FG y Jacques Chirac. Foto Miguel Povedano, ¿21 noviembre 1995? Archivo personal de FG.
En el terreno de las relaciones hispano – francesas, tan esenciales, las conmemoraciones del aniversario de la llegada del PSOE el poder han dejado al descubierto una ligereza considerable, silenciando piadosamente cuestiones tan capitales como los GAL y la lucha policial contra ETA.
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Retomo un capítulo de mi conferencia sobre las relaciones bilaterales entre España y Francia pronunciada en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria parisina el 28 de enero del 2020:
Durante la campaña de las elecciones presidenciales de 1981, François Mitterrand visitó el País Vasco francés y se entrevistó con los familiares de Tomás Linaza Echevarría, perseguido en España, encarcelado en Francia.
Mitterrand hizo a los padres de Linaza Echevarría esta promesa: “Si yo soy elegido presidente, les dijo, su hijo no será extraditado, como reclama el gobierno español”.
Mitterrand fue elegido presidente, y la sentencia del Tribunal que examinaba las demandas españolas llegó meses más tarde. Fui el único periodista español que asistió al anuncio público de aquella sentencia. Ante una sala medio vacía, el presidente del Tribunal leyó su decisión en breves minutos. Por vez primera en la historia reciente, un Tribunal francés se declaraba favorable a la extradición de un etarra o presunto etarra.
Leí mi crónica de urgencia para la Cadena SER, desde un teléfono público. Y regresé a casa, en autobús. Me esperaban, en el contestador, una docena de mensajes del embajador de España en París, a quien me apresuré a responder.
“Quiñonero… -me preguntó nuestro embajador- ¿cómo no me previenes de todo eso? Debemos colaborar…”. Ante tal sugerencia, conté con brevedad lo ocurrido y pregunté: “Embajador, favor por favor… ¿qué ocurrirá ahora?”. El embajador de España me respondió: “En menudo lío nos han metido. En realidad, los cargos que pesan sobre Linaza Echevarría son muy flojitos. Y los jueces franceses piensan que las demandas españolas están mal presentadas técnicamente…”.
Por aquellos días, el director de Diario 16, donde yo colaboraba, entre otros, pedía la “ruptura” de las relaciones diplomáticas con Francia, si el gobierno francés no concedía las extradiciones reclamadas por España. Siguieron rayos y truenos, periodísticos y diplomáticos, confirmando el estado catastrófico de unas relaciones bilaterales caídas en un pozo negro de incomprensión.
Así estaban las cosas cuando Felipe Gonzalez fue elegido presidente del gobierno el 2 de diciembre de 1982.
Quizá no sea exagerado decir que los cimientos de la nueva arquitectura diplomática española, bilateral y multilateral, fueron construidos con mucha rapidez por el presidente González, contando con el apoyo y colaboración, práctica y conceptual de Fernando Morán, Francisco Fernández Ordoñez y Javier Solana.
Los cimientos de la nueva diplomacia española son bien conocidos:
-Entendimiento, comprensión y colaboración, incluso militar, con Washington, en el marco de las relaciones trasatlánticas.
-Creación de un nuevo marco de diálogo multilateral entre España y las América, a través de las cumbres hispano americanas.
-Ingreso en las Comunidades Europeas.
-Entendimiento y colaboración muy estrecha con el antiguo eje franco – alemán. En la estela de la construcción política europea, España podía recibir sustanciales ayudas financieras, a cambio de una cierta complicidad más o menos cómplice o sumisa a los proyectos de Alemania y Francia.
En el terreno bilateral, los cimientos de la nueva arquitectura diplomática hispano francesa cambiaron históricamente entre dos fechas:
-El 12 de junio de 1985 fue firmada en el Palacio Real de Madrid el Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, que debería entrar en vigor el 1 de enero de 1986.
