Quai des Orfèvres, 4 abril 2017. Foto JPQ.
Tras la banalidad del turismo de nuevo cuño y la presencia masiva de los antidisturbios, Hollande: “¡La calle es mía!”, una encrucijada bastante histórica del París policial, mítico y bien real…
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En el Tribunal correctionnel de esa imagen, tras el bicitaxi, se juzgaron muchos y lúgubres casos de terrorismo vasco. Recuerdo en ese lugar a una eminente académica, novelista y actriz de Éric Rhomer, haciendo un elogio apenas velado de la periferia de ETA, vista desde el ángulo del turismo radical chic de los años 70 del siglo pasado.
Más allá, hors-champ, fuera de campo, el legendario 36, quai des Orfèvres, donde seguirá trabajando, por los siglos de los siglos, el inspector Maigret, en la luminosa oscuridad del corazón de la obra de Simenon.
Léo Malet, ángel de la historia.
Miss Lonelyhearts / Señorita Corazones solitarios.
Irene says
Una entrada que vale por toda una gran crónica, Q. A partir de la foto, de lo que no se ve y de lo que se ve…
JP Quiñonero says
Irene,
Lo que no se ve, ay… quizá lo más importante de lo visible sea, con frecuencia, aquello que no se ve y está en la raíz última de lo que vemos… Si: son bien visibles los vehículos antidisturbios… no deja de ser un poca trágica la necesidad de recurrir a tantos vehículos de esa naturaleza, en el corazón de París: quizá algo hay de podrido o ruinoso, que necesita apuntalarse de esa manera, para ir tirando…
Q.-
Perdón por el tostonazo, oye, a estas horas.