En su discurso de recepción de Henri Loyrette, presidente director del Louvre, en la Académie des Beaux-Arts, André Bettencourt recordaba a Degas dirigiéndose a Ambroise Vollard, célebre marchante: “Verá usted como se llega a sacar a los Rafael y los Rembrandt de los museos, para pasearlos por los cuarteles, las ferias, las cárceles, con el pretexto que todo el mundo tiene derecho a la belleza”. En esas estamos.
Más allá del viejo debate sobre el “elitismo”, el proceso en curso, ya percibido con nitidez por Baudelaire y Degas, pudiera acelerar la “secularización” (¿y desertización espiritual?) definitiva del Museo, que Ramón Gaya todavía consideraba como la casa íntima, la morada espiritual de un pueblo; sin la cual, países como España serían algo mucho más deshilachado e invertebrado. En nuestro tiempo, el por(n)o soft se expone a la puerta de los antiguos lugares de culto, y los crucificados se venden a bajo precio en los mercadillos. Tiempo ha que las viejas divinidades del Panteón grecolatino posan como cebo a las puertas de los prostíbulos:
RuedelaHuchette,4marzo07. Foto JPQ
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