En su biblioteca también se escribieron algunos de los primeros versos de la Négritude.
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ENA, Avenue de l’Observatoire, 16 abril 2015. Fotos JPQ.
Una sola cifra resume la importancia capital de la Escuela National de Administración (ENA): en setenta años de historia, ha formado a tres de los siete presidentes de la V República, Valéry Giscard d’Estaing, Jacques Chirac y François Hollande.
En su día, Antoine Durrlemann, ex director de la ENA, me contó de este modo la importancia de la Escuela en la historia de la formación de las élites políticas francesas:
-La ENA fue creada por el general de Gaulle el mes de octubre de 1945, con dos objetivos. Primero, democratizar la administración francesa. Hasta entonces, la administración se nutría a través de concursos, oposiciones, muy elitistas, muy marcados socialmente. La ENA se creó para realizar una selección más democrática de los futuros funcionarios y altos funcionarios, para dar nuevas oportunidades a estudiantes que no pertenecían a medios favorecidos. Al mismo tiempo, la Escuela también fue creada para favorecer el ascenso social de pequeños funcionarios. El segundo gran objetivo de la ENA fue la profesionalización. La necesidad de crear una alta función pública capaz de dirigir la modernización del país. Formar una función pública capaz de actuar, trabajar en la gestión del proceso modernizador de Francia, a partir de 1945, estar al frente del proceso de reformas indispensables. Esos dos primeros objetivos se basaban en un sistema de selección muy riguroso, seguido de un modelo educativo original, muy práctico. Un sesenta por ciento de nuestros profesores son actores de la gestión y la vida pública, prefectos, inspectores de finanzas, diplomáticos. Un veinte por ciento de nuestros profesores son universitarios. Y otro veinte por ciento viene del sector privado, grandes directores, responsables de empresas de consultores. Nuestra enseñanza es eminentemente práctica.”
Entre 1945 y 1.958, el año de la fundación de la V República, la ENA formó a varias decenas de ministros y centenares de altos funcionarios: ellos fueron los grandes artífices de la modernización de Francia, impulsada por de Gaulle y Georges Pompidou.
Durante los cincuenta años transcurridos, desde entonces, la ENA ha formado a tres jefes de Estado, una veintena de primeros ministros y centenares de prefectos y altos funcionarios. El “enarca” es en Francia un personaje simbólico e influyente en todas las áreas de la vida pública y privada. ¿Cuales son las reglas de la excelencia de la ENA?
Antoine Durrlemann las describe de este modo: “La escuela tiene dos grandes objetivos: formar expertos del sector público; pero expertos que sean capaces, al mismo tiempo, de la excelencia en materia de gestión… expertos capaces de concebir y realizar proyectos, expertos capaces de crear sus propios equipos de gestión, en el terreno de la vida pública, nacional e internacional. No nos encerramos, de ninguna manera, en el terreno de la eficacia técnica, o la gestión. Queremos formar expertos que sean grandes gestores; y gestores que sean grandes expertos.”
La excelencia de la ENA obedece a otro principio esencial: la descentralización. En París, su sede ocupa un edificio de la vieja tradición colonial, de inspiración “moruna”. Sin embargo, la sede de Estrasburgo es el “navío almirante” de un desafío europeo: la Escuela esencialmente francesa también aspira a formar las nuevas élites de funcionarios europeos.
La formación multidisciplinar de la Escuela (gestión, economía, derecho, administraciones públicas, etcétera) ofrece a una élite política, administrativa y empresarial un perfil selectivo que, con el tiempo, también ha cobrado una vaga dimensión humanista.
Entre la Sorbonne y la biblioteca de la sede parisina de la ENA, frente a los jardines del Luxemburgo, nació el movimiento cultural de la “negritud”, a través de los dos más grandes poetas negros, franceses, del siglo XX, Léopold Sédar Senghor y Aimé Césaire. El futuro presidente y patriarca del Estado libre de Senegal, académico francés (Senghor), se formó en la biblioteca de la ENA. El poeta subversivo y anti colonialista (Césaire) escribió sus primeros versos en esa misma biblioteca.
En otro plano, menos solemne, François Hollande besó por vez primera a Ségolène Royal en el patio “andaluz” del edificio “moruno” de una ENA donde ambos comenzaban una carrera que terminaría en el lecho de plumas del amor, donde fueron concebidos cuatro hijos, antes que la traición amorosa y la rivalidad política por el Elíseo los desuniera en el campo de batalla de la guerra política sin cuartel.
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