España ocupa un puesto esencial en la obra de Peter Handke, como espacio mítico e histórico que nos ayuda a comprender todas las crisis de Europa y la civilización europea.
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Entre el centenar de relatos, novelas, piezas de teatro, ensayos y guiones cinematográficos publicados por Handke, media docena hablan de España, sus paisajes, su cultura, su historia, de Numancia a Aranjuez, pasando por la sierra de Gredos. San Juan de la Cruz y la gran mística castellana, Antonio Machado, María Zambrano, tienen un puesto sensible en la obra de Handke, que fue introducido en España por José Luis Gómez, años antes que el escritor austriaco realizase varios viajes por tierras españolas, convertidas en paisaje geográfico que llega a confundirse con sus paisajes más íntimos, familiares, entre la cuenca danubiana y los Balcanes.
Como todos los grandes escritores austriacos del siglo XX, Rilke, Robert Musil -nacido, como Handke, en la región de Carintia-, Hermann Broch, Joseph Roth, Karl Kraus, Stefan Zweig, Thomas Bernhard, Elfriede Jelinek, entre otros, la descomposición de Austro-Hungría -el antiguo Imperio austro húngaro-, y el riesgo de descomposición de la civilización europea, tiene un puesto central en la matriz primera de toda la obra de Handke, que también fue testigo, cronista implacable y víctima de sus testimonios sobre las atrocidades criminales cometidas por todas las comunidades étnicas y religiosas durante las guerras balcánicas con las que culminó la descomposición de la antigua Yugoslavia.
En ese marco histórico, cultural y espiritual, donde, en definitiva, está en juego el futuro mismo de la civilización europea, Handke viajó a España en varias ocasiones y se sirve de los paisajes castellanos, la mística castellana, la historia española, para reflexionar sobre el futuro de los pueblos europeos, víctimas de crisis morales, espirituales e históricas de gravedad saturnal. En su libro Die morawische nacht (La noche morava / La noche del Morava, 2008), Handke habla de la “estepa española”: un lugar entre real y simbólico, entre la antigua Numancia, la Nueva Numancia y Soria, donde sigue estando presente la huella de don Antonio Machado.
La “estepa española” de Handke, como otros paisajes reciamente españoles, tiene muchos colores y peculiaridades del los paisajes de los Balcanes y la cuenca danubiana, siempre presentes en toda su obra. Se trata de una “síntesis” entre los paisajes del alma -que pueden venir de San Juan de la Cruz y Santa Teresa- y los paisajes del viajero que encuentra en Aranjuez y la sierra de Gredos escenarios geográficos para sus fábulas y alguno de sus relatos y guiones cinematográficos, como ocurre con una película realizada por Wim Wenders.
Handke da en alguno de sus libros, En una noche oscura salí de mi casa sosegada (alusión palmaria a la cumbre canónica de la poesía castellana, el Cántico de San Juan de la Cruz), una de sus claves indispensables: sus “viajes” -por Austria, los Balcanes, Francia, España- solo cobran su sentido definitivo a través de las iluminaciones del alma, la poesía mística castellana o los tormentos ilustrados de María Zambrano.
El primer dramaturgo Peter Handke dejó constancia de la crisis agonal de las identidades y lenguas europeas. El narrador y el viajero contemplan los paisajes europeos devastados y sembrados de cadáveres, tras un rosario de guerras civiles, étnicas y culturales. El lector de Antonio Machado y el Cántico espiritual se resiste a guardar silencio y aceptar una agonía sin mañana: y decide hablar, hablar, hablar… contar los tormentos e incertidumbres del alma, ante el melancólico espectáculo de nuestra propia historia reciente, de los Balcanes a la “estepa española”. ABC, La «estepa española» de Peter Handke.
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