“Pensar que por arrebatar el gobierno al PNV se soluciona el problema vasco es una ingenuidad. El problema puede agravarse…”
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Fernando Ónega analiza hoy la nueva situación política en el País Vasco de manera que me parece bastante sensata y razonable:
El cambio del gobierno vasco ha desatado la euforia en gran parte de España. Se ha tomado como un triunfo de la idea nacional española y el final de la tentación soberanista que tantos sobresaltos nos sirvió en la bandeja de Juan José Ibarretxe. La retirada de este discutido político es un trofeo más, y de caza mayor. Como es natural, en el mundo nacionalista ha ocurrido todo lo contrario: el pacto PSE-PP se toma como un asalto a su castillo por una conjunción de españolistas que van a derribar el sueño de la nación vasca.
¡Qué exageraciones! ¡Cuánta trompetería! Habrá que templar el análisis. Lo ocurrido es muy trascendente, pero sólo un relevo de gobierno con plazo de caducidad: cuatro años, si nada se rompe. Creo que no se romperá, porque el sostén de López, el PP, se ha comprometido tanto con el ideal de apartar al nacionalismo, que tendría enormes dificultades para explicar un cambio de posición o de aliados, pensando quizá en el gobierno español. Pero se debe saber que al PNV se le ha quitado el poder autonómico, y nada más. Sigue siendo la fuerza más votada, sigue teniendo un notable poderío municipal, sigue muy metido en la estructura social y sigue siendo la referencia ideológica de una parte muy importante del país.
Pensar, desde esa descripción, que por arrebatarle el gobierno se soluciona el problema territorial vasco es una ingenuidad. No, señores: sólo se aplaza o se cambia de lugar, porque los sustos ya no vendrán del Parlamento. El auténtico peligro de ahora es que se agrave. Y, por el momento, los indicios no son alentadores. Cuando Arzalluz propone no presentarse a las elecciones españolas, puede parecer excéntrico; pero conecta con quienes acarician la protesta civil. Cuando Ibarretxe lo atribuye todo a una decisión judicial, hace una simplificación irresponsable e insólita en un Estado de derecho, pero muestra simpatía hacia los sectores radicales, nada ajenos al terrorismo. Y cuando se habla un lenguaje de usurpación, es probable que ETA encuentre inspiración para mover comandos de rescate.
Quiero decir que el PNV, con todo su respaldo y su presencia social, tiene ahora dos alternativas: o girar hacia lo que se llama «centralidad» (aceptación del Estatuto, moderación de lenguaje), o girar hacia un independentismo contundente. Esa es una decisión que tiene que adoptar, una vez superado el trauma que ahora mismo lo ciega. De momento, no me gustan los tonos. No me gusta esa exhibición de aflicción, que transmite la idea de que no saben perder, y por tanto no son demócratas, o consideran la lehendakaritza una finca privada. Pero tampoco me acaba de gustar esa algarabía que celebra verlo fuera del poder. Si la España plural tiene nacionalismos, debe contar con ellos. Lo inteligente es integrarlos. Lo torpe es alejarlos. Sólo Patxi López lo entendió y les tiende la mano. El resto de voces parece que los empuja a la marginalidad. [La Vanguardia, 7 mayo 2009. Fernando Ónega, La aflicción y la algarabía].
Las negritas son mías.
Modestamente, llevo mucho tiempo recordando las últimas raíces culturales de tan hondísimos problemas seculares: De la inexistencia de España, De la inexistència d’Espanya.
Yo no consigo tener un idea clara de esto. La Política se hace así? Quiero decir, intentas unas alianzas para conseguir el poder, no para hacer Política, sino para hacer política, en el límite de la legalidad, y fuera de la moralidad, y, como no resultan, unos meses después haces ver que giras en redondo y, para conseguir el poder, no para hacer Politica, sino por tu adicción a la política, te alías con tus supuestos antagonistas.
Dígame, maestro, es así de triste y hediondo? De verdad tiene que ser así? Ni siquiera es necesario lavarse la cara?
Por no hablar de los insultos y los desprecios a los deudos…
Ay!
Armando,
Honradamente, NO sé qué decirte… supongo que cada cual hace lo que Dios le da a entender. Pero Dios está ocupadísimo. Y las cosas salen como salen: es decir, malamente, con frecuencia. Dicho eso…
… tengo tendencia a plantear los problemas de Cataluña y el País Vasco en el terreno puramente cultural. Este Infierno está sembrado de tales cosas mías. Con un éxito sencillamente nulo, recibiendo palos de unos y otros, desde hace muchos años.
Al día de hoy, sin entrar en honduras, por una vez, lo que dice Ónega me parece razonable y sensato, quizá imprescindible de recordar. La algarabía de unos y otros me hace sospechar y temer lo peor. Me gustaría equivocarme,
Q.-
PS. Saliéndome un poco de mi propio guión… a mi modo de ver, los plumíferos del ramo político (de la más distinta obediencia) también creo que tienen una parte de culpa muy importante en el envenenamiento de la cosa vasca, ya bien endemoniada de por sí, por unos demonios que tanta sangre derramada han hecho correr por las calles de tantos pueblos.