AM, Varsovia. Foto ¿? ABC.
Adam Michnik (Varsovia, 1946), el último premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, es una de las figuras emblemáticas e imprescindibles para intentar comprender el alcance histórico y cultural de los grandes cambios que siguieron en toda Europa tras el hundimiento de la URSS.
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Cambios que tomaron un rumbo atroz e imprevisible, desde primeros de año, tras el intento de invasión y la guerra imperial de Vladimir Putin contra Ucrania, amenazando el orden diplomático e institucional de toda Europa.
Como sindicalista, Michnik estuvo en primera línea en la larga lucha contra la dictadura comunista en Polonia: experiencia excepcional.
Como historiador, su obra es sencillamente imprescindible para comprender las grandes metamorfosis de la Europa del Este del último medio siglo.
Cómo ensayista, ha escrito páginas básicas sobre los grandes cambios políticos y culturales que siguen su incierto curso.
Como periodista, fundó Gazeta Wyborcza en 1989, uno de los grandes periódicos de obligada referencia europea. Tarea de primera importancia, no solo para Polonia.
Michnik ha respondido por escrito a mis preguntas sobre la más dramática actualidad europea:
–¿Cuál fue su primera reacción tras conocer la noticia del premio?
-Mi primera reacción fue, por supuesto, una gran emoción y sorpresa, porque es un premio tan importante que nunca se me ocurrió que pudiera recibirlo. Se entregó a algunos de los personajes más ilustres de Polonia: Ryszard Kapuściński, escritor maravilloso, cuyos ensayos y reportajes expresan grandes verdades de forma brillante; Adam Zagajewski, eminente poeta, tal vez el más importante de mi generación, sobre cuyos poemas yo mismo he escrito, o Krzysztof Wielicki, cuyos logros en la montaña no tienen precedente. Por ello, es un gran honor para mí, que una persona tan destacada como Krzysztof Wielicki haya apoyado mi candidatura.
–¿Qué significación particular tiene el premio para usted?
-Este premio tiene una gran importancia para mí, especialmente en la actualidad. Por supuesto, siempre ha sido muy importante, pero lo es hoy de una forma particular, porque percibo una señal enviada a los círculos democráticos y proeuropeos –no sólo en Polonia, sino en toda la región– de que Gazeta Wyborcza –periódico que cofundé hace treinta y tres años, y que se basó en gran medida en el modelo de El País– es respetada en Europa y que los valores que defiende tienen una dimensión universal. ¿Qué editor no estaría satisfecho en mi lugar?
Hoy, una ola turbia recorre Europa, y no sólo Europa, porque ahí están Trump, Bolsonaro y Turquía, aunque Turquía es en realidad Europa. En Europa Occidental están Marie Le Pen, Mateo Salvini, Viktor Orbán, y por supuesto Polonia, con el partido de Kaczyński, se inscribe también en esta tendencia. El gobierno actual de Polonia está llevando a cabo una política antieuropea, antidemocrática, populista, en la que hay mucha falsedad y mucha deshonestidad. Así que este premio es como si el sol apareciera de repente en un cielo lleno de nubes oscuras, y por este rayo de sol le estoy muy agradecido al jurado del Premio.
–Usted conoció el comunismo, en su país y en toda Europa del Este. Treinta años después del hundimiento fáustico de la antigua URSS, la Rusia de Vladimir Putin intenta invadir Ucrania. ¿Está usted decepcionado de Europa?
-No, no estoy decepcionado con Europa, aunque sí lo estoy con Rusia. Esperaba que, tras desprenderse de la pesada coraza del bolchevismo, Rusia avanzaría hacia la construcción de la democracia y el bienestar, pero los matones del Kremlin siguen enfrascados en ideas imperialistas y bélicas. Si Putin dice que hay que desnazificar Ucrania, yo afirmo que hay que desnazificar el Kremlin, no Ucrania. No hay nazis entre los defensores de Ucrania, mientras que, por desgracia, sí que los hay en el Kremlin. La Unión Europea ha dado un gran giro, como si tras la agresión de Putin se cayeran las caretas. La reacción es inequívoca y debo reconocer que estoy muy positivamente sorprendido. Temía que se impusiera una lógica de apaciguamiento, pero afortunadamente no es el caso.
–¿Es comparable el comportamiento de Putin, hoy, con el comportamiento de Adolf Hitler en 1938?
-Por supuesto, es exactamente el mismo método. Hitler empezó quejándose por cómo se perseguía a los alemanes en Checoslovaquia. Luego aterrorizó a Occidente para que aceptara sus tesis y presionara a Checoslovaquia para que no se defendiera y cediera parte de su territorio (aquí el equivalente a los Sudetes sería el Dombás). Y, finalmente, consumó un ataque descarado ante el silencio de Occidente. Ese era el guión de Putin. Se suponía que iba a repetirse lo ocurrido en Crimea: tres días, y todo arreglado, en un visto y no visto. Pero no ha sido así. Ucrania ha actuado de forma diferente, consciente de contar con el apoyo político y material de la Unión Europea y de la OTAN, y también los países de la UE y la OTAN han actuado de forma diferente, pues han dicho claramente: no estamos atacando a Rusia, sino que vamos a ayudar a Ucrania, porque está defendiendo una causa justa. Esta es también la postura de mis colegas, mis amigos políticos. Paradójicamente, esta es también la postura del gobierno polaco, que en política interior ha estado construyendo de hecho un estado putinista, socavando la independencia del poder judicial y de los medios de comunicación, promoviendo una política histórica basada en falsedades y organizando campañas contra los que piensan diferente. En política internacional, sin embargo, se solidarizaron con la OTAN y la UE, a pesar de que en los últimos años habían atacado continuamente, desde posiciones nacionalistas, a la Unión Europea y a Bruselas, a Macron y a Angela Merkel, de forma deshonesta y despreciable. Se habían mostrado desolados tras la derrota de Trump y mantenían una postura muy reservada, o incluso reticente, hacia Ucrania, aunque han marcado distancia con Rusia. Pues bien, esa política fracasó totalmente y lo que tenemos ahora es una nueva política exterior que, afortunadamente, es mucho mejor.
