¿Llevaré a mis hijos a ver la exposición donde se habla del campo de concentración donde estuvo encarcelado mi padre, en Albatera? ¿Debo transmitirles el fardo de dolor que yo he arrastrado durante toda mi vida..?
Albatera. La Vanguardia, 19 de julio 2007. Los campos silenciados del franquismo.
Encuentro en un espléndido ensayo de José Luis Martínez Valero, la cita de un poema de Eliodoro Puche que ilumina de manera purísima las calles que transitaba mi madre, cuando el hombre de su vida fue trasladado de Albatera a la cárcel murciana de las Agustinas. El poema se titula: La calle en la cárcel. Dice así:
… fuera es la cárcel,
la soledad, la atmósfera sin aire,
con esa luz esmerilada y acre
de ceniza, gris, húmeda, apagándose.
Pocos años más tarde vine yo al mundo. Y tuve una infancia muy feliz. Mis padres jamás me hablaron del calvario de su juventud mártir. Busco en cada página de un libro de ensayos, Eliodoro Puche: Análisis e interpretación (Asociación amigos de la Cultura, Lorca), en los minuciosos estudios de Ascensión Pérez-Castejón Abad, Javier Espino Martín, Pedro Guerrero Ruiz, María Teresa Caro Valverde, Pilar Montero Camarena, José Luis Martínez Valero, José Luis Molina Martínez y Pedro Felipe Granados, algunas huellas sobre mi padre, mi madre, mi pueblo, etc. Y encuentro briznas de lejanos sucesos, matasellos de la Dirección general de prisiones, un telegrama de liberación provisional, etc.
Mi madre me hablaba con respeto y cariño de los versos y la vida de Puche, sin que yo llegase a entender nunca el origen último del fervor de sus palabras. Aparecí un día en casa con ¿la primera edición mexicana? de Campo de los almendros de Max Aub. Y mi padre cogió el libro, emocionado: “Yo estuve allí”, dijo. Ese “allí” nombraba el campo de concentración de Albatera, que Aub evoca en un tono épico: “Estos que ves ahora, malparados, furiosos ( .. ) no lo olvides nunca, hijo, pase lo que pase, son lo mejor de España”. Mis padres nunca me hablaron así. Ni de Albatera, ni de los vencidos, ni de nadie. Me transmitieron el fardo del dolor en silencio, sin palabras. Con el tiempo, yo reconocería su manera de vivir y sufrir, en silencio, en la vida y algunos poemas de Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco, evocados en mi Retrato del artista en el destierro, Los conjurados, La casa encendida.
- París / Murcia / París (1). Las Agustinas, mi madre, Pedro Flores, Ramón Gaya y la arquitectura espiritual.
- Heimat, Totana, Lorca, Águilas, Murcia y la patria del desterrado.
- Murcia y la desertización espiritual de la patria.
- Águilas, Totana, Ítaca, Thule…
- El puesto de Murcia en Caína. Alvargonzález vende su laguna a una inmobiliaria.
lola says
Grandes dilemas morales, tus dudas iniciales también son las mías. Opto por hablar en tono muy menor y como de pasada. Pasar de puntillas por la memoria de los muertos. Para proteger a mi hijo y, probablemente, para protegerme a mí. Y sin embargo, la curiosidad y el orgullo que veo en mi hijo me transmiten, sobre todo, mis carencias épicas. No sé.
Françoise Dolto (¿ se la recuerda en Francia todavía?), con quien no siempre estoy de acuerdo pero que conoce en profundidad el mundo de la infancia, aconseja empezar con el árbol genealógico a partir de la pubertad. Antes, es apabullarles con una memoria sentimental de imposible contexto. Pero tú y yo, nosotros, caramba, ¿cómo contar la grandeza de los vencidos? Tarea homérica donde las haya. A mi hijo, G., le gustan las victorias, oye.
Lola
JP Quiñonero says
Lola,
¡Cómo te agradezco y soy sensible a tu complicidad..!
Françoise Dolto sigue teniendo una influencia significativa, creo.
