Interior, rue Bonaparte, 12 mayo 2010. Foto JPQ.
¡Existo…!
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Santos Sanz Villanueva ha tenido la generosidad de rescatarme para la historia de la novela española durante el franquismo.
Y José-Carlos Mainer saluda con simpatía el rescate, entre otros rescates que me apresuro yo mismo a rescatar para este Infierno:
La «anormalidad» franquista y la novela
JOSÉ-CARLOS MAINER
La historia de la novela española posterior a 1939 ha sido habitualmente contada como un relato unitario, dotado de principio, trama y fin. Lo hizo el veterano y admirable libro de Eugenio G. de Nora, La novela española contemporánea, al presentarla como la conclusión de una marcha que la narrativa española emprendió en 1898 en pos del realismo crítico. En 1970, el expresivo subtítulo que Gonzalo Sobejano puso a su Novela española de nuestro tiempo, ‘En busca del pueblo perdido’, explicitaba mucho de su propósito, igual que -aunque de otro modo- lo hacía el de ‘Historia de una aventura’ con el que José María Martínez Cachero apostillaba su título de 1972, La novela española entre 1939 y 1969: el primero contaba un despertar político-literario en tiempo de penitencia y el segundo exoneraba paladinamente al franquismo de cualquier responsabilidad en el desaguisado. Incluso quienes se han asomado a este recuento desde la condición de partícipe o la de observador ocasional han adoptado la misma perspectiva causal: pienso en la excelente síntesis de Aranguren, ‘El curso de la novela española contemporánea’, incluida en sus Estudios literarios (1976) y en el reciente testimonio de Miguel Delibes, España (1936-1950): muerte y resurrección de la novela (2006).
Conviene recordar todo esto porque al último libro de Santos Sanz Villanueva, La novela española durante el franquismo, (1) no le faltan antecedentes ilustres en la idea de contar esa historia como una unidad de sentido. Y pocos están tan autorizados para volver a hacerlo: se acreditó con un libro juvenil pero importante, Tendencias de la novela española actual (1972), luego con un panorama fundamental e insuperado, Historia de la novela social española (1942-1975) (1980), y después mediante bastantes monografías sobre autores, además de un largo ejercicio como crítico de la actualidad literaria. También ha querido que un subtítulo revelador amalgame las casi seiscientas tupidas páginas de La novela española durante el franquismo: Itinerarios de la anormalidad. Porque el franquismo -que el título no esconde- ha sido precisamente la negación de cualquier normalidad lingüística y política y porque lo que aquí se cuenta son los pasos del «derecho de la novela a desprenderse de agobios y opresiones»: lo que vale decir de cortapisas externas y de mentiras u ocultaciones afrentosas, pero también de misiones redentoras imaginarias, de encapsulamientos egolátricos o de complicaciones formales gratuitas. La «normalidad» no niega estas últimas como ingredientes estéticos, por supuesto, pero les hace perder su carácter militante o trascendentalista.
Este planteamiento ha llevado a tomar dos decisiones quizá discutibles pero muy coherentes. Por un lado, se ha excluido la narrativa producida en el exilio (de la que Sanz Villanueva es un estudioso precoz y meticuloso, por cierto) ya que en ella no contaban directamente los condicionantes del franquismo; por otra parte, el historiador ha analizado las obras de todos los autores que empezaron a publicar antes de 1975 hasta llegar a sus novelas de nuestros días, con lo que este libro presenta una «literatura durante el franquismo» donde éste parece seguir contaminando lo que tocó siquiera fuera en sus inicios, al modo del pecado de Adán y Eva que concierne también a las generaciones sucesivas. Podría discutirse si el lugar de esa prolongación debe formar parte de la semblanza y trayectoria de cada autor, como se ha hecho, o si habría de ocupar un lugar específico y aparte. En este caso, su arranque estaría en el estupendo capítulo final -que estudia el grupo leonés (Luis Mateo Díez, Merino y Aparicio) y la aparición de «el caso Mendoza», justo en la primavera de 1975- y su desarrollo ampliaría mucho las brillantes pero muy breves páginas de la ‘Coda final: la narrativa en el tiempo de la Transición’, algo de lo que un día Santos Sanz Villanueva hablará largo y tendido. Y así lo esperamos sus lectores de ahora…
Pero esos son los derechos de quien, con toda legitimidad científica a su favor, ha preferido construir un libro «entre el ensayo y la monografía informativa», sin aparato crítico ni bibliografía acurrucada a pie de página (aunque a veces se aloja en su propio texto, con menciones nominales de los estudiosos). Quien habla, a fin de cuentas, es un lector voraz y ponderado que en una frase sabe resumir un juicio más extenso, como cuando define la «impresión de adanismo, escritura poco decantada» de los primeros libros de Matute, la «creativa aleación de dureza y profunda piedad» de los últimos de Juan Marsé, el «ternurismo delicuescente» que malogra alguna novela de Sampedro, la indecisión de Delibes entre «subjetivismo y distanciamiento», el paso de Javier Marías a la «novela como estructura mestiza, flexible y discursiva» o el lugar de Castillo Puche, «ni común, ni cómodo», siempre «poderoso y algo desmesurado». Alguna certera apreciación biográfica también da en clavo, así sea cuando se refiere a la «estampa personal inconfundible» de Martín Gaite, a la «fatuidad arrogante» de Cela o a la errancia final de Torrente Ballester entre la «presencia mediática y la literatura para hacer dinero».
