Boulevard Saint-Michel, 4 marzo 2016. Foto JPQ.
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Joven parisina, lectora de Marguerite Yourcenar.
Joven parisina, lectora de Stendhal.
Chica leyendo a Marguerite Yourcenar.
Parisina lectora de Albert Camus.
Ella, entre los domicilios de Henry James y Gilberte.
París. La chica que leía Lorenzaccio.
París. La chica del Pont des Arts.
La rumana del árbol más antiguo de París.
José julio perlado says
Un cuadro más entre tantos cuadros fotogråficos que consigues de modo admirable. Hay una curiosidad en la cabeza ladeada de la niña que indaga una imagen, pero hay unos párpados casi cerrados detrás en la mujer mayor, unos ojos que rebuscan títulos, sorpresas, misterios en plena calle. En la lluviosa tarde del boulevard, si ellas vieran años después esta fotografīa, se asombrarīan de la belleza de la pintura.
Enhorabuena!
JP Quiñonero says
José Julio,
Qué decir de tu admirable lectura / generosidad…
“Cuando leía, sus ojos corrían a lo largo de la página y su mente percibía el sentido, mas la voz y la lengua se quedaban inmóviles. A menudo, hallándonos allí – cualquiera podía entrar, pues no se solía anunciar la llegada de un visitante – lo observábamos mientras leía, o en silencio, nunca de otra forma, y tras quedarnos sentados silenciosamente – ¿quién se atrevería a turbar una concentración tan intensa? – nos íbamos conjeturando que, en ese rato de tiempo en el que conseguia dedicarse a relajar su mente, libre por fin del ruido de los problemas ajenos, no querría ser distraído ni explicar a un oyente atento e interesado algún pasaje oscuro del texto que estaba leyendo, ni discutir sobre alguna cuestión particularmente difícil, acabando por perder, de tal modo, una parte del tiempo destinado a la lectura, a pesar de que resultara mucho más probable el hecho de que habría empleado ese tipo de lectura silenciosa para ahorrar la voz, que se le debilitaba con gran facilidad. No importaba la razón por la que lo hiciera, para un hombre así no podía ser sino buena”.
Q.-
JP Quiñonero says
José Julio,
Qué decir de tu admirable lectura / generosidad…
“Cuando leía, sus ojos corrían a lo largo de la página y su mente percibía el sentido, mas la voz y la lengua se quedaban inmóviles. A menudo, hallándonos allí – cualquiera podía entrar, pues no se solía anunciar la llegada de un visitante – lo observábamos mientras leía, o en silencio, nunca de otra forma, y tras quedarnos sentados silenciosamente – ¿quién se atrevería a turbar una concentración tan intensa? – nos íbamos conjeturando que, en ese rato de tiempo en el que conseguia dedicarse a relajar su mente, libre por fin del ruido de los problemas ajenos, no querría ser distraído ni explicar a un oyente atento e interesado algún pasaje oscuro del texto que estaba leyendo, ni discutir sobre alguna cuestión particularmente difícil, acabando por perder, de tal modo, una parte del tiempo destinado a la lectura, a pesar de que resultara mucho más probable el hecho de que habría empleado ese tipo de lectura silenciosa para ahorrar la voz, que se le debilitaba con gran facilidad. No importaba la razón por la que lo hiciera, para un hombre así no podía ser sino buena”.
Q.-