Rue de Monceau, 16 enero 2013. Foto JPQ.

Gilberte… el amor infantil que perdura más allá de la muerte de los testigos y protagonistas, vencidos por el tiempo, invictos en la tierra inmortal de la memoria.

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Gilberte Swann… futura Mlle. de Forcheville -tras la muerte de su padre y el matrimonio en segundas nupcias de su madre, culminando una vida que comenzó posando desnuda para Elstir- y Mme. de Saint-Loup -emparentando entonces con los Guermantes, con quienes sostuvo durante toda su vida una relación snob y pasional por ambas partes, hasta que ella misma entró en el salón de la duquesa Orianne, años antes que el Narrador volviera a cruzarse con su madre, Odette de Crécy, ya gastada por la edad -ella, que fue una suerte de “amor de sustitución” de su hija, cuando el Narrador corría a la Allée des Acacias (El bosque de las Amazonas) para enterrar en su contemplación la angustia provocada por la ausencia de Gilberte en los jardines de los Campos Elíseos- escuchando entonces esta frase que salía del manantial de su conciencia, “Yo soy la Allée des Acacias”; la frase talismán a través de la cual todos los amores del Narrador, Albertine, Orianne de Guermantes, la misma Odette y su hija, Gilberte Swann, se confunden para siempre, con la silueta grácil de la niña de 12 o 13 años que le descubrió los tormentos y misterios del amor.

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