Izquierdas, balcanizadas; derechas, divididas y sin proyecto conocido.
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Francia ha entrado en un campo de minas políticas…
La Asamblea Nacional ha aprobado por 265 votos a favor, 232 votos en contra y 67 abstenciones el proyecto gubernamental de 50.000 millones de euros de economías y recortes, durante los próximos tres años. Pero las condiciones de esa aprobación dejan al descubierto un paisaje político en ruinas.
En un clima de gran tensión política, la tarde del martes, Manuel Valls defendió los 50.000 millones de recortes con estos argumentos: “Francia lleva casi cuarenta años viviendo a crédito, pagando con deuda pública un bienestar hipotecado. Los intereses de la deuda cuestan a los contribuyentes franceses más de 45.000 millones de euros, cada año. La credibilidad de Francia pasa por el saneamiento de nuestras cuentas públicas, el recorte del déficit y el control de la deuda, para recobrar nuestra independencia financiera”.
Esos 50.000 millones de recortes debieran repartirse de este modo:
-18.000 millones de recortes estatales.
-11.000 millones de recortes en los presupuestos de las colectividades territoriales (municipios, departamentos, regiones).
-10.00 millones de recortes en las administraciones de la seguridad social y los hospitales.
-11.000 millones de recortes en los presupuestos de protección social.
Un reparto que Valls considera equitativo, de complejísima realización práctica.
Valls se ha dado de dos a tres años para realizar tales “economías”, que requerirán un largo rosario de decretos y proyectos de Ley, sometidos todos ellos a nuevos debates parlamentarios, a lo largo de los próximos meses y años. Cada medida deberá ser discutida, leída y aprobada. Se anuncian, pues, dos largos años de interminables debates y tensiones parlamentarias, con un alcance político que el primer ministro francés, nacido en Barcelona, resumió ante la Asamblea Nacional en estos términos: “El resultado del voto de hoy condicionará la legitimidad del gobierno de Francia, su capacidad de gobernar, y, sobre todo, la credibilidad internacional de Francia”.
La aprobación “raspada” y las condiciones del voto confirman que Francia entra en una etapa política inflamable.
El presidente Hollande tiene una mayoría parlamentaria aritméticamente sólida. Pero los recortes han introducido un factor de división, fragmentación y balcanización de todas las izquierdas.
41 de los 291 diputados socialistas se abstuvieron. Se trata de una minoría sólida, que puede crecer. Las minorías ecologista, comunista y de extrema izquierda (unas decenas de diputados), se abstuvieron o votaron contra. Esa tensa fragmentación augura futuras tensiones, cuando los mismos diputados deban votar a favor o en contra de proyectos altamente simbólicos, como la congelación de los sueldos y pensiones de los funcionarios. ¿Cómo reaccionarán los sindicatos?
El centro y las derechas sufren de divisiones menos graves, pero igualmente significativas.
Varios diputados centristas y conservadores se abstuvieron y rompieron la disciplina de voto contra el gobierno, avanzando argumentos de este tipo: “No debemos ser sectarios y votar contra medidas que nosotros mismos hemos defendido en otras ocasiones”. Argumento moral que siembra semillas de duda y división entre unas derechas que oscilan entre el rechazo y la comprensión inconfesable hacia un Manuel Valls muy popular entre la opinión pública y muy impopular entre las izquierdas.
Francia no ha cumplido ninguno de los proyectos de convergencia europea concebidos con el lanzamiento del euro (1999 – 2002). Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy pidieron “aplazamientos” y “nuevos plazos” para cumplir unos compromisos europeos siempre incumplidos. Hollande comenzó anunciando que no cumpliría el Pacto fiscal de 2012. Elegido presidente, el mismo presidente hizo votar ante la Asamblea Nacional ese Pacto. Dos años más tarde, el proyecto de cumplimiento de la disciplina europea divide, fragmenta y balcaniza a la misma Asamblea, errante en sus propias nubes tóxicas.
Nombrado primer ministro el 31 de marzo pasado, Manuel Valls recibió del presidente Hollande esta primera consigna: “Debes conseguir que Europa se crea nuestras promesas”. Promesas que pasan mal o muy mal entre la mayoría parlamentaria socialista, anunciando futuras e inflamables batallas.
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