Boulevard Edgar Quinet, 25 abril 2022.
Es imposible comprender el funcionamiento político de un país democrático sin conocer su modelo electoral.
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Es lo que ocurre, ay, en la España opinológica, «aplicando» a Francia los «esquemas» (¿?) del modelo español ¡tan distinto y casi antagónico..!
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En Francia, las elecciones legislativas del 12 y el 19 de junio próximo pueden confirmar la mayoría parlamentaria de Emmanuel Macron, sin que las familias políticas de izquierda y derecha tradicionales, ni las nuevas familias de extrema derecha de Marine Le Pen y extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon, que triunfaron en la primera vuelta presidencial, puedan aspirar a convertirse en «alternativas» creíbles.
En el modelo político de la V República, fundado por el general de Gaulle, entre 1958 y 1962, la elección presidencial es la matriz institucional: el presidente y jefe del Estado es elegido a través del sufragio universal, en una elección a dos vueltas. La primera es un reflejo fiel del arco iris de todas las fuerzas políticas nacionales. En la segunda participan los dos candidatos mejor clasificados: uno o una de ellos es elegido presidente. El domingo pasado, Emmanuel Macron fue reelegido por cinco años no renovables.
Elegido el jefe del Estado, los franceses son invitados a elegir los 577 diputados de una nueva Asamblea Nacional (AN), la primera cámara del Parlamento francés, en unas elecciones legislativas, a dos vueltas, uninominales Uninominal: «Referido a un diputado, que es elegido por un departamento gracias al voto ciudadano sin pertenecer a un partido político forzosamente».
En la primera vuelta de las elecciones legislativas, los representantes de las fuerzas políticas implantadas en toda Francia presentan sus candidatos en 577 circunscripciones. Los candidatos que consigan más del 50 % de los votos, en la primera vuelta, son elegidos directamente: no necesitan presentarse en la segunda vuelta, una semana más tarde.
Entre los candidatos que no hayan conseguido el 50 % de los votos, en la primera vuelta, solo podrán presentarse a la segunda vuelta los que hayan conseguido un mínimo del 12,5 % de los votos. En la segunda vuelta es elegido, finalmente, el diputado del candidato que haya conseguido mayor número de votos.
Este doble modelo presidencial y parlamentario tiene una virtud y un inconveniente: los partidos pequeños o minoritarios son total o ligeramente laminados, en beneficio de los partidos mayoritarios, que copan el poder parlamentario, donde nunca o casi nunca tienen presencia significativa los pequeños partidos minoritarios.
Ese modelo electoral fue concebido como respuesta histórica a la crisis institucional de la IV República, entre 1946 y 1958. El general de Gaulle imaginó un régimen parlamentario con un poder ejecutivo, presidencial y parlamentario muy fuerte. Así ha funcionado desde entonces.
Tras la reelección de Emmanuel Macron como presidente, las elecciones legislativas del mes de junio deberán elegir el nuevo poder parlamentario, previsiblemente favorable o muy favorable al presidente.
En la AN actual, el partido de Macron, La República En Marcha (LREM), tiene 267 de los 577 escaños parlamentarios. Otros dos grupúsculos centristas próximos a Macron controlan otros 57 y 22 escaños. Implantados en toda Francia, esos tres partidos pudieran confirmar una mayoría parlamentaria muy grande, previsiblemente absoluta.
Reagrupación Nacional (RN, extrema derecha), el partido de Marine Le Pen, tiene hoy 8 de los 577 diputados de la AN, insuficientes para tener grupo parlamentario propio, sin implantación nacional importante. Históricamente, la familia Le Pen no ha tenido jamás una presencia parlamentaria considerable. Incluso si la extrema derecha consiguiese un gran triunfo, el mes de junio, sería muy difícil que llegase a tener 50 diputados: crecimiento histórico, teórico, harto insuficiente para oponerse a Macron en el Parlamento.
La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda) de Jean-Luc Mélenchon, tiene hoy un grupo parlamentario de 17 diputados, sin implantación nacional digna de ese nombre. El tercer candidato importante de la elección presidencial tiene muchas aspiraciones, pero no es fácil que consiga una victoria excepcional más allá de varias hipotéticas decenas de diputados.
El PS inició su hundimiento histórico en las elecciones legislativas del 2017, cuando solo consiguió 28 diputados. Tras la catástrofe de la primera vuelta presidencial, con el resultado más bajo de la historia del socialismo francés, el partido de Anne Hidalgo y François Hollande apenas puede aspirar a revalidar ese exigua representación parlamentaria.