–Algunos intelectuales alemanes, como Jürgen Habermas y Edgar Morin, consideran deseable negociar alguna forma de paz con Putin … ¿Cree posible negociar la paz con Putin? ¿En qué términos podría negociarse esa paz con el presidente ruso?
-Una canción polaca dice que se necesitan dos para bailar un tango. Es una buena pregunta, pero Putin no quiere la paz en absoluto. Putin quiere destruir Ucrania. Quiere masacrar esta nación como hizo Stalin durante la gran hambruna, como hizo Hitler cuando entró en Ucrania y promovió una política asesina. En ese sentido, se puede comparar la política de Putin con la de Hitler, aunque con Putin no ha habido holocausto. En cuanto a Jürgen Habermas y Edgar Morin, los conozco a ambos, los respeto enormemente, y siento una gran admiración por Habermas, por su trabajo y valentía. Habermas desconfía del capitalismo y lo entiendo. Pero la realidad es que, cuando se rechaza el capitalismo hay que pensar bien con qué se quiere sustituir. Un filósofo al que Jürgen Habermas odiaba, Martin Heidegger, también rechazaba el capitalismo, pero ese rechazo beneficiaba a Hitler. Entiendo este rechazo a las democracias occidentales imperfectas, donde muchas cosas no son del agrado de Habermas o de Morin, y comprendo que sea así, pero creo que no es comparable con lo que está haciendo Putin. Y, además, si Jürgen Habermas y Edgar Morin creen que es posible hablar con Putin, que lo intenten. Les deseo suerte, pero no les auguro éxito.
–La condena de Putin es universal. Sin embargo, algunos intelectuales y políticos dicen «comprender» a Putin y llegan a compararlo con Volodymyr Zelensky. ¿Qué piensa usted?
-Por supuesto que comparar a Putin con Zelenski es un malentendido total, es como si durante la Segunda Guerra Mundial comparásemos a De Gaulle con Hitler. Hitler era poderoso, y De Gaulle débil, se había exiliado en Londres. Pero, por el amor de Dios, Putin hoy, como Hitler entonces, representa la esencia del mal. Es posible que De Gaulle no fuera el favorito de la izquierda francesa, pero era un católico practicante y sabía que hay situaciones en las que hay que hablar como enseña Mateo el Evangelista: “Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”. También Morin se había alejado el estalinismo, y lo cuenta en uno de sus libros. Después de todo, Putin es una versión rusa de la OAS. ¿Se imagina que Edgar Morin pretendiera convencer a la República Francesa de que negocie con la OAS, en lugar de combatirla? Imposible.
–En 1968, muchos escritores y periodistas checos decía que en Praga estaba en juego la libertad de toda Europa. Cincuenta y cuatro años más tarde, la libertad vuelve a estar amenazada en toda Europa. ¿Será posible restaurar la libertad en toda Europa? ¿Cómo..?
-Es una pregunta para un profeta o un hechicero, y yo no soy ninguno de los dos. Sin embargo, creo que lo que dijeron los escritores y periodistas en Praga en el 68 era verdad. Checoslovaquia después de la intervención, bajo Husák y sus lacayos, se convirtió, como dijo Aragon, en “la Biafra del espíritu” cultural de Europa. Y en aquel momento, nadie defendió a Brézhnev, nadie intentó explicar que tenía sus razones para lo que hizo ni se le comparó con Dubček; no se le ocurrió a nadie. Hoy estoy sorprendido. No conozco a Zelenski. Conozco a muchos escritores, periodistas, políticos e historiadores ucranianos, pero no he coincidido nunca con Zelenski, y era escéptico cuando fue elegido presidente. Sin embargo, lo que hace es fantástico, maravilloso. Se ha convertido hoy en una autoridad mundial, al igual que Ucrania es en la actualidad el país más importante del mundo. No debemos cometer el error de minimizar o relativizar esto de ninguna manera. El asunto es sencillo: en el tema de Ucrania hay que hablar como manda el Evangelio de San Mateo: “Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”. ABC, Adam Michnik: «Hay que desnazificar el Kremlin, no Ucrania». PDF.
Ucrania, la guerra cultural … vista por Peter Sloterdijk , la era de las tiranías.
José says
El monstruo marino contra el monstruo terrestre. Leviatán y Behemot contra Ucrania. Tierra y Mar peligros siempre presentes para los bípedos implumeos y demás seres vivos. Los monstruos cuando despiertan llenan de miedo las aguas y las tierras y todo lo que lo habita. Antes eran ballenas y elefantes en su metamorfosis se convirtieron en tanques y submarinos y cree dominar el mar y la tierra y a veces la dominan. Ucrania en disputa. El elefante contra la ballena. Una guerra permanente que solo produce barro. Son los más grandes pero también tienen una fisis un movimiento que los puede abandonar en cualquier momento. Son animales que corren el riesgo de extinción son tan pequeños como el más pequeño de los animales vivos. Las fuerzas telúricas recorren las tierras y los mares y no sabemos a donde nos llevan. No lo sabe ni el rey ni la princesa de los bípedos implumeos. A esperar con el si y el no en el devenir superador de la ballena y el elefante.
JP Quiñonero says
José.
«Una guerra permanente que solo produce barro…» barro ensangrentado con sangre humana, me atrevería a añadir…
Q.-