-Apenas un mes más tarde, entre el 8 y el 10 de junio de 1985, se celebró en París una cumbre bilateral de la más alta importancia. Culminando esa cumbre, los ministros de Asuntos Exteriores de España y Francia, Francisco Fernández Ordoñez y Roland Dumas, en presencia del Rey, don Juan Carlos, y del presidente François Mitterrand, firmaron un documento llamado a convertirse en la matriz original de las futuras relaciones bilaterales.
Aquel documento programático creó el marco institucional del diálogo de fondo con sucesivos presidentes y gobiernos de Francia, prometiéndose un abanico de futuras colaboraciones, en cinco terrenos básicos: cooperación política, cooperación cultural, cooperación económica y social, cooperación local y regional, cooperación en materia de seguridad.
Por parte francesa, Roland Dumas comentó la firma de aquel documento comparándolo con los Pactos de Familia del siglo XVIII. Era una lectura sutil e interesada, que comportaba un velado paternalismo inconfesable. González no era Felipe V, y Mitterrand no era Luis XIV; aunque, cómo olvidarlo, el presidente francés tenía modales y ambiciones versallescas, digámoslo así, y creía poder ejercer una cierta tutela.
La consolidación a veces aleatoria de esos cimientos de la nueva arquitectura diplomática española exigió una visión clara de los intereses nacionales y del nuevo puesto de España en la escena internacional.
Ese trabajo, de cierto calado histórico, también debía deshacer malentendidos, evitar tensiones y reservas mucho más profundas de lo que podía parecer a primera vista.
Formalmente, Mitterrand y González eran líderes socialistas. Pero ambos tenían visiones muy distintas sobre el significado y alcance práctico de la palabra socialismo.
Mitterrand había llegado al Elíseo el mes de mayo de 1981, al frente de una coalición, la unión de la izquierda, socialista y comunista, que se proponía construir el socialismo a la francesa, con un programa de ruptura con el capitalismo.
Utilizo las palabras exactas del proyecto político que dio el poder a Mitterrand.
Ese proyecto estaba en los antípodas del modelo político socialista, socialdemócrata, que encarnaba por entonces la Internacional Socialista, donde Felipe González se había formado y contaba con la simpatía y apoyo de socialdemócratas históricos, como Willy Brandt.
A los seis meses cortos de la llegada al poder del PSOE y Felipe González, en España, Miguel Boyer fue el primer ministro de economía socialista, español, que participó en la tradicional cumbre de primavera de la OCDE.
Tomando café, tras su intervención, le pregunté a Boyer: “Oye… el fracaso de la experiencia socialista francesa, con dos devaluaciones de la moneda nacional, en dos años cortos, ¿os ha enseñado algo a los socialistas españoles?”. Boyer me contestó: “No. Quienes sabían de economía sabían que la experiencia socialista francesa estaba condenada al fracaso”.
Sin duda, Boyer era poco diplomático y duró poco como ministro. Felipe González no hubiera respondido de manera tan abrupta. Sin embargo, el presidente del gobierno español conocía a Mitterrand desde hacía mucho tiempo, cuando el antiguo líder del Partido Socialista frances menospreciaba al joven socialista español y creía que el futuro de la democracia española pasaba por el Partido Comunista de Santiago Carrillo.
Realistas y hombres de poder, visible y menos visible, Mitterrand y González se adaptaron pronto a la nueva realidad diplomática bilateral.
Felipe González era capaz de entenderse con Ronald Reagan, a su manera, incluso haciendo chistes, en público. González también se entendía muy bien con Helmult Kohl, de otra manera, incluso invitándolo a cenar en un famoso restaurante de la Cava Baja madrileña. Ese entendimiento y complicidad, a varias bandas, permitía ganar responsabilidad en la escena internacional, incluso colaborando militarmente con Washington, y recibir millonarios fondos de cohesión europeos conseguidos, en bastante medida, gracias a la complicidad alemana.
