocada en el trabajo diario: ella conocía el dolor físico del joven artista atado con correas de cuero a su cama de sanatorio, cuando el aprendizaje de su arte corría parejo a una enfermedad de los nervios), Celia había tomado el camino inverso. Antonio contemplaba con amor las cosas y los seres más humildes… la cuna de su niña recién nacida; su casa encendida; las luces de la ciudad, hacia el alba. Por razones que desconocía, Celia había comenzado por advertir que sus primeros cuadernos juveniles se poblaban de chillonas aves nocturnas, la infame turba de lisiados y seres tullidos por la vida, perdida el alma y caídos sus cuerpos en infames lugares de solitaria agonía. La almadraba donde se fundaba su merecida gloria no era una colmena laboriosa, si no una trampa donde se perdían, como atunes desnortados, bandas errantes de seres humanos condenados al sacrificio sin redención, que era la ley del triunfo en Caína… La locura de Lázaro.
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Marie says
Unq de las cosas màs bellas que he leido nunca, Mr. Q., desde mi ya larga frecuentacion de este seductor Infierno suyo.
JP Quiñonero says
Mme. Marie,
Una lectura como usted… me gustaría enviarle un ramo de rosas, con este mensaje.
Q.-
Marie says
Las recibo Mr Q. con amistosa simpatia y co,plicidad.
JP Quiñonero says
Mme. Marie,
Entre este diálogo nuestro y las cosas de Mr. Maty y Mr. Rafael, este infierno toma un perfume de consultario radiofónico, espero que sin el final atroz de Miss Lonelyhearts (NW),
Q.-