OscarWildeencontraba refugio en el Cafe Gambrinus napolitano, en la vía Toledo, que Stendhal consideraba la calle más bella del mundo.
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Yo me despierto todavía embriagado por la prosa de Anna Maria Ortese, traducida por Francesc Miravitlles:
“Comenzaba la noche en los Granili, y la ciudad involuntaria se disponía a consumir sus pocos bienes en una fiebre que dura hasta la mañana siguiente, momento en que empiezan de nuevo los lamentos, la sorpresa, el luto, el inerte horror de vivir”.
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“Me acerqué a la ventana de aquella casa que era alta como una torre y miré toda Nápoles: en la inmensa luz, delicada como la de una concha, desde las verdes colinas del Vomero y de Capodimonte hasta la punta oscura de Posillipo, todo era un único sueño, una maravilla sin conciencia”.
El libro de Anna Maria Ortese (El mar no baña Nápoles, Minúscula) es un libro muy bello. Sobre Nápoles. Sobre su juventud. Sobre su vida. Sobre sus pasiones. Sobre el arte y el oficio de vivir. Recuerdo a Pavese: “Basta de palabras. Un gesto…”. Las palabras de Ortese me hablan de las niñas abandonadas muertas, en la playa. «Es curioso que aún no hayamos llegado y ya estamos despedidos«, dice un negro por boca de Mingote. “El ocaso cae sobre las colinas”, afirma la escritora. “No man is an island”, decía John Donne.
estimado J.P.
Tal vez haya que repasar el opúsculo de Espada relativo a un caso muy semejante acaecido hace ya unos años en una playa española.
El tratamiento de la noticia en los telediarios españoles responde al mismo patrón que se utilizó entonces y que se seguirá utilizando: la culpabilización de cualquiera que se halle a cien metros a la redonda o a tiro de teleobjetivo.
la mezcla de pecado original y 210 mm es mortal.
saludos,
M.
Miguel,
Te leo tras un largo vagabundeo tirando nocturnos sin flash… y, en efecto, la literatura en torno a las imágenes puede ser temible. Quizá en otro momento vuelva sobre estas cuestiones…
Q.-