Sin duda, González ofreció a Mitterrand otro tipo de complicidades, incluso más íntimas y no siempre confesables, pero nunca existió entre ellos una complicidad personal muy profunda.
Desde el Elíseo de Mitterrand se pensaba que la España de González debía a Francia una cierta “sumisión”. Entre comillo la palabra “sumisión”, para quitarle hierro. Aunque algo había de eso.
Cuando España estudiaba la compra de locomotoras de trenes de alta velocidad, para la futura línea ferroviaria Madrid / Sevilla… desde el Elíseo se pensaba que la Moncloa parecía tener algunas dudas. Y uno de los portavoces de Mitterrrand, Jean-Louis Bianco, nos invitó a desayunar a un grupo de periodistas.
Bianco nos insistió, reiteradamente, en que España “debía” comprar tecnología francesa. Insistió con insistencia, quiero decir. Ante esa evidencia, le pregunté: “Oiga… si España compra tecnología alemana, ¿como afectará esa decisión a las relaciones bilaterales, en general, y a la colaboración anti terrorista, en particular”.
Bianco me respondió con franqueza: “Francia lo interpretará como una decisión “inamicale”… “inamicale”… no amistosa. Se trataba de una conversación off de récord. Pero, tras el desayuno, los corresponsales del diario El País, la Agencia Efe y la Cadena SER, que era yo, decidimos violar el sacrosanto off… provocando un escándalo de padre y muy señor mío.
En el País Vasco, el PNV puso el grito en el cielo, denunciando un acuerdo diplomático de fondo: locomotoras a cambio de etarras. Lacónico y realista, José Luis Corcuera, ministro del Interior de la época, respondió con una frase famosa: “No me importaría comprar trenes de alta velocidad franceses, si vienen llenos de etarras”.
Ese chalaneo, real o virtual, simbólico, en cualquier caso, coincidía con otro problema de inmenso calado: los Grupos Antiterroristas de Liberación, los GAL, que estuvieron activos entre 1983 y 1987, años muy sensibles para las relaciones hispano francesas.
La primera acción de los GAL coincidió con una cena de trabajo de Mitterrand y González, en el Elíseo. El presidente del gobierno español nos contó una película que no convencía a nadie en París, donde nadie dudaba que los GAL habían estado financiados y organizados por altos funcionarios del ministerio español del Interior.
Entre 1981 y 1986, varios ministros socialistas franceses eran hostiles a las extradiciones. Y esa incomprensión tuvo flecos muy tensos. Alguna entrevista entre José Barrionuevo y su colega francés, Pierre Joxe, en la embajada de España en París, terminó de muy mala manera.
Algo de cierto calado cambió cuando Jacques Chirac y su partido ganaron las elecciones legislativas de 1986. El nuevo primer ministro francés se entendió bien y rápido con el presidente español. Y, poco tiempo después de la formación de su segundo gobierno de cohabitación con Mitterrand, Chirac envió a Madrid a su ministro delegado para la seguridad interior, Robert Pandraud, para entrevistarse con Felipe González y José Barrionuevo, con un mensaje claro y brutal: “Vosotros ponéis fin a los GAL y nosotros os damos todo lo que pidáis”.
Semanas más tarde, el gobierno de Chirac recurrió a una legislación de urgencia absoluta para ordenar la expulsión rápida y expeditiva de un número impresionante de etarras y presuntos etarras. Los GAL desaparecieron definitivamente pocos meses más tarde.
Mitterrand había comenzado la cooperación anti terrorista de manera aleatoria: en sus primeros gobiernos había varios ministros influyentes muy hostiles a las extradiciones y el incremento de la cooperación policial. Chirac puso fin a esos equilibrios. Y las relaciones hispano francesas entraban en otra época, quizá para siempre.
