Lanzamiento Antena 3, 25 enero 1990. Foto Gonzalo Cruz.
Manuel Martín Ferrand era un maestro capaz de gastarse mil euros en invitar a cenar a un discípulo y amigo, dándole, a los postres una penúltima lección de historia gastronómica, que también era una lección de historia, periodismo y amistad.
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Casi fue ayer… descuelgo el teléfono, y es Manolo: “Quiño, voy a pasar un par de días en París, con mi mujer. Me gustaría invitarte a cenar, con la tuya. Reserva mesa en el antiguo Lucas Carton, del que se ha hecho cargo Alain Sanderens, un maestro”. Era, es, el restaurante donde, en otro tiempo, de Gaulle invitaba a comer a Sulzberger, del New York Times.
Aquella memorable cena le costó a Manolo más de mil euros de la época (una década, corta). Y me permitió continuar aprendiendo de un maestro que llevaba años y años dándome lecciones de periodismo, cultura y amistad, desde que yo desembarqué en Madrid para trabajar como intrépido reporter Tribulete, en el difunto Informaciones. Manolo había creado dos grandes instituciones, Hora 25 (la primera radio libre, tras el agonizante “parte” franquista) y un programa semanal, en TVE, con Alfredo Amestoy, otro de mis grandes maestros, algo así como un hermano para el Martín Ferrand de aquellos años.
Volvimos a cruzarnos en Barcelona, donde Manolo pasó una temporada dirigiendo un periódico de referencia, acompañado por el malogrado Josep Pernau. Me abrió las puertas de la primera Antena 3, invitándome a escribir la primera revista de prensa europea de la radio española. De manera irregular, coincidíamos en Serrano 61, en algún premio. Y Manolo, que podía ser algo entre padre y hermano mayor, me recibía con los brazos abiertos, presentándome la actualidad carpetovetónica con una sentencia que nunca era jupiterina y siempre era implacable, irónica, fatal.
Desde hace años, Manolo solo escribía columnas de periódico, con una libertad de tono única en su género. Y esas columnas, modélicas, él las escribía con la desgana sabia del gran periodista condenado al columnismo, tras haber ejercido con un talento excepcional todos los géneros periodísticos en todas las secciones de todos los medios escritos o audiovisuales de su tiempo. La columna tiene la ventaja de la comodidad y el brillo; y el inconveniente de su lejanía de la calle, donde el periodista de raza bebe, aspira y se nutre de la materia que es su curro y su sangre.
Cuando me dieron el premio Rodriguez Santamaría, Manolo y Marisa Ciriza hicieron unos retratos cariñosos y generosos. Cuando le dieron el premio a él, su retrato lo hizo don Guillermo, Guillermo Luca de Tena. Manolo me puso un @ hablándome de su melancolía íntima: “Qué quieres que te diga, recibir este premio cuando has dejado de hacer periodismo”. Era una forma de hablar, que también habla de su ironía gallega, su humor sabio y generoso con todo y con todos, pero sencillo y discreto ante sí mismo. Me pareció su lección más honda: la del periodista que añora los años de su iniciación como reportero, gastando su vida en contar una historia que es la suya, la nuestra, con una pasión febril por la verdad, el descubrimiento, los detalles, el color, la materia de toda una santa vida consagrada a intentar contar lo que puede contarse, con limpieza, claridad y precisión. Manolo Martín Ferrand, un repeto, oigan. Un Señor.
- Periodismo y Personal en este Infierno.
maty says
He seguido su labor desde la creación de Antena 3 Radio. Siempre me pareció, desde la distancia, un grandísimo profesional y una excelente persona.
Mis condolencias a familiares y amigos.
– Saludos –
JP Quiñonero says
Maty,
Amén,
Q.-
J. Moreno says
Ha desaparecido todo un caballero del periodismo.
Tenía una voz que impresionaba…….
JP Quiñonero says
J.Moreno,
Amén..
Q.-
Antonio says
¡Coño Maty! ¿tú por aquí?
Saludos.