Rue Dombasle, 9 diciembre 2022. Foto JPQ.
Dice la placa del edificio: «Walter Benjamin, 1892 – 1940. Filósofo y escritor alemán, traductor de Proust y Baudelaire, vivió en este inmueble de 1938 a 1940».
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Recuerdo indispensable, que peca por omisión, a mi modo de ver, por ignorancia, hipocresía o filisteismo.
En ese edificio también vivieron otros refugiados políticos, como la gran fotógrafa Lore Krüger, o Arthur Koestler, que compartía con Benjamin una cierta afición por el ajedrez, el poker y la experimentación del hachís.
El cero y el infinito, la novela de Koestler, es uno de los grandes libros políticos del siglo XX, escrito en ese inmueble, entre octubre de 1938 y abril de 1940.
George Steiner:
«El cero y el infinito de Arthur Koestler, es uno de los clásicos del siglo. Educó a generaciones en sus propios terrores. El Testamento español (conocido también como Diálogo con la Muerte) está cerca de tener su misma talla. Los sonámbulos -en particular los capítulos sobre Kafka- es una de las raras proezas de convincente recreación imaginativa de la gran ciencia, de la lógica poética del descubrimiento. No comparto las certidumbres de las Reflexiones sobre la horca de Koestler, pero perdura como uno de los grandes panfletos polémicos de nuestro tiempo y como un momento fundamental en el debate sobre la pena de muerte. Hay capítulos clásicos en obras autobiográficas tales como Flecha en el Azul. Pero en cierto sentido Arthur Koestler es más que la suma de sus escritos. En algunas épocas y sociedades hay hombres y mujeres que dan un testimonio esencial, en cuya sensibilidad privada y existencia individual están concentrados y se hacen visibles los significados de su tiempo, más generales. En este negro siglo, el judío centroeuropeo, tal vez más que ninguna otra tribu, cargó con la enormidad de una visión y una experiencia impuestas. Koestler, que nació en Budapest en 1905, se halló en el terreno exacto en el que se tocan las terminaciones nerviosas de la historia, la política, la lengua y la ciencia del siglo XX. Las amargas y tonificantes corrientes de esas terminaciones pasaron por él.
Cataloguen ustedes las grandes presencias de la Modernidad -la política del marxismo y del terror fascista; el psicoanálisis y las investigaciones de las anatomías de la mente; el impulso de las ciencias biológicas; los conflictos de la ideología y las artes- y se encontrarán no solo con los libros de Koestler sino también con él mismo. Conoció el exilio y la cárcel, el divorcio y el intimidador consuelo del alcohol, el ambiguo esfuerzo por lograr privacidad en el mundo de los medios de comunicación. Los carnés de identidad de Koestler, auténticos y falsos, los sellos y visados de sus pasaportes, sus libretas de d.irecciones y sus agendas de escritorio componen el mapa y el itinerario de los perseguidos de nuestro siglo..» George Steiner / The New Yorker, 11 de junio de 1984.
Entrevistada por Christian Buckard, Lore Krüger recuerda el lugar y aquellos años de este modo:
A fines de 1934 se mudó de Barcelona a París para aprender el arte de la fotografía con Florence Henri. ¿Cómo llegó al 10 de la rue Dombasle?
LK: Al principio vivía en un pequeño hotel. Luego me encontré con mi hermana Gisela, que todavía estaba en Mallorca. Ella quería ser costurera. Aparentemente estudiamos, de lo contrario no habríamos recibido un permiso de residencia. Y en algún momento nos mudamos a 10 Rue Dombasle. Había un apartamento en alquiler donde antes había vivido Otto Katz.
¿Otto Katz, colaborador de Willy Munzenberg en el aparato propagandístico de la Internacional Comunista?
