Una moza que rescata la memoria de Clodia Pulcher, “muy bella y licenciosa”, merece un respeto.
Confieso mi vieja pasión por la señora, no del todo imaginaria. Su retrato más fino, pulido y encantador quizá sea el de Thornton Wilder en una novela de indispensable relectura cada quinquenio, Los idus de Marzo (¿traducción de María Antonia Oyuela?):
De Clodia, en camino hacia Roma, a César.
[…] Tú me enseñaste todo lo que sé, pero te interrumpiste bruscamente, y te reservaste lo esencial. Tú me enseñaste que el mundo no tiene alma. Cuando yo decía (esto por lo menos lo recuerdas, ¿verdad?, y por qué lo decía) que la vida es atroz, tú me contestabas que no, que la vida no es horrible ni hermosa. Que el vivir no tiene carácter ni sentido alguno. Tu afirmabas que el universo no sabe que los hombres están viviendo en él.
Pero no lo crees. Yo sé que no lo crees. Sé que te queda una cosa por enseñarme. Todos pueden ver que te conduces como si algo tuviera para tí razón y sentido. ¿Qué es ese algo?
Su retrazo más bello y atroz quizá sea el de mi venerado Marcel Schowb, en otro libro canónico y bellísimo, Vidas imaginarias, del que no tengo a la mano traducción española:
Rome l’attira donc de nouveau. Elle erra aux premières veilles dans les carrefours et les passages étroits. L’insolence éclatante de ses yeux était toujours semblable. Rien ne pouvait l’éteindre, et elle essaya tout, même de recevoir la pluie, et de coucher dans la boue. Elle alla des bains aux cellules de pierre ; les caves où les esclaves jouaient aux dés, les salles basses où s’enivraient les cuisiniers et les voituriers lui furent connues. Elle attendit des passants parmi les rues dallées. Elle périt vers le matin d’une nuit étouffante par un étrange retour d’une habitude qui avait été la sienne. Un ouvrier foulon l’avait payée d’un quart d’as ; il la guetta au crépuscule de l’aube dans l’allée, pour le lui reprendre et l’étrangla. Puis il jeta son cadavre, les yeux grands ouverts, dans l’eau jaune du Tibre.
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