París, Place de l’Opéra, 1 mayo 2013. Foto JPQ.
Mitin familia Le Pen: “El Pueblo, lo primero”.
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Los obreros y las clases sociales más modestas hace años que dejaron de votar a los partidos de izquierdas, socialistas, comunistas, demócratas, populistas, para comenzar a votar de manera creciente a los partidos conservadores, muy conservadores, de extrema derecha y populistas.
Esa es la conclusión de un estudio realizado en cincuenta democracias, analizando los datos electorales, entre 1948 y 2020, Clivages politiques et inégalités sociales, dirigido por un famoso economista de izquierdas, Thomas Piketty, coordinador de los trabajos de medio centenar de estudiosos norteamericanos, ingleses, alemanes, italianos y franceses.
El vespertino Le Monde (independiente de izquierda moderada), presenta ese trabajo, monumental, con este título: “¿Por qué votan los pobres a la derecha?”. Y escribe: “¿Por qué los partidos de izquierdas, que predican la redistribución no se benefician del incremento de las desigualdades? Del Reino Unido a la India, pasando por los EE. UU., Turquía, Francia y Brasil, son, por el contrario, los partidos nacionalistas, los líderes populares de derecha y extrema derecha los que progresan de elección en elección”.
El semanario Nouvel Obs (referencia canónica de la izquierda socialdemócrata desde hace más de cincuenta años), presenta el estudio con este titular a toda página: “¿Por qué la izquierda ha dejado de seducir a las clases populares?”.
Refiriéndose a la evolución electoral de los EE. UU., Thomas Piketty escribe en su introducción general al volumen: “Entre el 2000 y el 2020 se constata que las clases populares pertenecientes a las ‘minorías’, negros y latinos, continúan votando mayoritariamente al Partido Demócrata, pero los obreros y las clases populares blancas se han inclinado hacia el Partido Republicano”.
Haciendo un resumen de la evolución electoral en el Reino Unido, Alemania, Suecia y Suiza, D’Oesch escribe: “Las nuevas izquierdas se han atraído el voto creciente de los ‘profesionales socioculturales’, asalariados calificados o muy calificados, en puestos jerárquicos. Por el contrario, los obreros han dejado de votar a los socialdemócratas y asimilados y forman ahora el corazón de la base electoral de las derechas y extremas derechas”.
Fabian Kosse destaca esta evolución electoral de Alemania: “La transformación en curso coincide con la emergencia de un sistema de elites múltiples, que coincide con la ascensión de la extrema derecha, encarnada, en Alemania, por la aparición de la Alternative für Deutschland (AfD), votada por electores bajo nivel de educación e ingresos, que se sienten abandonados por los partidos tradicionales”.
Analizando el caso de Italia, Luis Bauluz escribe: “Las elecciones de 2018 fueron el apogeo de la transformación del sistema político italiano: el M5S ganó las elecciones con un 33 % de los votos, mientras que la Liga del Norte (LN, partido de extrema derecha regionalista, se convirtió en el primer partido de la extrema derecha, delante de Forza Italia con el 17 % de los votos. El M5S y la LN llegaron a un acuerdo, formando un gobierno en el que fueron excluidos, por vez primera los partidos tradicionales”.
Bauluz establece un paralelismo entre la evolución electoral de Italia y España, que comenta de este modo: “La LN en Italia, como Vox en España, parecen haber sido más populares entre los electores menos diplomados y los electores con ingresos más altos. Esa situación los distingue de la mayoría los partidos antiinmigración europeos, apoyados al mismo tiempo por los electores menos diplomados y menos favorecidos”.
Haciendo un resumen global de esas tendencias de fondo, en medio centenar de democracias, en varios continentes, Thomass Piketty avanza este análisis forzosamente provisional: “Durante el periodo de 1950 a 1980, el voto popular beneficiaba esencialmente a los partidos socialdemócratas y el voto burgués a los partidos conservadores. Nuestro estudio demuestra que esa estructura del voto social, en función de las clases sociales, ha desaparecido. Las izquierdas se han convertido en partidos votados por diplomados relativamente acomodados. Si las izquierdas quieren afrontar ese cambio histórico tendrán que cambiar muy profundamente para evitar que los obreros y las clases populares voten a las derechas y extremas derechas en los nuevos sistemas de elites múltiples”.
