Quai Saint-Michel, 28 agosto 2023. Foto JPQ.
Tras cuatro siglos de historia, varias revoluciones, numerosos cambios de régimen, los buquinistas, inscritos en el patrimonio histórico nacional, parisino, en particular, corren el riesgo de ser víctimas del turismo, las obras públicas, las amenazas terroristas y la celebración de los Juegos Olímpicos del 2024.
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Ludovic Communier, Quai Conti, 28 agosto 2023. Foto JPQ.
En francés coloquial, «bouquin» es libro, el «bouquiniste», buquinista, es un vendedor de libros de viejo, que comenzó a instalar sus legendarias cajas de madera en los muelles del Sena, hacia el siglo XVI. Con la imprenta, el florecimiento de la industrial moderna, a partir del XIX y la difusión «masiva» de los libros, con Balzac, los buquinistas conocieron un siglo muy largo de gloria, entre mediados del XIX y finales del siglo pasado.
Mucha de la gran literatura española consagrada a Francia y París pudo escribirse gracias a los buquinistas. Dos grandes clásicos francófilos de nuestra literatura, Pío Baroja y Azorín, fueron clientes empedernidos de los buquinistas parisinos, donde compraron los libros y documentación histórica que ellos transformaron en novelas y ensayos sobre París, Francia y España.
Historia feliz, que la celebración de los JO, en París y su periferia, el año próximo, ha transformado en pesadilla negra, desenterrando el rosario de problemas de fondo que amenazan a una profesión emblemática.
Preparando con mucha antelación los problemas de inseguridad, el prefecto de París, máximo representante del Estado en la seguridad de la capital, decidió por decreto que unos 600 de los 950 buquinistas parisinos deberán cerrar y trasladar sus venerables cajas de madera, razonablemente frágiles, durante la celebración de los JO. El prefecto justificó la medida como «indispensable» para combatir amenazas terroristas. La noticia se transformó inmediatamente en una crisis de fondo, que Jérôme Callais, presidente de la Association Culturelle des Bouquinistes de Paris (ACBP), resume de este modo:
«La prefectura no ha entendido nada. De entrada, ha provocado entre los profesionales una crisis de angustia, incomprensión y soledad. Esa medida podría ser el fin de su trabajo, para muchos colegas. Lo que nosotros pedimos es que nuestras cajas, que son algo así como pequeños «armarios», donde guardamos buena parte de nuestro peculio, sean preservadas. Los buquinistas somos un símbolo de París, con cuatrocientos cincuenta años de historia. Pedimos comprensión para una profesión frágil y emblemática».
El SOS público de los buquinistas tuvo un eco inmediato. Un centenar largo de intelectuales, encabezados por Edgar Morin, Mona Ozouf, Pascal Bruckner y Michelle Perrot, publicaron un manifiesto de solidaridad, pidiendo que el Estado reconsidere el decreto de la prefectura parisina: «En el fondo, se trata de un problema de civilización. La Ley olímpica de excepción se ha transformado en una amenaza para la cultura y la democracia. La democracia retrocede, como la cultura, cuando la policía y los negociantes se apropian del espacio público. Francia, patria de los derechos del hombre, no puede aceptar un retroceso moral semejante, violando vergonzosamente nuestro espíritu de libertad».
Mientras el Estado, el presidente Macron y su gobierno, siguen reflexionando, el decreto prefectoral ha tenido la «virtud» de recordar los problemas de fondo que amenazan, desde hace años, el futuro de los buquinistas.
Las obras públicas y el turismo de masas, de entrada. Laure Pinot, vendedora en la librería de viejo «Gibert Jeune», me comenta: «La librería donde yo trabajo comenzó siendo un puesto de buquinista, a dos pasos de la Plaza de Saint-Michel. Luego se transformó en librería, frente al Sena, frente a los buquinistas. Desde hace años, sufrimos el acoso turístico. Estamos «rodeados» de tiendas de regalos y recuerdos baratos. Las colas de turistas, comprando esas cosas, han «robado» clientes de libros tradicionales, que se sienten incómodos».
Entre las obras públicas de la alcaldía y los trabajos de reconstrucción de la catedral de Notre Dame, varios centenares de buquinistas sufren y son víctimas de las idas y venidas de camiones, sin olvidar el horror del público tradicional. Ojear y comprar libros de viejo, entre grúas y andamios, es un «deporte» poco o nada atractivo.
Intentando relanzar su modesto negocio, muchos buquinistas comenzaron a vender recuerdos y objetos de regalos, a precios de ganga: los libros comenzaron a estar suplantados por mercancías de muy otra naturaleza.
«Nuestra profesión lleva años afrontando varios cambios de fondo. El decretazo de la prefectura ha venido a recordar y agravar otras cuestiones», me comenta Ludovic Communier, buquinista, a dos pasos de la Academia, agregando: «Es una evidencia que la gente lee menos. Parte de nuestra clientela tradicional ha desaparecido. Todos afrontamos esa crisis a nuestra manera. Algunos colegas, venden recuerdos. En mi caso, decidí hace años especializarme, de alguna manera. Y escogí un sector especializado, el deporte, dando mucha importancia al ciclismo. Tengo una oferta bastante variada, de carteles a revistas, pasando por fotografía y libros. El ciclismo ha tenido gran importancia en la historia de Francia. Hay una muy buena literatura ciclista y deportiva, en general, que tiene su clientela. La fotografía, los carteles, son un material magnífico. Tengo clientes académicos que me compran regularmente».
