Descubro en el Denktagebuch (1950-1973) de Hannah Arendt esta cita sobre el Diablo: “Diábolos es el que calumnia y Satán es el ángel caído, adversario de Dios. Son dos puntos de referencia muy diferentes sobre el mal. En el Evangelio de Juan (8, 44), Diábolos es originalmente un asesino. Aquí, calumnia y muerte quedan identificadas”.
En la versión castellana que tengo más a la mano del Evangelio de Juan ese versículo es traducido de este modo: “¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vuestro padre es el diablo y vosotros queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira”.
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“La mentira, lo contrario de la palabra”, advierte el traductor. Citas que me reafirman en mi visión de Caína, “este país endemoniado” (Jaime Gil de Biedma), donde la calumnia es un instrumento diario de persecución y ejecución del adversario. Los medios audiovisuales dan al arte diabólico de la calumnia dimensiones devastadoras para la salud moral de un pueblo.
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