Los EE. UU. y Francia han sido escenarios “pioneros” de esa metamorfosis política de inmenso calado.
Los obreros franceses que habían votado PCF y PS durante todo el siglo XX comenzaron a votar a la extrema derecha de Jean-Marie Le Pen tras el hundimiento histórico del PCF y el histórico fracaso de la experiencia socialista durante la presidencia de François Mitterrand, a partir de 1981. Los antiguos feudos electorales comunistas, el “cinturón rojo” de la periferia de París, comenzaron a convertirse, entonces, en feudos de la extrema derecha emergente.
Pascal Perrineau, ex director del Centro de Investigaciones políticas y catedrático en el Instituto de Estudios Políticos de París, quizá el mejor especialista en la extrema derecha francesa, lleva muchos años trabajando en esa evolución política, y la resume de este modo: “Desde hace muchos años, gran parte del electorado de la extrema derecha francesa es un voto popular, de obreros, empleados, parados, viviendo en territorios de la Francia periférica, víctimas de la deslocalización industrial. En otro tiempo votaban a la izquierda. Desde hace años, su forma de “votar social” es votar a la extrema derecha”. ABC, El voto obrero gira a la derecha en medio centenar de democracias.
¿Por qué los pobres votan a las derechas..? No solo en Francia, Europa y los EE. UU. …
Los obreros votan a la extrema derecha de Le Pen desde hace muchos años… Cronología.
Hundimiento histórico de las izquierdas y los partidos tradicionales en la Francia de Macron.
Jose says
Los parados los sin techo los migrantes los pagados con el salario mínimo las familias con muchos hijos con trabajos precarios … pueden ser considerados trabajadores o siervos en un estado mínimo de ejército que ayuda a la policía un sistema judicial en manos de grandes corporaciones unos políticos bien pagados como los ingenieros que controlan y hacen funcionar la máquina y unos individuos entretenidos y que no se mueren de hambre pues prefieren votar a los que representan lo del río revuelto. Quieren boletos para tener aquello que no pueden conseguir eso que tiene ese diez por ciento que acumula poder y riqueza. Solo podemos perder nuestra no propiedad que es nuestro cuerpo para volver al estado orgánico de todos. Demasiados partidos para poderlos entenderlos a través de las pantallas. La pluralidad vuelve a lo Uno. Al populismo en Occidente de un solo Pueblo y a un solo Partido en Oriente y a un solo Dios en el resto. El mercado mundial vuelve al XIX con problemas del XXI. Menos mal que tenemos las matemáticas del Caos y la física de la Incertidumbre.
JP Quiñonero says
Jose,
… vaya usted a saber…
Sin entrar en mucho más allá, lo que yo he querido contar es muy sencillo.
Según un montón de especialistas, coordinados por un economista de izquierdas, muy reputado, los obreros que antes votaban a las izquierdas ahora votan a las derechas, en medio centenar de democracias…
Que cada palo aguante su vela,
Q.-
Jordi says
Gira el voto o giran los partidos?
JP Quiñonero says
Jordi,
Quizá los partidos cambian y se pierden, olvidando las preocupaciones de la gente de la calle… que se siente mal comprendida en sus problemas de cada día …
Q.-
Luis Manteiga Pousa says
Los partidos de izquierda, en vez de insultar a los obreros llamandoles tontos y/o ignorantes, lo que tienen que hacer es autocrítica. Ese discurso de oprimidos y opresores en los países democráticos avanzados se ha quedado rancio. Ver a los empresarios siempre como unos enemigos y no como generadores de riqueza y creadores de empleo es una clara equivocación. Después, como en cualquier otro gremio, hay empresarios mejores y peores, más honestos y menos honestos. No nos olvidemos tampoco del fracaso de los países comunistas y su falta de libertades. El capitalismo, con todos sus multiples defectos, que hay que limitar y controlar, ha demostrado ser el mejor sistema económico, por lo menos de los conocidos hasta ahora. ¿Cual es la alternativa?. Hoy por hoy no la hay. Quejarse es fácil, lo difícil es buscar soluciones.