La evolución de la correspondencia personal entre Felipe González y Jacques Chirac, entre 1986 y 1996, diez años, confirma de manera significativa un grado de simpatía y comprensión personal francamente altos. No sin cierta sinceridad aparente, Chirac llama simplemente Felipe al presidente del gobierno español. El presidente del gobierno español llama querido Jacques al presidente francés. Se trata de una complicidad no muy frecuente en la historia de las relaciones bilaterales, más allá de la indispensable hipocresía diplomática.
Esa complicidad permitió trabajar y cooperar en muchos terrenos económicos, industriales, diplomáticos y militares. Sin duda, la pareja Chirac – González no siempre tenía puntos de vista idénticos, pero compartían lo esencial en el terreno bilateral y en la escena europea.
El mes de junio de 1995 Felipe González envió a Jacques Chirac un telegrama personal, felicitándolo por su elección como presidente de la República, en estos términos: “En esta nueva etapa de la vida política francesa, que simboliza su elección, estoy seguro de que la colaboración entre nuestros dos países en asuntos de interés mutuo seguirá desarrollándose. Al desearle toda clase de éxitos en su futura gestión, por el bien de Francia y de Europa, quiero garantizarle mi mejor disposición y la del Gobierno español, para mantener y profundizar el buen entendimiento que ha caracterizado las relaciones entre España y Francia, así como la excelente cooperación en materias de interés común, de manera muy especial en la construcción europea”.
Más allá de sensibilidades personales, González y Chirac compartían una visión de la construcción política de Europa bastante similar.
La carrera internacional de González comenzó con el respaldo de la Internacional Socialista, socialdemócrata, una de las grandes familias fundadoras del proyecto político europeo, como la democracia cristiana alemana del canciller Helmut Kohl. Chirac pertenecía a la familia conservadora, nacionalista y bonapartista francesa, cuyo gran patriarca emblemático, el general de Gaulle, contribuyó, a su manera, a dar al proyecto europeo algunas dimensiones particulares.
La complicidad Kohl, Chirac y González prolongaba, con matices personales propios, la evolución del proyecto político europeo original, cuya matriz multilateral es bien conocida: la economía social de mercado alemana, la regulación del Estado socialdemócrata, la Europa de los Estados providencia gaullista, alianza sólida con Washington, a la espera de la construcción, siempre aplazada, de un pilar europeo de la defensa. (Extraños en el paraíso. Las relaciones hispano francesas de 1977 a 2019).
Precisiones provisionales…
2008, 7 mayo. González, ZP, ETA, los GAL y la memoria histórica.
2008, 18 mayo. «Algunas cosas es mejor que no se sepan nunca».
2009, 18 mayo. «Si Felipe González hubiese salido en su día diciendo: ‘Yo me responsabilizo de lo que pasó porque soy el presidente del Gobierno’, igual hubiese terminado en la cárcel“.
2009, 28 octubre. Acaba en prisión el ministro que negoció la desaparición de los GAL a cambio del apoyo de Francia contra ETA.
2010, 20 julio. Los GAL, Felipe, Barrionuevo, Vera, Garzón y un deal entre caballeros.
2010, 8 noviembre. Felipe González y los crímenes de Estado.
2011, 24 febrero. Gadafi, Tierno Galván, Rojas Marcos, Felipe González, Aznar, Zapatero…
2016, 20 octubre. Los crímenes del GAL persiguen a Felipe González.
Antonio Castillo Algarra says
Fabuloso y necesario. Muchas gracias, Quiñonero.
JP Quiñonero says
Antonio,
Se agradece, mucho.
¡Viva Ramón Gómez de la Serna..!
Q.-
Fina says
Quiño,
Lo que se aprende con tus conferencias…!!!
MUCHÍSIMAS GRACIAS.
JP Quiñonero says
Ay, Fina,
Años de curro …
Q.-
José says
Necesitamos una historia de estos últimos años de los ayudantes de cámara para saber qué ha pasado en lo público. Gracias Quiño por haber empezado.
JP Quiñonero says
Encantado, José,
Qué decir … a seguir currando, oye,
Q.-