EsquinaPrincesse/DuFour, 1 diciembre 08. Foto JPQ.
-¿Usted no respeta el derecho a la intimidad..?
-Si usted se empeña…
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DEL CHIC CANALLA AL TRASH PRINCIPESCO
Stéphanie/Estefanía de Mónaco cambia de imagen sin cambiar forzosamente de vida, dando un nuevo rumbo a su misma condición de mujer libre, madre alejada de sucesivos matrimonios, artista circense reconvertida en empresaria de lujo, cantante por vocación, modista de tradición erótico subversiva, princesa que luce con tatuajes su libertad de costumbres y sus amoríos no siempre difuntos.
Vogue tuvo la idea de ofrecer a Stéphanie/Estefanía el cargo de redactora jefe de un número especial de Navidad y Fin de año. Y la princesa asume el cargo con mucho brío, para pasar revista a su vida con la gracia de una mujer de mundo, desenvuelta, coqueta, sabia, oscilando entre varios estilos no siempre incompatibles: chic canalla de dos matrimonios de doce y catorce meses, respectivamente; heroin chic de la jovencísima cantante refugiada en Los Ángeles, California, descubriendo como la muerte llama a sus ángeles / amigos tocados con la nieve que no es la nieve de Blancanieves; glamour chic de hija de otra princesa de leyenda; glamour deportivo de la joven diseñadora que barre imaginando bañadores de rompe y rasga; cantante de tonos trash principescos y jazzy pop, innecesariamente millonaria; mamá madura que sabe lo que cuesta ganarse la vida y no duda en abrir una tienda de moda y un restaurante, en la Costa, para dar ejemplo a sus tres hijos de padre hijo de pescatero, guardaespaldas y acróbata circense, respectivamente…
Stéphanie/Estefaníaestodoesoymuchomás. Y lo lleva a flor de piel, con gracia discreta y desafiante, a un tiempo: decidió tatuar su piel, al rojo pasión, para marcar su cuerpo con las huellas de una vida sorbida con pasión a cada instante.
Quizá los tatuajes de la princesa sea la parábola más íntima de su libertad audaz y desafiante, una locura de juventud asumida con el garbo de una señora cuarentona que pudiera parecer diez años más joven, gracias a una dietética y una gimnasia de deportista de alto nivel.
“Jamás se me ha pasado por la cabeza borrar o hacer desaparecer ninguno de mis tatuajes”, comenta Stéphanie/Estefanía, agregando, con irónica simplicidad provocadora: “Mis tatuajes forman parte de mi vida. Son la huella de mis pasiones, mis aventuras, mis deseos, mi forma de entender el mundo y mi libertad. He tatuado mi cuerpo a lo largo de más de veinte años de mi vida. Cada tatuaje, en mi piel, es una huella profunda de momentos inolvidables. No los oculto, jamás, ni siquiera cuanto estoy en bikini. Los tatuajes son, para mí, un símbolo de libertad. Para cada tatuaje elegí un lugar bello de mi cuerpo, en lugares que serán los últimos en envejecer. No me gusta la idea de un tatuaje en una piel arrugada…”
SIDA Y FLORES DEL MAL
A través de sus tatuajes íntimos, Stéphanie/Estefanía evoca de manera elíptica la historia de sus pasiones de juventud. Su primer amor fugitivo. Sus primeras ilusiones mundanas. Su celebridad como cantante. Su pasión por la moda. Su primer matrimonio con el hijo de unos pescateros de Niza. Su segundo matrimonio con un acróbata portugués…
Queda muy atrás la tragedia íntima: la muerte de su madre, aquella tarde de 1982, cuando el automóvil deportivo que conducía Grace de Mónaco se precipitó por una de las cornisas donde Grace Kelly se había abrazado con Cary Grant, en unas secuencias filmadas por Alfred Hitchcock. La princesa ya madura mira hacia atrás sin ira, pero con melancolía. De su madre guarda la imagen de una mujer muy bella, enamorada de un padre principesco que la hija recuerda por su humor más negro.
Como princesa, Stéphanie/Estefanía asume sus responsabilidades oficiales. Su hermano, el príncipe reinante en su diminuto reino de opereta cosmopolita, fue su primer amigo y su primer cómplice, consagrado ahora a inventar el Mónaco – Monte Carlo del siglo XXI, robando tierra al mar, construyendo un reino de nuevo cuño, orgulloso de su frágil independencia en la nueva geografía del poder, la influencia, el lujo y las instituciones internacionales.
