Gran maestro… [ .. ]
Michel Tournier (París, 1924) murió a las siete de la tarde del lunes en Choisel, una pequeña localidad de seiscientos habitantes, donde residía desde hace medio siglo, en un antiguo presbiterio, dejando tras si la estela luminosa de un narrador magistral.
A las pocos minutos de conocerse la noticia, Bernard Pivot escribía en Twitter la mejor de las necrológicas: “Michel Tournier se ha reunido esta noche con los grandes nombres de la historia de los mitos, de quienes fue un genial novelista”.
Autor de una obra novelesca relativamente breve pero fulgurante, germanista emérito, ensayista de rara agudeza, Tournier pasará a la historia de la literatura francesa por haber reescrito a su manera la historia de varios mitos y leyendas Viernes o la Vida Salvaje (1971) Gaspar, Melchor y Baltasar (1980) retoman leyendas fundacionales para reescribirlas a la luz de los problemas del hombre contemporáneo.
Su “relectura” mítica de la historia de los Reyes Magos se nutre de las leyendas orientales para hablarnos de nuevos mundos por construir. Su libro sobre la Goutte d’Or (el más “multicultural” de los barrios parisinos) nos ayuda a comprender la trágica metamorfosis en curso de la gran ciudad. Su obra sobre Juana de Arco y Gilles de Rais establece unas “relaciones peligrosas” entre dos figuras míticas. Su historia de Eléazar se nutre de semillas bíblicas.
Tras su pasión por los grandes mitos de la historia sacra, profana o literaria, Tournier nos recordaba una cierta dimensión sagrada de la vida humana, entre el infierno histórico y la vida celeste de las cosas espirituales. Autor de una decena de novelas y media docena de relatos, una veintena de ensayos, Tournier construyó un mundo único, muy alejado del “mundanal ruido”, para mejor refutar la marcha trágica de la historia a través del Gran estilo de la literatura clásica.
Su modelo primero fue el Flaubert constructor de fábulas míticas (La Tentación de San-Antonio, Tres Cuentos y Salambó), estimando que la forja de un estilo era el trabajo esencial de una vida intelectual digna de ese nombre.
Como germanista, contribuyó a explicar las grandes convulsiones de la cultura alemana que influyeron en toda Europa. Como estudioso y gran especialista en la historia de la fotografía contribuyó a reintepretar la gran tradición fotográfica nacional y europea.
Tournier decidió hace años recluirse en un antiguo presbiterio de una diminuta ciudad de la periferia oeste de París, donde llevó una vida monacal, austera y apasionada, a un tiempo, consagrada a la escritura y el gran arte. No soportaba la vida literaria parisina. Consagró su vida a la escritura, y la construcción de un estilo, alejado de las modas y tentaciones de la gran ciudad.
Lector muy influyente en Gallimard, era un hombre sencillo, con gran sentido del humor, cuya ironía mordaz podía tener mucho de “subversivo” contra una “vida intelectual parisina” que consideraba como una plaga nociva y peligrosa para la vida del espíritu.
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ABC, 19 enero 2016.
No sabia que estaba todavía vivo, tan discreta era su vida y mi alejamiento de la narrativa francesa. Pero cuando he visto la noticia me ha venido a la mente casi de una manera automática el único libro que lei de él en los 80, y que lo he recordado a la primera, por supuesto el del Viernes. Pero he tenido que refrescar la fallida memoria con la wiki..:)
Un buen escritor sin duda, otro mas para la lista de lecturas, no se si me dara la vida para tantos pendientes..
salud
Txema,
Merece la lectura y nuevas lecturas, si… en tiempos de fanatismos, Tournier aporta una voz irónica y sabia que se me antoja buena para la salud mental, algo así,
Q.-