Destino, Año XXXVII, No. 1978 (28 agosto 1975).
Escritos del joven Quiño
Continúa creciendo mi abrumadora deuda con Joaquín Riquelme, autor de un blog de referencia, Los papeles de Don Cógito.
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Hace unos días, rescató Heidegger y el cadáver de nuestra civilización, un texto una miqueta apocalíptico, el primero de una serie que iría escribiendo, con el tiempo: Heidegger visto por Quiñonero.
Joaquín reincide con abrumadora generosidad, rescatando ahora uno de los textos más íntimos que he escrito nunca, la velada historia de mis viajes a California.
Ese texto se publicó en sucesivos números del semanario Destino… ¡todos fueron secuestrados por la censura previa..!
Temo reconocerme, decía…
“… La frontera, el desierto, las montañas, hacen más ostensible la voluptuosa soledad de una ciudad sin forma. Hasta San Diego, en el Sur, la costa es muy bella; y Tijuana es una ciudad fronteriza de una miseria abrumadora, corrompida y sin vida. En la costa Norte, después de Santa Bárbara, los acantilados cortan la playa, que está deshabitada hasta los bosques de Big Sur. Los grandes expresos se dirigen a Santa Fe, en New México, atravesando los desiertos de Arizona y las antiguas propiedades de la nación del pueblo navajo. El desierto de Mojave conduce a Las Vegas. La oceánica llanura del valle de San Joaquín es la vía natural a San Francisco; el automóvil se pierde en rectas interminables; la noche, en julio, cae con una voluptuosidad prodigiosa; los naranjas y malvas del atardecer producen una iluminación vivísima en el mar de pastos cruzado por el freeway; y el viento seco, durante horas, trae el penetrante olor de follajes empacados y deyecciones de vacas; los cauces de la carretera se pierden en la profundidad de un horizonte que la noche asalta; las gasolineras, cuando en el Oeste todavía quedan restos de luz roja palpitando entre la negrura de ópalo del cielo, están solitarias, desiertas; allí no hay comida, algunas máquinas automáticas venden heladas bebidas no alcohólicas, que recuerdan, al mojar la garganta, que huimos en un desierto asfaltado; los ruidos se pierden en la inmensidad de la noche; el zumbido del motor, en la soledad de la llanura, es una compañía considerable, y su relación con el conductor se basa en un diálogo sordo pero tangible; las emisoras de radio interrumpen su publicidad para leer las descripciones de dos prófugos, un hombre y una mujer, perseguidos por la policía de Los Ángeles; los partes meteorológicos anuncian una noche calurosa..”. Destino, Año XXXVII, No. 1978 (28 agosto 1975).
De Nueva York a California: viaje a las contraculturas americanas.
Los Ángeles, el arte, el paraíso y el infierno iluminados en un desierto 2.
Los Ángeles, el arte, el paraíso y el infierno iluminados en un desierto.
Los Ángeles, capital artística del siglo XXI (¿?). LOS ANGELES 1955-1985.
California / Murcia. Desertización geográfica y espiritual (y 4).
California / Murcia. Desertización geográfica y espiritual (3).
California / Murcia. Desertización geográfica y espiritual (2).
California / Murcia. Desertización geográfica y espiritual (1).
No me debes nada Quiño. El texto es estupendo y me siento enormemente agradecido que me lo cuelgues por aquí.
Algo más he encontrado «por ahí», pero esperaré un poco más de tiempo para colgarlo… tampoco quiero abrumarte
Un cordial saludo y como dices tú: «Avanti!»…
J.
Joaquín,
Si que te debo, sí…
Tu generosidad también comporta mucho tiempo y trabajo. Sería injusto no recordarlo, subrayarlo ¡y agradecerlo..!
Avanti..!
Q.-
«Cógito ergo sum», me viene a la memoria, y se entrecruzan -aún no sé por qué- San Francisco y Los Ángeles, buscas ese viaje que más iniciático parecía al realizarse casi medio siglo atrás. Telas de araña de autopistas, ya casi L.A unida con San Diego y con Tijuana -ahora lo están, forman una conurbación de 25 millones de habitantes-. Frisco ya queda arriba, estaría más junta de no hallarse en el medio esa tremenda fisura. Subiendo por la costa, Portland, Seattle, Vancouver; Alaska ya muy próxima, llena la mar y sus riberas de nombres españoles, gracias a Malaspina, un marino italiano, más vueltas que un tiovivo que dio al pobre, para caer en desgracia al final. A todos, lo agradezco, estimado. ¡Viva la California de Las Sergas de Esplandián! Ese si que era un país iniciático.
Ricardo,
California, LA… fue mi tierra prometida… en verdad, pensé marcharme a LA, donde tenía amigos muy queridos, que me ofrecía hospitalidad. Ante esa perspectiva, mi madre y Jesús de la Serna -director del viejo INFORMACIONES- pusieron el grito en el cielo… «¡es una locura..!» Y se confabularon para enviarme a París, como corresponsal … aquello me pareció una «traición» y un «castigo»… hasta hoy…
…
Descubrí que París no estaba nada mal… mi vida siguió cambiando, terminé quedándome en París, que es un destierro muy llevadero.
California, ay… no he deseado volver… pero sigue estando ahí, inolvidable, parte esencial de joven Quiño que fui…
Q.-