Mientras continúo ordenando los libros de mi biblioteca, tras la más larga de las mudanzas, vuelvo a toparme con viejas ediciones de obras maestras sepultadas por la marea negra de las “novedades”.
Y me pregunto si esa polución insidiosa, inundando las estanterías de las grandes superficies con horrores y naderías sin cuento, no es una amenaza semejante a la vieja profecía equivocada del Fahrenheit 451 de Bradbury.
Estos libros son capitales para entender nuestro mundo y me parecen enterrados en un abismo insondable de ignorancia creciente, fomentada por las industrias de la (in)cultura:
* El hacedor de estrellas, de Olaf Stapledon
* El Don, de Vladimir Nabokov
* San Petesburgo, de Andrei Biely
* Los Idus de marzo, de Thorton Wilder
* Miss Corazones solitarios, de Nathanael West
* Gran Sertón: veredas, de Guimaraes Rosa
* La muerte de Virgilio, de Hermann Broch
* El juego de las perlas de vidrio, de Hermann Hesse
* El maravilloso viaje de Nils Holgersson, de Selma Lagerlöf
* La Marcha Radetzky, de Joseph Roth
* La conciencia de Zeno, de Italo Svevo
* Enemigas, de Isaac Bashevis Singer
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No se me oculta de varios de esos libros y autores están reeditados incluso en colecciones de bolsillo. Con un éxito sencillamente nulo: la Marea negra de basuras impresas y “canónes” impuestos por razones mercantiles los sepultan en el fondo de un océano de naderías desalmada.