Paisaje castellano, desde un avión, a 5 minutos de Madrid, rumbo a París, 7 octubre 2009. Foto JPQ.
Con el pie en el estribo de un largo viaje, retomo el fragmento 185 de mi Biografía no autorizada de CJC.
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Ese libro ha tenido muchas lecturas… ninguna de ellas, que yo sepa, ha abordado uno de sus temas centrales, para mí: la locura, la ilusión de la redención de la tierra: esa es la genuina Locura de Lázaro.
LÁZARO Y LA LOCURA DE LA PRIMAVERA
Así, la demencia de las semillas de la tierra y la folía de la humana simiente volvían a trabarse con lazos inextricables en la oscuridad de la besana abierta por el arado de aquel hombre, aquejado, a su turno, de la locura de estar vivo y tener la esperanza de levantar la piedra funeral de su sepulcro, tras desentumecer su cuerpo aterido por los ungüentos mortuorios, rasgar el lienzo de su mortaja y ponerse en pie, como un resucitado, presto a salir de su tumba, en busca de la agonía de vivir…
… Lázaro Noval conocía el resultado final de la infructuosa batalla perdida una y otra vez por quienes le precedieron y habían intentando redimir aquellas tierras dejadas de la mano de Dios, para perecer en el intento. Sabía de la sal que infectó la única mina de agua, ya casi seca e insalubre. Y conocía los efectos insanos del bramido del viento azotando las ramas de los acebuches, durante las frías noches de invierno. Nadie en su sano juicio se había quedado en aquellas parameras, si no era maniatado por la pobreza, las deudas, o la incapacidad de los vivos, llegados a cierta edad, de romper el cordón umbilical con el que los muertos intentan atarlos ya para siempre a la fosa común. Incluso la resistencia estéril de los acebuches era un acto de demencia inútil, con el que aquellos olivos silvestres afirmaban la supervivencia, amenazada, pero todavía con vida, en cuarentena, de unas semillas caídas y fecundadas por azar en una tierra inhóspita, donde la mano del hombre había conseguido hacer crecer algunos magros frutos. Palmo a palmo, Lázaro conocía los límites de aquella tumba, florida con el sudor, el esfuerzo y la vida entera de sus antepasados, gastada entre los áridos bancales donde, año tras año, los almendros volvían a florecer, a primeros de febrero, vistiendo el valle con el albo rosáceo de sus flores, frágiles y quebradizas, prontas a morir, tras una nueva noche de helada.
El notario de Poncia le contó a Lázaro que Celia jr. había enloquecido, a las pocas semanas de saberse desheredada y repudiada por sus padres; pero las últimas voluntades de Celia Jiruña Carón habían sido manuscritas mucho tiempo atrás, y parecían obedecer a una conjura largamente madurada; como si, donando aquellas tierras dejadas de la mano de Dios, la difunta hubiese deseado desprenderse de una pesada carga ancestral, una culpa sin posible redención, de la que solo podría liberarse con la muerte. Aunque no se le escapaba a ninguno (al notario, porque bien a las claras estaba la demencia funesta de los Carón; a Lázaro, porque sus más íntimas ilusiones de llegar a fundar una familia, crear y sacar adelante un hogar, en aquel lugar, tampoco le ocultaban completamente la locura insensata de tan fútiles esperanzas, en las que reconocía un rasgo de debilidad familiar), ni podrían olvidar nunca, que la voluntad última de donar las tierras del Hondo entrañaba un profundo misterio manicomial; vestigio, quizá, de un accidente tan impenetrable como el misterio de la flor del almendro, año tras año convertida en ceniza amarillosa, al pie de su árbol, víctima ritual de los últimos fríos del invierno, desde hace siglos, desde tiempo inmemorial; y cada año florida, de nuevo, frágil y quebradiza, como el cuerpo de una virgen loca, para volver a vestir el valle con el manto alborosáceo, oloroso a miel y espliego, que nos anuncia la llegada de otra primavera … La locura de Lázaro.
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JR Gracia says
Esa locura de Lázaro me suena conocida. Es la locura que acaba a la sombra del acebuche colgada de una soga de tramilla; es la locura del «infierno» de la tierra; la locura de los inclementes días de solanera. Prima hermana de la desesperanza.
Siga con salud.
JRG
JP Quiñonero says
JRG,
Uauuuuuuuuuuuuuuuuuuuu… un lector de mi locura..!!!… si, si, hay todo eso, con una nota feliz: todo está perdido, sin duda. Pero… Lázaro, como los almendros y los cerezos, están poseídos por la locura de volver a la vida, mañana, la próxima primavera.
Q.-
PS. La redención de la tierra, la resurrección de la carne, el triunfo de los justos… en la tierra mesiánica de… de la que habla el Apocalipsis y algún que otro poema de los autores del Evangelio de Juan, claro.
Armando says
Hay, en mi lectura de los dos libros de la trilogía Cainita de JPQ (no he llegado aún al fragmento 185),una sensación de profunda desesperanza; de destino insoslayable; de espina de Tejo muy agradable al dramatismo ineludible del ser y el sentir cainita. Sensación que se comparte a la lectura del comentario de JRG y que tan exactamente supo transmitir CJC.
Yo, desde siempre, he preferido una locura más… Dionisíaca
Que, se me antoja, son variaciones sobre el mismo tema.
Podríamos discutir el destino trágico y otros dramas, pero la vida es lo pasa entre locura y locura, ¿no?
JP Quiñonero says
Armando,
Creo que me «calas» con bastante precisión. Dicho eso… la tal y bien real profunda desesperanza me gustaría pensar que está más o menos matizada, con la locura de Lázaro / primavera, justamente. Fragmento citado y siguientes. El tercer volumen de la trilogía termina en un lecho de amor… de alguna manera, ese final hablará de mi viejo proyecto… un texto que se llamase De la lucha contra el Estado, en el lecho, justamente…
Q.-