He leído el poema de Eliot muchas veces…
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… en inglés, en francés (traducción de Pierre Leyris, La terre vaine) y en español (traducciones de José María Valverde, La tierra baldía, y José María Álvarez, La tierra asolada).
Descubro ahora, con mucho retraso, la traducción de Jaime Tello, La tierra estéril, que justifica su trabajo de este modo:
“He preferido el título de Tierra estéril al de Tierra baldía por la simple razón de que “baldío” significa tierra virgen, en espera de ser cultivada, que no es el caso. En efecto, según Miss Weston (From Ritual to Romance, 1920) existe una frecuente representación del misterio de la muerte y del renacimiento en la historia de un reino donde, habiéndose debilitado o destruido las fuerzas del monarca por enfermedad, vejez, o por las depredaciones de la guerra, la tierra se hace estéril y la tarea del héroe es restaurarla”.
“La tarea del héroe es restaurar la tierra estéril, víctima de…” [ .. ] “Redimir los baldíos víctimas de incontables guerras fratricidas”.
Tarea heroica, muy semejante a la locura del Lázaro de mi novela:
“Nadie en su sano juicio se había quedado en aquellas parameras, si no era maniatado por la pobreza, las deudas, o la incapacidad de los vivos, llegados a cierta edad, de romper el cordón umbilical con el que los muertos intentan atarlos ya para siempre a la fosa común. Incluso la resistencia estéril de los acebuches era un acto de demencia inútil, con el que aquellos olivos silvestres afirmaban la supervivencia, amenazada, pero todavía con vida, en cuarentena, de unas semillas caídas y fecundadas por azar en una tierra inhóspita, donde la mano del hombre había conseguido hacer crecer algunos magros frutos. Palmo a palmo, Lázaro conocía los límites de aquella tumba, florida con el sudor, el esfuerzo y la vida entera de sus antepasados, gastada entre los áridos bancales donde, año tras año, los almendros volvían a florecer, a primeros de febrero, vistiendo el valle con el albo rosáceo de sus flores, frágiles y quebradizas, prontas a morir, tras una nueva noche de helada…”
Así concluye el primer volumen de mi trilogía de Caína: Biografía NO autorizada de CJC. Una parábola de la historia cultural de Caína. Personales e imaginarios de la historia cultural de las Españas. Cela, Sender, Truffaut, Fellini, Ana María Matute, Francisco Umbría y muchos muchos otros. CJC legó sus últimas propiedades a un misterioso Lázaro Novel, cuyo destino se confunde con el proyecto manicomial de intentar redimir los baldíos víctimas de incontables guerras fratricidas, dando al legado último de Celia el sentido de una fábula épica y moral sobre el atormentado puesto de Caína en la historia: La locura de lázaro.
Mientras espero a la Dama del Lago en San Jordi le dejo esta humilde recomendación, si no le ha llegado.
http://www.planetadelibros.com/intemperie-libro-90800.html
Una buena novela, corta, dura. Estiércol y olivos, tierra yerma, baldía, estéril y sequía pertinaz.
Armando,
Te agradezco la sugestión, que, efectivamente, tiene muy buena pinta.
Gracias,
Q.-