Boulevard Saint-Germain, 30 diciembre 2021. Foto JPQ.
Los musulmanes acomodados frecuentan los cafés del barrio desde hace mucho.
[ .. ]
Quizá sea más reciente la aparición de velos islámicos, muy «radical chic», por decirlo de alguna manera.
Los cafés del barrio han visto de todo, desde hace más de un siglo.
Desde otra óptica, George Steiner estima, cómo olvidarlo, que el café es una de las matrices de Europa, el arte de vivir europeo, durante ¿dos siglos..?
“Europa está compuesta de cafés. Éstos se extienden desde el café favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odesa frecuentados por los gangsters de Isaak Bábel. Van desde los cafés de Copenhague ante los cuales pasaba Kierkegaard en sus concentrados paseos hasta los mostradores de Palermo. No hay cafés primeros ni determinantes en Moscú, que es ya un suburbio de Asia. Muy pocos en Inglaterra después de una moda pasajera en el siglo XVIII. Ninguno en Norteamérica fuera del puesto avanzado galo de Nueva Orleans. Si trazamos el mapa de los cafés, tendremos uno de los indicadores esenciales de la “idea de Europa”. El café es un lugar para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y para el cotilleo, para el flaneur y para el poeta o el metafísico con su cuaderno. Está abierto a todos; sin embargo, es también un club, una masonería de reconocimiento político o artístico- literario y de presencia programática. Una taza de café, una copa de vino, un té con ron proporcionan un local en el que trabajar, soñar, jugar al ajedrez o simplemente mantenerse caliente todo el día. Es el club del espíritu y la poste-restante [apartado de correos] de los homeless. En el Milán de Stendhal, en la Venecia de Casanova, en el París de Baudelaire, el café albergó a la oposición política que existía, al liberalismo clandestino. Tres cafés principales de la Viena imperial y de entreguerras ofrecieron el ágora, el centro de la elocuencia y la rivalidad a escuelas contrapuestas de estética y economía política, de psicoanálisis y filosofía. Quienes quisieran conocer a Freud o a Karl Kraus, a Musil o a Carnap, sabían exactamente en qué café buscarlos, a qué Stammtisch [mesa] se sentaban. Danton y Robespierre se reunieron por última vez en el Procope. Cuando las luces se apagaron en Europa, en agosto de 1914. Jaures fue asesinado en un café…”. George Steiner, The Idea of Europe, (2004) → El Café de Flore, el alma de la sala y el destino de Europa.
Las metamorfosis del café y las crisis de Europa.
George Steiner, el ocaso de Europa y el desarraigo de los jóvenes europeos.
Jose says
En el pueblo había unos cuatro o mas cafés cada uno con clientela fija y esporádica. Cada uno con unas preferencias políticas y laborales. Los más grandes eran comunes para todos. Era una época que todos los del pueblo estaban emparentados o se conocían. El pueblo era comunitario. Había comunidad y la gente hablaba en las mesas con su café licor agua… de todo lo humano y divino …dialogaban. Salían de las casas para encontrarse en los cafés. La mayoría eran hombres. Los domingos salían con toda la familia y se encontraba después de ir a ver los parientes amigos o a misa en los cafés para tomar unos refrescos unos aperitivos con las mujeres y los niños. Había pobreza pero no miseria todos se sentían formar parte del pueblo para ayudarse o discutir pero eran pequeñas guerras que se firmaba la paz en los cafés. Los cafés se convirtieron en bares restaurantes centros comerciales cines… los cafés como las iglesias se fueron vaciando y la comunidad de los cafés fue desapareciendo y la gente dejo de hablar y empezaron a competir y a no fiarse unos de otros se volvieron absurdos agresivos individualistas y poco a poco el pueblo fue desapareciendo y las casas se transformaron en pisos donde apenas se conocían los vecinos y lo que antes eran cafés se fueron convirtiendo en torres de Babel torres del silencio. El pueblo desapareció y se convirtió en un barrio de la megalopolis.
JP Quiñonero says
Jose,
Efectivamente …
A pesar de todo, quiero pensar que todavía quedan algunos pueblos y algunos cafés … que han cambiado y seguirán cambiando, pero, bueno, quizá preservando algo de lo que fueron los antiguos pueblos y los antiguos cafés… A ver…
Q.-
Fina says
Josep,
Como acostumbra a decir Quiño, nada es perfecto…
Pienso que estas pequeñas comunidades, sin duda alguna tienen su encanto y muchas cosas buenas como bien describes en tu comentario.
Ocurre que en los pequeños pueblos sientes que te observan y conocen, por lo que no dispones de la libertad y privacidad que te da el anonimato en las grandes ciudades.
Mi abuela, que nació en Benicolet, un pueblo de Valencia, decía que el pueblo más pequeño debería ser como Madrid… 🙂 No sé si estarás de acuerdo con ella…
Fina says
Quiño,
Me pregunto qué tendrán los cafés históricos de las grandes urbes para seducirme tanto…
En ellos vuela mi imaginación, es como si me transportaran a otros tiempos y con otros personajes…
Sí, Quiño, con velo o sin velo, son instantes de gracia que nos otorga la vida…
JP Quiñonero says
Fina,
Me ocurre algo parecido … incluso cuando esas instituciones están tomadas o acosadas por el turismo, algo queda, un perfume, una patina, qué se yo…
Q.-
Fina says
SÍ, Quiño, sí…
Algo intangible percibimos en estos lugares…algo mágico que no sé definir y que me encanta…
JP Quiñonero says
Fina,
Algo material e inmaterial, sí… a ver si nos dura…
Q.-
Fina says
Quiño,
A ver si nos dura… hasta el último suspiro… 🙂
JP Quiñonero says
Fina,
NO me cabe la menor duda, vaya, que no, que la dieta mediterránea y el vagabundeo dan para mucho, claro que sí.
Palanteeee
Q.-
Fina says
¡Ay, Quiño!
¡GRACIAS! Me haces sonreír y me das ánimos con tus optimistas comentarios… Sin contar lo que voy aprendiendo cada día en este INFIERNO.
Venga, siempre palanteee…!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Biennnnnn
Q.-