LK: Sí, y que luego fue asesinado en los juicios de Praga en 1948. Pero fue pura coincidencia que Katz viviera allí. Todo lo que habíamos visto era un letrero que decía «Apartamento gratis». Más tarde descubrimos que en esta casa vivía un número extraordinario de emigrantes.
Dígame…
LK: En el piso 7, que era el último, vivían en el medio Arthur Koestler y su novia Daphne Hardy, una simpática escultora inglesa. Y a su izquierda vivía Walter Benjamin. También era un solitario. No sabía entonces qué gran escritor y filósofo era. Todavía era joven y mi conocimiento era limitado. Benjamin tenía la costumbre de trabajar de noche y luego bañarse. La casa fue construida para que los desagües de su baño pasaran por mi habitación, para que siempre supiéramos cuándo se estaba bañando. Y él siempre dormía hasta tarde en la mañana. Si querías algo de él, aparecía en la puerta con una bata roja oxidada, con el pelo despeinado y los ojos confusos, bastante distraído y sin saber qué hacer con nosotros. Lo llamamos el «espíritu del bosque».
¿También tuvo contacto con Koestler y su novia Daphne Hardy?
LK: De hecho, teníamos una relación más cercana con Daphne. Era una persona muy agradable, teníamos muy buen contacto con ella, sobre todo mi hermana. También nos veíamos a menudo, a menudo estábamos arriba. Tenían un bonito apartamento, en realidad el mejor de la casa.
¿Y Koestler?
LK: Koestler era una persona muy difícil. Es decir, una persona muy sensible que intentaba disimular su sensibilidad con cierta reserva. En ese momento me puse en contacto con antifascistas alemanes de todo tipo, especialmente con los comunistas alemanes. Conocí a Koestler cuando regresó del cautiverio español, que lo cambió por completo. Koestler se volvió muy anticomunista. Pero aún así, todos nos mantuvimos unidos.
¿Quién más vivía en la casa?
LK: Rudolf Neumann, que luchó en España, vivía a la derecha de Koestler. Cuando nos mudamos, todavía estaba en España. Era médico, pediatra. Neumann tenía tuberculosis y estaba en Davos para recibir tratamiento cuando estalló la guerra civil. Y luego lo dejó todo y se fue a España a pesar de su pulmón perforado. Durante mucho tiempo fue médico jefe de las clínicas de las Brigadas Internacionales en Benicasim. Cuando empeoró, volvió a la Rue Dombasle.
Debajo de usted, en el quinto piso, vivía un médico. Bajo su supervisión, Walter Benjamin realizó experimentos con hachís en Berlín.
LK: Ese fue Fritz Fränkel, un neurólogo de Berlín. Vivía allí con la esposa de Rudolf Neumann del séptimo piso. Frankel se casó con ella y se marcharon a México. En el tercer piso vivía una pareja más joven, también eran emigrantes, los Ekstein.
Hans y Eva Ekstein. Lisa Fittko, la hermana de Hans Ekstein, llevó a Walter Benjamin a través de los Pirineos. ¿Ha estado en contacto con los Ekstein?
LK: No, se mantuvieron alejados de nosotros. Pero de alguna manera teníamos un sentimiento de unión en esta casa. Frau Neumann siempre me traía fotos por las tardes, que se suponía que debía entregar por la mañana. Cuando tuve una conmoción cerebral, no tenía mucho dinero, Rudolf Neumann y Fritz Fränkel me trataron juntos. Eso fue natural. Siempre nos hemos ayudado unos a otros. Por ejemplo, tomaba fotos de todos los que querían y mi hermana cosía…» Christian Buckard, Jüdiscdhe Allgemeine,»Lo llamamos Espíritu del bosque» 12 de diciembre de 2022.
Irene says
Gracias, muchas gracias, por el recuerdo de un hotel que reunió a esta fraternidad, que no debemos olvidar y tu, Q, no la ovidas y nos la transmites
JP Quiñonero says
Irene,
A ver …
Memoria y fraternidad … sí …
Q.-