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Charlie Hebdo, 1 julio 2024. Biche.
El futuro de Francia y el futuro de Europa, en cierta medida, han quedado hipotecados al duelo de la segunda vuelta de las elecciones anticipadas, el domingo que viene, entre La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda), y Agrupación Nacional (AN, extrema derecha) de Marine Le Pen, gran triunfador de la primera vuelta, con Jordan Bardella como posible primer ministro, jefe de Gobierno de Emmanuel Macron, el gran derrotado, calificado de Nerón del incendio en curso de propagarse.
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A última hora de la mañana del lunes, Bardella propuso un duelo personal con Mélenchon, por estas razones: “Los franceses deben elegir entre una ruptura responsable con Macron, la nuestra, y una ruptura irresponsable de la extrema izquierda liderada por Mélenchon”.
LFI es el partido líder del Nuevo Frente Popular (NFP), una alianza electoral sin unión política entre todas las izquierdas, extrema, socialista, comunista y ecologista. Mélenchon se ha autoproclamado líder supremo de LFI y NFP. Pero su personalidad, entre ultra demagógica y apocalíptica, causa pavor entre los socialdemócratas y socialistas moderados, que intentan “neutralizarlo”.
Imposible el debate cara a cara con su principal adversario, Bardella se vio forzado a volver a debatir con Gabriel Attal, primer ministro saliente, Raphaël Glucksmann, estrella ascendente del socialismo europeista, y Xavier Bertrand, conservador histórico, adversario de la extrema derecha. Debate en forma de “fuego de artificios”, cuando el paisaje político francés ha vuelto a convertirse en un campo de minas, ante la la segunda y decisiva vuelta.
En el Elíseo, Emmanuel Macron volvió a introducir un factor de peligrosa confusión, declarando a un grupito de ministros, diputados y consejeros: “La extrema derecha está llegando a las más altas funciones del Estado. Debemos conseguir la unión de demócratas y republicanos para la segunda vuelta”. Dicho de manera más directa: Macron pide a sus amigos políticos que estén dispuestos a “cualquier alianza” contra Le Pen. Decisión que abre una nueva brecha entre las ruinas de la macronía.
Ante la segunda vuelta, el partido de Macron, Renacimiento, y Juntos por la República, que agrupa a todos los amigos políticos del presidente, se han dividido profundamente: para unos hay que “impedir” el triunfo de los candidatos de extrema derecha; para otros, es preferible “abstenerse”. Esa división solo puede favorecer a los amigos de Le Pen.
En el seno del Nuevo Frente Popular (NFP) se produce una división muy semejante. Para Mélenchon y sus fieles, en la dirección de LFI, “Macron y Le Pen son dos caras de la misma moneda”. Para algunos socialistas y socialdemócratas, como Olivier Faure, por el contrario, es preferible favorecer a una ex jefa de gobierno de Macron, Élisabeth Borne, antes que aceptar el triunfo de un candidato de extrema derecha.
Los Republicanos (LR, derecha tradicional), el partido de Nicolas Sarkozy, viven el duelo final entre Bardella y Mélenchon como otro capítulo de su agonía histórica. Un líder emergente de la derecha tradicional, Laurent Wauquiez, tiene como principal adversario a un líder regional de la extrema derecha, Alexandre Heuzey. Sin embargo, Éric Ciotti, presidente en funciones de LR, ha negociado un acuerdo electoral de Le Pen. La familia política que fundó la V República, con el general Charles de Gaulle, se hunde irremisiblemente con el gran triunfo de Marine Le Pen, cuyo padre fue el primer adversario de los fundadores del régimen.
A cinco días del voto decisivo, esa guerra de posiciones, en un campo de minas inflamable, continuará avanzando peones imprevisibles. Marine Le Pen se presenta como “guardiana del templo” de las “esencias” de la extrema derecha fundada por su padre. Jordan Bardella, por el contrario, modera y modera su lenguaje, viéndose a las puertas del Palacio de Matignon, residencia oficial del primer ministro francés.
Ese espectáculo, entre el esperpento de Valle Inclán y las tragedias de Shakespeare, se sigue con interesada atención en toda Europa.
En Budapest, Viktor Orban, presidente de Hungría, contempla entusiasmado los riesgos de crisis continental, en tanto que presidente en funciones de la Unión Europea (UE).
En Roma, Giorgia Meloni, declaró el lunes a la agencia ADN Kronos: “La demonización, la diabolización, de quienes no voten a la izquierda ha dejado de funcionar”. “Non funziona più”.
En Berlín, con mucha prudencia verbal, Annalena Baerbock, ministra federal de Asuntos Exteriores, ha planteado un problema diplomático de gran calado: “Alemania y Francia tienen una responsabilidad particular para nuestra Europa común. Nadie puede quedar indiferente ante lo que está pasando en Francia. Si en el país que es nuestro principal aliado y mejor amigo gobierna un partido que ve Europa como un problema y no como una solución se plantea un dilema de fondo que afecta a nuestro futuro”.
En Varsovia, Donald Tusk, primer ministro, ha lanzado un grito de alarma: “Lo que está ocurriendo en Francia comienza a ser un gran problema. No solo por el resultado de la primera vuelta electoral. También nos alarman las informaciones sobre el comportamiento de los servicios de inteligencia rusos. Francia puede convertirse en el hombre enfermo de Europa. Fuerzas nacionales francesas y fuerzas extranjeras, enemigas de Europa, pueden estar influyendo y aspiran a influir en otros países y en el Parlamento europeo”.
Confirmando indirectamente esa advertencia de Tusk, un portavoz oficial del Kremlin declaró el lunes, en Moscú: “Seguimos muy atentamente lo que ocurre en Francia. Esperamos la segunda vuelta. Pero la tendencia electoral parece bastante clara…”. Desde hace días, toda la prensa francesa, ha insistido en este punto central: “El partido de Le Pen es un peón de la Rusia de Putin”. Entre los consejeros de Bardella, en el terreno diplomático, ocupa un puesto importante Thierry Mariani, un eurodiputado bien conocido por su defensa de posiciones tradicionalmente favorables a Vladimir Putin. ABC, Duelo de extremos en la segunda vuelta de Francia: Bardella reta a Mélenchon a un debate + PDF.
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