La Tour Saint-Jacques, ca. 1932 – 1933.
Ahí comenzó el Camino de Santiago, en la Torre / Tour Saint-Jacques.
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El París de Brassaï, seudónimo de Gyula Halász (Brassó, Austro Hungría, 1890 – Beaulieu-sur-Mer, Francia, 1984), es el París de las vanguardias históricas, el París de Marcel Proust, Henry Miller, Dalí, Giacometti, Prevert, entre muchos otros, para terminar confundiéndose con el París de Pablo Picasso en una época crucial para ambos, entre 1933 y 1946, los años del «Guernica» y Dora Maar, entre París, el estudio parisino de la rue des Grands Augustins y los castillos de Boisgeloup y Vauvenargues.
En bastante medida, a través del diálogo íntimo, literario y visual de Brassaï con las vanguardias de entreguerras del siglo XX, el surrealismo y la fotografía, pudiera escribirse un capítulo significativo de la historia del arte contemporáneo. El puesto de Brassaï, en París, es parcialmente semejante al de Alfred Stieglitz, otro patriarca de la gran fotografía del siglo XX, con Nueva York. Ambos ofician de «intermediarios» entre la gran fotografía emergente, a principios del siglo XX, y el arte moderno que florecía por las mismas fechas. Ambos crearon unas «pasarelas» que no han dejado de crecer, semejantes, de alguna manera, al trabajo y síntesis de la Bauhaus y los maestros de la fotografía alemana, rusa y de toda Europa del este.
Hace veinte años, el Museo Picasso de París ya presentó una gran exposición titulada «Conversaciones con la luz», descubriendo el trabajo fotográfico de Brassaï consagrado a la escultura y la vida íntima de Picaso, con Dora Marr al fondo. La técnica fotográfica de Brassaï inspiró a Picasso, que realizó muchos trabajos «dialogando» con las imágenes de su amigo. Brassaï, por su parte, hizo una síntesis literaria magistral de ese diálogo entre íntimo y amistoso en su libro «Conversaciones con Picasso» (1964), referencia canónica, donde se recuerda con precisión el París de la rue des Grands Augustins (donde estuvo el taller del «Guernica»), la rue La Boétie, y los diálogos a muchas voces con Prevert, Cocteau, Michaux, Leon Paul Fargue, Henry Miller.
El París de Brassaï tiene muchas otras «rutas», casi siempre nocturnas, casi siempre próximas a los distintos «países» del mismo París frecuentado por Picasso, desde su instalación juvenil en Montmartre a su instalación última en Vauvenargues y la Costa Azul.
«París la nuit» (1932) es la gran obra maestra del primer Brassaï: un París onírico, muy «borderline». Los grandes monumentos históricos (Torre Saint-Jacques, donde comenzaba el Camino de Santiago, en la Edad Media) alternan con paisajes íntimos y callejeros muy líricos y turbadores. Muchos personajes del París nocturno y canalla de Brassaï pudieron ser sucesores de los personajes del París canalla inmortalizado por el Picasso de primeros del siglo XX. Baretos canallas, bailes populares, antros de comercio sexual muy variado, personajes de los bajos fondos, hombres y mujeres abandonados a sus pasiones, componen un fresco impresionante y único. El París nocturno de Brassaï también tiene muchos puntos en común con los bajos mundos sadomasoquistas de la «Recherche» proustiana y los relatos «negros», de André Pieyre de Mandiargues.
«Graffiti» (1960), otra obra célebre de Brassaï, tuvo una importancia reconocida en el diálogo íntimo entre el fotógrafo y Picasso, agrupando, por vez primera, veinte o treinta años de fotografía callejera consagrada a inmortalizar pintadas y grafitis. Se trata de una obra única en su género. Picasso admiró el «arte bruto» que Brassaï fotografiaba con una pulcritud de «arqueólogo» del gran arte callejero en un París difunto, instalado para la eternidad en la tierra celeste y mítica de las fábulas visuales.
Brassaï también fotografió otras ciudades, como Sevilla y Nueva York. «Séville en fête» (1954) y «Brassaï en Amérique» (1957) son obras mayores que confirman el «arte de mirar con limpieza y sencillez» que Henry Miller admiraba en su amigo y cómplice. «Paris Tendresse» (1990), con prólogo de Patrick Modiano, culmina y resume en cierta medida los vagabundeos fotográficos de Brassaï en un París difunto, creando un París mucho más perdurable que la ciudad histórica, cuyo corazón cambia más rápido que el corazón de los mortales (Baudelaire dixit). El París nocturno y onírico que Brassaï tiene en común con Picasso es una ciudad «irreal», una creación del gran arte fotográfico. Los prostíbulos y bares de transexuales quizá tengan hoy muy otras fisonomías, iluminados con luces de neón fluorescentes. La Torre Saint-Jacques sigue en pie, acosada por las nubes tóxicas del turismo y la polución. La Torre Saint-Jacques de Brassaï es una obra onírica, cuya inmortalidad palmaria es una refutación del tiempo saturnal de la historia. ABC, Los vagabundeos de Brassaï por París.
Brassaï tiene muchos otros rostros…
Recuerdo a Brassaï y el amor callejero, según El collar de la paloma, Balzac y Paul Morand.
París en color … Recuerdo a Brassaï … embriaguez de la noche del 13 / 14 de julio.
Brassaï y la estética de la instantánea / snapshot.
Jose says
Un relato apasionante con los vagabundos de Brassai por París. La entrada de la fotografía en el gran arte. Más luz gritaba Goethe en sus últimos estertores. La luz está en todas partes pero es artificial. Es nuestro mundo el de las pantallas . Pintar escribir …a partir de fotos cine videos…es nuestra realidad manipulada por la tecnología.
Muy bueno tu artículo. Me apunto a lo que dice Fina gracias por tu blog que nos enseña e ilumina con tus fotos y textos.
JP Quiñonero says
Jose,
GRACIASSSSSSS …
Bueno lo de Brassaï y París es una historia feliz, sí …
Y, como ves, cada día ando más perdido entre imágenes de aquí y de allá …
…
Vamosssss
Q.-
Fina says
Josep,
Tienes razón, ante tanta luz artificial, creo que es muy afortunado quien puede contemplar al natural las puestas de sol, la luz de la luna, las estrellas…
Bona nit!
Fina says
Quiño,
Qué lujo seguir estas «Rutas nocturnas» de la mano de tan grandes artistas y qué fortuna lograr eternizar lo efímero…
Gracias y buenas noches a todos/as.
JP Quiñonero says
Fina,
Lujo, el de tu generosidad,
Q.-