Stéphanie/Estefanía asume con rigor sus nuevas responsabilidades, como princesa, como presidenta del Festival mundial de circo de Mónaco – Monte Carlo, como presidenta de Fight Aids Monaco, sin esquivar las huellas inolvidables de su pasado íntimo. En definitiva, tras la reforma constitucional deseada por su padre y consumada por su hermano, recuerda la princesa, sus tres hijos, también están en la línea sucesoria. Carolina y sus cuatro hijos la preceden en el ranking sucesorio. Pero ella misma y sus tres hijos no pueden olvidar su puesto en el orden de una hipotética sucesión.
LouisyPaulineDucruet,hijosdelprimermaridodelaprincesa, de quien se divorcio tras una penosas fotografías con el bañador caído, en una piscina, víctima de una pasión apremiante, también son herederos de los Grimaldi. Como Camilla Gottlieb, hija de una pasión circense de su madre. Corriendo un tupido velo sobre dos matrimonio fallidos en doce y catorce meses, Stéphanie/Estefanía exige para sus hijos el respeto debido a los posibles herederos de un reino defendido por su linaje familiar desde hace seis siglos, en un diminuto peñón que fue sucesivamente genovés, español, italiano y francés, para recobrar siempre una independencia que es la divisa familiar más honda.
De ahí, quizá, el orgullo con el que la más joven de los Grimaldi avanza y luce con elegancia sus otros talentos de cantante y modista de moda.
Stéphanie/Estefanía fue millonaria en dólares, cantando y vendiendo discos, antes que existiera el euro. Y pudo hacer una carrera en California, donde vio como algunos de sus amigos se quedaban tiesos en una bañera de lujo, víctimas de la basura de caballo o la nieve sucia comprada en los hoteles de Beverly Hills.
LA PRINCESA Y OTRAS MARIPOSAS NOCTURNAS
Y reclama un puesto propio en la historia de la moda europea de finales del siglo XX. “Yo inventé cosas que luego asumieron grandes modistos”, dice la princesa, orgullosa de sí misma: “Me divertía ser creadora de moda. Estaba muy por delante de mi tiempo. Cuando creé mi línea de ropa sport, Pool Position, yo inventé los leggins en algodón stretch. Fui la primera, con Asedien Alaïa en imaginar la ropa de moda en lycra. Las vendedoras de los grandes almacenes, y muchos fabricantes, pensaban que estaba loca. Luego…”.
Luego… la princesa decidió sentar cabeza. Dentro de un orden. Quedan muy lejos sus canciones inspiradas en Las flores del mal de Baudelaire. Adios a la California que se precipitaría en heroin chic y otras locuras de juventud. Sobre su marido pescatero, mejor correr un tupido velo. ¡Dejarse fotografiar con el culo al aire, el esposo de una princesa! Exit igualmente el marido acróbata de circo. La princesa se debe a su rango. Y a sus hijos. A las leyendas familiares, que ella cultiva con pudor: “Todo se lo debo a mis padres. Mi madre me decía: “Sé tú misma”.. “sé fiel a ti misma”… “be true to yourself”.
Esa fidelidad también pasa por la construcción de una imagen de sí misma, siempre cambiante. Hace veinte años, la princesa se dejaba fotografiar por Helmut Newton, en su pueblo, Mónaco – Monte Carlo. Hoy son Mario Testino, Thomas Lagrange o Peter Lindbergh quienes disparan sobre ella, intentando captar algo del perfume y los pigmentos de colores de una piel de mariposa fascinada y curtida por las luces artificiales de la vida nocturna más cosmopolita. Detrás de ese ejemplar único de princesa de la noche, esperando el Vladimir Nabokov que encuentre su nicho exacto, en el catálogo de las más bellas mariposas de la Costa Azul, la princesa revolotea sin cesar por los senderos más oscuros y tentadores de un reino encantado.
Estefanía,pastopublicitario.
Eduardo Laporte says
Vaya ‘momento paparazzi’! Desde luego la chica está patifláquica total…
JP Quiñonero says
Eduardo,
Si, pero…
Q.-
PS. NO me he olvidado de los negocios cubanos… pero he tenido un fin de semana muy complicado.
Eduardo Laporte says
Estimado Q, no te preocupes. Voy pulsando teclas por si de pronto alguien justo está con las manos en la masa en esa lid, pero ya digo, don’t worry. Que en la semana entrante me pongo a dar la tabarra hasta el mismísimo Raulito. Gracias!
*Estoy fatal, ya no sé sumar 5+8.. A ver ahora…
JP Quiñonero says
Eduardo,
Hombre, eso es muy sencillo… 5+8 = 17…
Q.-