El PCF y tres grupúsculos de extrema izquierda no tienen grupo parlamentario propio, condenados a una vida parlamentaria poco más que «vegetal». Mélenchon aspira a convertirse en «federador» de todas las izquierdas. Pero no es seguro que el PS acepte ese liderazgo potencial.
A la derecha histórica, Los Repupublicanos (LR), el partido heredero del general de Gaulle, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, tiene hoy 101 diputados: es el primer grupo parlamentario de oposición conservadora. Los catastróficos resultados de la primera vuelta presidencial, las divisiones «republicanas» ante partidarios y adversarios de «entenderse» con Macron, durante la próxima legislatura, complican relativamente el futuro parlamentario de la derecha tradicional, que aspira a tener más parlamentarios que la extrema derecha.
Se anuncia mes y medio de campaña electoral, previsiblemente muy dura. Extrema derecha y extrema izquierda, Le Pen y Mélenchon, aspiran a conquistar posiciones parlamentarias, desplazando a la derecha tradicional y el PS.
Durante el primer quinquenio presidencial de Macron, el lento hundimiento de las familias políticas tradicionales se tradujo en ataques de angustia social, como el movimiento de los «chalecos amarillos», un movimiento popular, populista y anti sistema, sin partidos ni sindicatos que canalizasen esa fronda social e inflamable fuerza nihilista.
La abstención, altísima, el voto de protesta, anti sistema, los votos de extrema derecha y extrema izquierda, confirmaron en la primera vuelta de la elección presidencial la existencia de una Francia rural, suburbana, «proleta», angustiada y sin perspectivas, muy hostil a Macron. Los sindicatos aspiran a «recuperar» y «movilizar» a buena parte de esa Francia que se siente «malquerida» por las elites parisinas. De ahí que el segundo mandato presidencial de Macron comience por anunciarse potencialmente conflictivo. ABC, Las legislativas medirán la auténtica fortaleza de Macron + PDF.
Esa realidad social y cultural muy profunda es el reflejo de una resistencia cultural contra Emmanuel Macron que viene de muy lejos:
Chalecos amarillos y resistencia cultural contra Macron 4.
Declive de Francia y resistencia cultural contra Macron en el país parisino del Canal Saint-Martin.
Belleville / Place Fréhel… resistencia cultural contra Macron 2 y street art.
Ménilmontat… resistencia cultural contra Macron.
Resistencia cultural contra Apple, Macron y su política fiscal.
OJosé says
El oxímoron de partido único parece que puede ser el futuro presente de muchas democracias occidentales. Si solo se puede hacer una política y las élites que manejan los hilos del país no cambian la abstención irá en aumento lo mismo que los extremismos anti sistema. Los Big data tienen información de cada uno de los que antes se llamaban ciudadanos hoy habitantes saben o pueden manipular todo tipo de elecciones . Lo importante es saber quién lo maneja. Pero muy profesionales tienen que ser para que cada vez las democracias se queden sin alternativas políticas. Y por ahora nadie propone que haya elecciones en las grandes corporaciones que manejan la economía la guerra y la caridad con sus ONGs. El estado queda reducido a una pequeña corporación dentro de unas fronteras que depende de una corporación más grande y con otras fronteras y otros símbolos. Los funcionarios racionales hegelianos que hacían al estado liberal racional desaparecen y son sustituidos por empleados de lobby pagados incluso bien pagados por las élites económicas. Total que el anarquismo capitalista acabará cargándose el poco estado mínimo liberal que queda y sin estado sin pueblo los individuos abandonados acabaran en jaurías armadas buscándose la vida y el miedo volverá a las calles en una guerra civil que no acaba nunca y no por falta de medios para poder tener buena vida la mayoría por no decir todos. Pero priman los proyectos de los chicos de la guerra de todos contra todos. A las injusticias naturales añadamos las sociales y a votar los que quieran como entretenimiento. Seguimos con el nihilismo apocalíptico una pena.
JP Quiñonero says
José,
Bueno … el partido único de Putin es una cosa … el partido mayoritario o muy mayoritario en España o Francia es otra cosa … los partidos minoritarios pueden y deben protestar, claro: y esperar a otras elecciones, para crecer o no crecer, según los voten o no voten los electores…
A ver …
Q.-