-¿Cómo terminará la crisis que ha provocado el prefecto de París?
-Quiero pensar que terminará bien. La profesión está apoyada por escritores y editores. La prefectura quizá no comprendió, de entrada, la gravedad del problema. Todos estamos contra el terrorismo, todos estamos por la seguridad de París, antes, durante y después de los Juegos Olímpicos. Pero es necesario que la seguridad de los muelles del Sena sea compatible con el respeto de la cultura, el respeto de la tradición, el respeto de una profesión muy frágil. En mi caso, estoy especializado y tengo una pequeña librería de viejo, en Vincennes. Pero otros colegas llevan veinte, treinta o cuarenta años con sus puestos de libros. Si se los cierran, durante un mes, será el fin para muchos de ellos…». ABC, LOS BUQUINISTAS DE PARÍS, UN PATRIMONIO HISTÓRICO AMENAZADO + ABC.
París, bouquinistes / buquinistas .. librero, furia española…
Ricardo Lanza says
Era, estimado, durante mucho tiempo la Busca del Tesoro. Ya venían sus componentes estudiados durante la tarea del ensueño -una labor, que sí, ya poseía su horario y su momento-, casi pirata te sentías escudriñando en silencio entre torres de libros cuyas últimas filas ni estirando los brazos alcanzabas; a veces por el suelo también había volúmenes; imitabas al gato, casi ladrón de los secretos te creíste; y era aquello casi un oficio prefijado pero grato, no importaban las horas que le dieses, sí te dolía la falta de dinero para llevarte el tomo apetecible. ¡Ay! bouquinistas de París -como tu dices-, tantas centenas de libreros sobre los que se acerca una amenaza. Gracias porque los hayas recordado, de esa manera me reprochas el que ya poco lea, apenas busque, fueron mis últimas pesquisas -años atrás, puede que nunca o muy poco las renueve, no voy a hacerlo desde la horizontal del polvo- paseos y preguntas por una obra de César González Ruano cuyo título atraía bastante mi atención: ¡Ni césar ni nada!
JP Quiñonero says
Qué puñeteramente bien escribes, Ricardo.
Sí … quizá los libros mismos estén amenazados… Ramón hablaba de las multitudes lectoricidas … basta con ir a la «librería» de un aeropuerto para descubrir esa plaga nefanda…
Ala, a escribir…
Q.-
Fina says
Dos Ricardo Lanza,
Que por muchos años nos honre en este INFIERNO con su LOGOS.
José says
Es una época en la que no se queman libros ni se encarcelan escritores . Es todo más sofisticado se intenta acabar con los buenos lectores de Buenos libros y buenas revistas. Hay mil formas de hacerlo. La más importante es convertir la mente en mercancía. Quién más mentes domine más beneficios sacará. Los medios las formas no paran de crecer. Podemos llenar nuestras casas donde antes había bibliotecas con pantallas y llevar nuestro misal en el bolsillo cuando salgamos a dar una vuelta. Tenemos asegurado la distracción para que no haga falta leer libros sesudos que nos hablen de la magia del buen vivir y de saber morir. Los hombres cuando se separaron y no podían hablar entre ellos sobre las cosas que les preocupaban pues el grupo se había hecho grande debieron inventar la escritura para solucionar la nueva necesidad. Ahora que hemos acabado con la magia de la existencia solo hay un hombre que habla las veinticuatro horas del día para los nueve mil millones de hombres las otras voces quedan anuladas y si alguien escribe es para que pueda leerse el mismo. Como dijo Musil nuestra época crea estas maravillas pero ya no las siente y lo dijo en 1992. Que diria de este mundo sin nada oculto que descubrir o entender.
JP Quiñonero says
José,
Bueno …
Hay otras formas de consumo, muy selectivas y elitistas, y quedan por descubrir, que se yo… muuuchos misterios… si me apuras, ordenatas & internet abren nuevos horizontesss…
Q.-
Fina says
Josep,
«…libros sesudos que nos hablen de la magia del buen vivir y de saber morir».
Sí, Josep, esos son los libros que me interesan y quiero leer.
Fina says
Quiño,
Esperemos que se respete y proteja esta antigua y emblemática profesión que es todo un patrimonio histórico de París.
No puedo imaginar París sin los puestos de los buquinistas en los muelles del Sena…
Gracias Quiño por apoyar y exponer los problemas y amenazas que sufren estos profesionales que ofrecen cultura, color y caracter a la ciudad. Ojalá se resuelva esta crisis sin que se pierda ninguno de sus puestos.
Palanteeeeee!!!!!!!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Quiero pensar que algo terminarña arreglándose. A ver…
Graciassss
Q.-