Hemos preferido olvidar que con la elección de Donald Trump como presidente de los EE. UU. también culmina una tragedia original.
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Hemos preferido subrayar que la elección de Trump era / es el fin del sueño americano. Olvidando que ese sueño también fue la pesadilla atroz de El nacimiento de una nación / The Birth of a Nation de Griffith. En esa obra, capital, racismo y guerra civil quedan trabados para siempre en el origen último de la Nación, contado por el patriarca de un arte nuevo.
La película de Griffith, la matriz fundacional del cine norteamericano -con una influencia mayor en la historia general del cine-, nos recuerda que, en verdad, en la historia del nacimiento de los EE. UU. también estuvieron presentes fuerzas sociales, políticas y culturales endemoniadas. Fuerzas sociales y culturales igualmente activas durante la campaña y la elección de Trump: el nacionalismo racista, el racismo imperial, el convencimiento racista de la supremacía de la raza blanca, que muchos blancos han defendido a sangre y fuego a través de la persecución racial, el asesinato… KKK celebrating Trump’s election with victory parade.
No se me oculta ni olvido que hubo y hay otras semillas fundacionales, dando frutos excepcionales, por fortuna. Ante esa herencia épica y olímpica, las obras de Faulkner y Cormac McCarthy cuentan con la precisión del gran relato épico el puesto central las pasiones endemoniadas en la historia y devenir de los EE. UU.
El cine ha privilegiado la historia no siempre feliz del sueño americano. De Keaton a Woody Allen, pasando por Capra y Billy Wilder, ese sueño ha sido el nuestro, el de los europeos y norteamericanos más o menos ilustrados. Sin embargo, algunas obras capitales, como Heaven’s Gate, de Michael Cimino, In the Valley of Elah, de Paul Haggis, o American Sniper, de Clint Eastwood, han recordado la misma evidencia: el sueño americano también fue una pesadilla que engendró monstruos: El hombre libre, una especie amenazada, Clint Eastwood, entre Howard Hawks, John Ford y Dostoievski.
Grandeza excepcional de los EE. UU… la fotografía y el cine nos cuentan con luminosa precisión el devenir de esa trágica matriz original con una limpieza que debiera ayudarnos a comprender, quizá. En nuestro caso, conocemos mal la historia visual de nuestros dramas, contada por Goya, Buñuel, Berlanga y sus contemporáneos, herederos, fotógrafos y cineastas, claro está: La historia de España contada por Carlos Saura y Víctor Erice.
Irene says
Acertada visión retrospectiva y panorámica, Q. El film fundacional de G abre el camino del cine como el libro de la Historia, que no recoge tanto el pasado como prefigura el presente y así el futuro: el KKK se creció al verse en la pantalla, fue a partir de entonces y por desgracia mucho más de lo que era. También Trump puede seguir por ahí, me temo. Muchísimos de sus votantes tienen poderosas razones, desde luego, y las han hecho visibles votando a T. Pero éste sale, como el KKK tras el film de G, de la pantalla, en su caso de pantalla de televisión.
Sin duda, la filiación Griffith-Trump hay que considerarla
JP Quiñonero says
Irene,
Te agradezco la comprensión / complicidad.
En efecto, todo eso pude decirse de muchas maneras. Queda lo esencial… esa filiación Griffith – Trump habla de cosas profundas de la matriz cultural de los EE. UU. Matriz que tiene muchos otros rostros, claro. Ellos sabrán…
Q.-