Con el pie en el estribo de un viaje de ida y vuelta, como el loco o el criminal, que siempre vuelven a los escenarios de su perdición, así vuelvo yo a la historia de mi fotógrafo, Dark Lady.
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-Cariño, estás muy nervioso.
-No. Estoy desesperado.
-Locura como la nuestra no hubo.
-No.
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UNA INMORTAL CAÍDA ENTRE LOS MORTALES
Ya bien entrado el otoño, los oscuros reverberos del ocaso caían con prontitud, como cortinones de una polvorienta escena vacía. Y los últimos instantes del día ido daban una luz agonal, que envolvía la figura de la modelo con sus tupidas sombras, proclamando la inminente victoria de la noche que llegaba. Durante unos minutos, unos segundos felices, si la fortuna había sido propicia, Marc podía conseguir algunas instantáneas cuyo revelado -en un estudio próximo a la Columbia- todavía aportaba nuevos misterios: en la plancha de contacto eran perceptibles detalles forzosamente invisibles al ojo del cazador furtivo, descubriendo la posibilidad de otras inasibles realidades. Maravillado, Marc aún podía retocar su obra, acentuando el fulgor del negro azabache, o graduando una escala de grises, para sugerir entre los pliegues de las sábanas el esplendor escultural de una Gracia desnuda, presa, caída en una trampa mortal tras una larga espera clandestina.
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A través de aquella primera serie de desnudos en blanco y negro de su amiga y amante, Marc descubrió un terreno inexplorado para él, formado e iniciado en una disciplina de combate: equipado con una máquina de alta precisión y película de calidad cinematográfica, había aprendido a conseguir por cualquier medio instantáneas únicas de acontecimientos o personajes atractivos por su singularidad, ya fuese un miliciano en el instante de caer abatido en Cerro Muriano, un marine ganando a nado Omaha Beach hacia el alba del 4 de julio de 1944, miss Lavinia Gardner sorprendida en traje de baño en una playa de Tossa de Mar, o al borde del llanto en el hall del Hôtel du Palais de Biarritz. La pasividad del cuerpo desnudo de Elodie, entre las sábanas de la cama deshecha de un hotel de paso, imponía ante sus ojos una belleza de otro tipo, que también era muy distinta a las promesas infantiles y adolescentes que comenzaron a asaltarlo en el dormitorio de Fleury-sur-Loing. Desde la ventana de aquel edificio neoclásico, donde se inició sin saberlo en los misterios de la vida, la mirilla de su Leica III sin película era la prolongación material de sus ojos; y el objetivo de 50 mm. de aquella cámara le había enseñado a mirar, captar y preservar en la tierra virgen de su conciencia las imágenes que deseaba guardar como talismanes, a la espera sin fin del tiempo mesiánico de la resurrección, cuando la trompeta de un ángel haga surgir del polvo de los siglos el cuerpo inmortal de los seres queridos, caminando radiantes por los campos nevados donde los vimos por última vez, siguiendo con la mirada ?en el caso de Marc Thulier? las huellas del furgón donde desaparecieron Pierre Gregnier, Arthur Blondin y Nathalie Bruder-Modiano, confundiéndose en su memoria con el carmín de los labios de su madre, el día de su despedida, cuando le prometió que pronto se encontrarían en una villa de Antibes, con terraza sobre el Mediterráneo. Por el contrario, a través del blanco y negro de la película que era casi su único recurso de trabajo, en Nueva York, durante aquel rodaje, el claroscuro de las sábanas y el níveo rosado del cuello, los senos y caderas de Elodie cobraban el aura de la estatuaria griega de la época helenística: formas perfectas mancilladas por la historia, amenazadas por una furia invisible. Otros objetivos (35, 80 y 130 mm.), otros formatos de trabajo (el 6 x 6 de la Hasselblad 500), le permitirían adentrarse por el laberinto que conducía hasta un tesoro submarino.
Las nuevas fotos que comenzó a tomar con su nuevo equipo -adquirido con cierta precipitación, gracias a un generoso anticipo de Florence Melville, cuando tocaba a su fin el rodaje de los exteriores de Deux hommes dans Manhatan-, Elodie ante la puerta del edificio del último domicilio de Billie Holiday, Elodie en la barra de Ebony’s, Elodie rodeada de chiquillos portorriqueños al pie de un edificio de ladrillo rojo y herrumbrosas escaleras metálicas, Elodie -despeinada, entre risas, azotada por el viento- ante una barandilla, con el Hudson al fondo, instalaban en un mismo plano a una Gracia caída entre los mortales -la silueta encantadora de Elodie-, las huellas de pavorosos fantasmas urbanos y la presencia oracular de las nubes, preludiando la caída de una lluvia atroz sobre las calles vacías de la ciudad sonámbula.
La última noche de aquel primer viaje iniciático a Nueva York, fumando el penúltimo cigarrillo, en un bar del Village donde Melville decidió ofrecer una copa de despedida a su equipo, Elodie le confesó a Marc que -a su manera- también ella encontraba en su nuevo trabajo de modelo una suerte de puerta entreabierta que le permitía introducirse en un museo de seres no siempre imaginarios. Su hábito al tabaco, los tranquilizantes y la hierba quizá venía de la enfermería del internado de Notre Dame-des-Champs, donde una médico sin experiencia, soltera, débil, atormentada e ignorante trató un accidente muy aparatoso pero finalmente benigno con una dosis quizá excesiva de morfina. Y, con el tiempo, de todas sus amigas de entonces, idas para siempre -el coro de gracias que iluminaron con su pálida luz la adolescencia de Marc, Gabrielle d’Alençon, las hermanas Blondin, Nathalie Bruder-Modiano-, ¿no era ella la única que consiguió salvarse y poder aspirar a un puesto en la oscuridad del cielo estrellado de la moda?
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¿De quien son estas fotografías tan bonitas?
Abril,
De Guy Bourdin… están firmadas, buena mujer,
Q.-
jajaja
es verdad, si es que estoy un poco despistada!
… ganas de leer más, señor Q. Me gusta su atrevimiento: se apropia de Capa, de Melville, de Ava y de vaya a saber cuánta gente más… ¿Es usted un posmoderno avant la lettre? Sea como fuere, de buen leer es…
Cuánta razón tienes Quiño…todo vuelve, hasta yo vuelvo.
Abril, Nina, cyberwarrior,
… Abril,
Nobody’s perfect…
… Nina,
… me gustaría llegar a ser yo mismo, y seguir descubriendo fotógrafos/as… me hablan de una joven fotógrafa catalana, VM, MO, o algo así…
… cyberwarrior,
Madre del señor. Eso suena a tango: «Volver, con el alma marchita…» etc. Volver quizá sea nacer un poco,
Q.-
Por que denfeder con tanta euforia un autor tan superficial? GuyBourdin. Qué aporta al ser humano, segun tu, señor Juan Pedro?
Maart,
Guy Bourdin me parece un gran fotógrafo. Un Muy Gran Fotógrafo. ¿Qué aporta al ser humano un gran fotógrafo como él..? Lo que aportan todos los grandes artistas: una visión del mundo, una arquitectura espiritual, una mirada propia y luminosa sobre la crisis de nuestra humana condición…
Q.-