Sarcelles, 9 noviembre 2010. Foto JPQ.
La matanza de Estrasburgo ilumina un paisaje de ruinas y descomposición social.
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Neuhof, el barrio de Estrasburgo donde nació y creció Chéfiff C. (29 años), el asesino de Estrasburgo, es uno de los 740 guetos urbanos franceses bien conocidos por los sociólogos, pudrideros del tejido social. El barrio se hizo célebre hace veinte años: allí comenzó la “moda” de quemar automóviles la noche de San Silvestre, para “celebrar” el año nuevo.
En Neuhof viven unas 20.000 personas de más de cuarenta nacionalidades, magrebíes, subsaharianos, orientales y europeos, en un estado de precaria cohabitación cultural, con unos índices excepcionales de descomposición familiar, pobreza, paro, criminalidad del más diverso origen, del asalto a jubilatas que salen del supermercado al atraco a mano armada de farmacias.
Al sur este de la gran ciudad cosmopolita, sede de instituciones europeas, una de las capitales históricas de Europa, desde Carlomagno, Neuhof es uno de los guetos urbanos calificado oficialmente de zona de riesgo, necesitada de cuidados particulares en materia de seguridad, enseñanza, servicios públicos.
Hace poco más de veinte años, en Neuhof comenzaron las legendarias noches de fin de año, “celebradas” con el incendio de coches. “Buen” o “mal” año, desde hace dos décadas, los jóvenes de Neuhof está en primera línea de “combate”, pegando fuego de 50 a 200 automóviles, una sola noche.
Aquella “moda” se extendió pronto a muchas otras ciudades de Francia. Y, desde hace un quinquenio, aproximadamente, el gobierno toma medidas de seguridad excepcionales la noche de San Silvestre, con resultados a geometría variable.
Chériff C. comenzó su carrera de delincuente en su barrio, participando en esas noches de furia e incendios, antes de ser condenado a purgar sucesivas condenas de cárcel. Para volver siempre a su barrio natal, donde siempre tuvo amigos y cómplices de correrías nocturnas.
Sucesivos gobiernos de izquierda y derechas han intentando “redimir” Neuhof con sucesivos proyectos urbanísticos, sociales, culturales. Con resultados muy modestos. El Estado francés ha invertido en ese barrio más de 300 millones de euros durante aproximadamente una década, sin conseguir acabar con la “maldición” de un territorio que tiene mucho de “tierra baldía”, donde las familias de distinto origen se descomponen a un ritmo trágico, donde la precariedad social es absoluta, donde el paro y la delincuencia dan una imagen atroz de un gueto entre otros 700 guetos suburbanos.
Desde hace una década corta, sucesivos gobiernos han intentado, así mismo, el auxilio social y cultural, sin conseguir resultados espectaculares.
Tras la leyenda de los incendios de la noche de San Silvestre, la personalidad de Chériff C. será una nueva mancha negra en la historia del barrio, que los habitantes de cierta edad -inmigrantes magrebíes y africanos, en su mayoría- contemplan horrorizados.
La Gran mezquita de Estrasburgo condenó la matanza de la noche del martes en términos graves y severos, denunciando el comportamiento de un criminal fanático. Para los viejos inmigrantes que llegaron en Francia hace medio siglo, se trata de unos “frutos” pavorosos. Ellos consiguieron salir adelante. Pero sus hijos y sus nietos han desembocado con frecuencia en el desarraigo, la descomposición familiar y la delincuencia criminal.
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