Sobre los vencidos y la enseñanza de… me siento incapaz de sacar ninguna “moral” ni “modelo”. Dentro de los campos de vencedores y vencidos hubo, a su vez, vencidos doblemente, derrotados y proscritos por vencedores y vencidos, justamente. De ahí, quizá, que me sienta próximo, por ejemplo, de tantas víctimas de la Barcelona de 1937… y, al mismo tiempo, comprendo y me siento igualmente próximo de Jünger, en el Raphael, en 1946, escribiendo un texto, La Paz, que debían asumir los oficiales prestos a asesinar a Hitler para intentar poner fin a su tiranía y a la guerra. Ese texto ¡qué cosa tan bella y trágica! No menos próximo de Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco, en el Madrid de 1950 y ¿1975?, cuando la policía detuvo a su hijo J. por pertenecer al FRAP… la memoria de los proscritos, en definitiva, en el campo de los vencidos y los vencedores, doblemente proscritos. Asumido ese destierro en silencio, para no mancillar la entereza moral de aquellos hombres.
Q.-
Luis Rivera says
Yo creo que la victoria final es que el vencido se levanta al fin, abandona el campo, se traga el resentimiento, vuelve a la humildad de la vida, renace. Alguno he conocido, padre de amigos, que no hablaban de ello, curtidos o cicatrizados por el silencio. Toda tragedia tiende a cubrirse de una cicatriz y la memoria, no la llamaría nunca histórica, se convierte al florecer en sorpresa del que escucha, «pero ¿eso pasó?» y nace una nueva dimensión humana. Cuando era niño, en mi casa de Diputación/Calabria sonaba a veces el timbre, y al abrir mi madre, un tipo desarrapado (siempre era otro, pero parecía el mismo) decía «señora, acabo de salir de la carcel y quiero ir a mi pueblo en… ¿me puede ayudar?». Vazquez Montalbán acompañaba a su padre los domingos al mediodia a cobrar los recibos de El Ocaso, (eso lo ha contado é) y en mi casa venía un cobrador pequeño, delgado, escuálido a cobrar los recibos de El Ocaso, acompañado de un niño. Ridruejo, de vuelta de Rusia paseaba su derrota desterrada por Sant Cugat del Vallés.
Los vencidos estaban por todas partes y nos hacíamos la ilusión de que nosotros no éramos.
Magnífica anotación, Q.
JP Quiñonero says
Luis,
La verdad sea dicha: tu lo resumes para bien con muy alta sabiduría de la vida y de las cosas más hondas: “Los vencidos estaban por todas partes y nos hacíamos la ilusión de que nosotros lo éramos..” Ahí está todo dicho, con piedad, generosidad y la sana razón del hombre bueno, en el buen sentido de la palabra.
Q.-
Luis Rivera says
Me ruborizas, Q.
JP Quiñonero says
Luis,
Anda, anda…
Q.-
Léger says
¿Pero qué decir cuando ya ni siquiera puedes elegir, cuando ya el dilema no viene a tu cabeza, porque ya, de hecho, está pasando?
¿Podrías tachar el presente, podrías amoldar tu voluntad, y los sueños de tu hijo, con algo que se está, ya mismo, viendo?
¿Acaso no podría no decirrse Patria, cuanto habitáculo, mundo entero de los desterrados?
La pregunta sería: ¿qué nos queda para convertir el presente… en un poema?
Un saludo,
JP Quiñonero says
Léger,
Contra la desertización espiritual del mundo, convertido en desierto poblado de cementerios de máquinas inservibles, basura y almas muertas, solo cabe, a mi modo de ver, la resistencia moral, la afirmación de la palabra como semilla otros mundo por venir…
Q.-
Luis Rivera says
Y sin embargo, Q, esos mundos por venir, parafraseo, están en este. Cualquier tiempo pasado fué mejor, o como escribiera Borges: «mi abuelo vivió como todo el mundo, los peores años de la historia». Y Ciceríon exclamaba: «Oh tiempos, o costumbres». Siempre el presente muestra la cara hosca de la necesidad cuando el pasado muestra la narración de la historia y de los cuentos y leyendas. Nunca podremos concebir la angustia del hombre medieval o renacentista ante la peste, o la situación del europeo en la Guerra de los Treinta años. El presente maldito siempre desertiza los anhelos de la paz del pasado. Tal vez, el poder de la tecnología, de la técnica, nos muestre una mayor eficacia de las transformaciones y las noticias nos acerquen las hambrunas, pero no hay que olvidar el terrible impacto del tren, y la fantástica velocidad de 30 kilómetros por hora, que se decía que el cuerpo humano no podría soportar.
Por aportarte un poco de alegría.
JP Quiñonero says
Luis,
Tu serena sabiduría siempre me tranquiliza y serena, Luis. Gracias milllllllllll
Q.-
PS. Aunque, en mi caso, el pesimismo más negro me inspira siempre una suerte de callado júbilo interior… ¡¡¡¡!!!!!!