“Fin de la cita”.
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La historia es de una trivialidad consternante.
Pero me ha hecho gracia que Fernando Ónega la recuerde, en La Vanguardia de hoy.
Es cierto: fui yo quién introdujo la muletilla del “fin de la cita” en la retórica políticoperiodística carpetovetónica, durante mis años de corresponsal de la Cadena SER, mucho antes de que me echaran de muy mala manera.
Por aquellos años, cubrí el ingreso de España en la antigua CEE. Y viajé mucho, como enviado especial de la SER, por toda Europa y Oriente Medio. Recuerdo con cariño mis viajes a El Cairo (asesinato de Anwar el-Sadat) y Atenas (una olvidable cumbre europea). Recuerdo con melancólica emoción la noche del “si” definitvo al ingreso español en la CEE, con Fernando Morán de ministro de AS: no me dejaron estar en directo, ante los micrófonos, para dar la noticia (no se podía cortar “emisión” de El Loco de la Colina), ni para narrar el acontecimiento. Lo hicieron todo desde Madrid, con las entrevistas y crónicas que yo envié y sospecho perdidas, helás.
De aquellos años data el primer “fin de la cita”. Tuve el honor de ser caricaturizado por los colegas de un programa de humor que tenía su gracia. Y mi “fin de la cita” era la coña marinera que me caía como obligado sambenito.
Han pasado algunos años. Y Fernando -que era el director de informativos de la SER, mi jefe- lo recuerda con cariño, también.
Abrazos, Fernando.
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Fin de la cita
Fernando Ónega
A medida que pasan los días, se pierde la memoria de la literatura del discurso político y queda la esencia de su mensaje. En el caso de Mariano Rajoy y su explicación parlamentaria del escándalo Bárcenas, lo que queda es una frase sin verbo de cuatro brevísimas palabras: «Fin de la cita», exitosa por haberse repetido una docena de veces. Del resto ocurre lo de siempre: quienes creemos en la inocencia de Rajoy seguimos creyendo, quienes dudan siguen dudando y quienes lo quieren vapulear tienen argumentos para seguir haciéndolo. El «fin de la cita» parece el hallazgo dialéctico fundamental. Aunque ha pasado casi una semana, no hay día sin cita del final de la cita.
Por ello, este cronista desea hacer dos homenajes. Uno, al corresponsal Juan Pedro Quiñonero, quien durante décadas utilizó ese recurso en sus crónicas radiofónicas para Luis del Olmo, como sustituto verbal del entrecomillado: en la radio no se ven las comillas. Fue un hallazgo que terminó por darle minutos de gloria al presidente en los ecos de las redes sociales: tuvo más impacto en Twitter que su proclamación de inocencia. El segundo es un reconocimiento al documentalista: tal como se perfila el debate político en este país, quien tiene un buen archivo tiene un tesoro. La sesión sobre Bárcenas lo ha vuelto a demostrar.
Parafraseando al poeta, se podría decir que el archivo es un arma cargada de pasado. Gracias a él, se puede amnistiar o indultar todo, menos la palabra. Lo dicho, escrito y publicado tiene más duración temporal que los hechos. Y, como instrumento de ataque al adversario, es una auténtica arma de destrucción masiva. Sobre todo, cuando la clase política tiene una biografía tan extensa. Rubalcaba ha sido tanto tiempo portavoz de gobiernos y oposiciones, que tiene frases que sirven para justificar al PP o conducir indignados; depende de quien las encuentre y cómo las quiera utilizar. Rajoy habló durante tantos años, que divierte descubrir que no es tan previsible como presume. Y los partidos han prometido tantas cosas, que se puede llenar la Enciclopedia Británica de contradicciones entre promesas y obras de gobierno. Todo está en los archivos. De todo ello obtengo una deducción. El cambio político se consumará el día en que se produzcan estos dos insólitos fenómenos: que haya suficientes ideas nuevas para que no resulte imprescindible echar mano de lo ya dicho y que los líderes sean tan jóvenes que no haya archivo de sus contradicciones. Esa será la renovación… La Vanguardia, 6 agosto 2013.
- Personal y Periodismo en este Infierno.
!!! Grato recuerdo, oye…
Irene,
¡¡!!! … si, menudencias sensibles, o algo así, si,
Q.-
Genial, oiga.
Laura,
Anda, anda…
Q.-