Se puede disentir de algunos pero no hay juicio gratuito en este libro de madurez y análisis, claramente favorable a una novela con fundamento en la realidad, aunque la gama de sus posibilidades pueda incluir a Francisco Umbral («asociación extrema entre vida y literatura») y una abierta y meditada defensa de la novela de Manuel Vázquez Montalbán, frente al «reconocimiento cicatero de la crítica». Y no se puede por menos que agradecer su rescate de escritores mal o poco leídos: desde Castillo Navarro, Pablo Antoñana y Félix Grande a Mario Lacruz, Isaac de Vega o el último Juan Pedro Quiñonero. Por parte del autor, no hay ninguna pretensión de reprochar olvidos sino de subsanar las lagunas que crea la rutina, como tampoco la hay de subvertir la periodización habitual aunque la use siempre con alguna sorna escéptica, salvo cuando defiende, con buenas razones, la existencia de una «generación de 1968», como ya había hecho en otras ocasiones. No es, sin embargo, un entusiasta incondicional de ella, como tampoco lo es de aquellos otros escritores de los años cincuenta inquietos, bastante crédulos y muy ambiciosos, que dejaron una «mínima huella en la historia literaria», desbancados por la promoción de realistas críticos. A propósito de aquellos, nadie -salvo los propios interesados- echará de menos que esta meticulosa historia de la novela durante el franquismo no mencione la «novela metafísica» de los primeros sesenta, invención del crítico, novelista y funcionario de Información y Turismo Manuel García Viñó: en definitiva, fue otra demostración de los «itinerarios de la anormalidad» que aquí se nos cuentan con tanta sabiduría.
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(1) La novela española bajo el franquismo. Itinerarios de la anormalidad. Santos Sanz Villanueva. Gredos. Madrid, 2010. [ .. ] [El País, 5 junio 2010. José Carlos Mainer, La «anormalidad» franquista y la novela].
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Volveré yo mismo sobre el libro de Santos Sanz Villanueva, que quizá sea el estudio más importante que se ha escrito sobre una cuestión esencial, para nosotros, para nuestra historia: la existencia o inexistencia de una arquitectura espiritual / cultural de España, durante el franquismo.
- Crítica literaria, Culturas, Literaturas en este Infierno.
Estupenda noticia, Q, esperamos tu lectura de conjunto del libro de Sanz Villanueva, que el comentario de Mainer ya hace apetitoso…
Mercè,
Mañana o pasado me paso a la fina literatura, oye.
Q.-
El libro de Sanz Villanueva sobre la literatura española durante el frnaquismo lo estoy utilizando como guia imprescindible para un plan de lectura que me he propuesto y por el cual llevo leidos más de 30 libros y tengo en espera cerca de 70 más que he ido adquiriendo en librerias de libros descatalogados de España, pues en mi país (Argentina) es muy dificil obtenerlos.
El propósito de esa lectura es tratar de entender a España y los españoles un poco más, ya que la lectura de obras de ensayo no me han provisto de luz al respecto. Quizás la lectura de obras de ficción donde pueda comparar y vincular personajes y situaciones vividas en la ficción durante la GCE, en la inmediata postguerra y durante el gobierno franquista, me permita comprender algo que para mi es una incognita aún no develada ¿Que hizo que los españoles soportaran sin rebelarse ese régimen durante 36 años? Quizás el propósito es demasiado ambicioso, pero vale el intento por lo enriquecedor del conocimiento.
Federico,
El libro de SSV tiene una gran ventaja sobre casi todos… CUENTA POR LO MENUDO quienes se resignaban, quienes eran cómplices, quienes esperaban, quienes resistían, quienes intentaban construir otros mundos y otras realidades…
LA CRÍTICA DE ESE TIPO ESTÁ DESAPARECIENDO: ahora lo que «manda» es una crítica pasada por agua, agua sucia, en la mayoría de los casos,
Q.-