Quizá uno de los recursos más frecuentes utilizados en Caína para linchar públicamente al adversario es perpetrar un primer abuso “criminal” de la lengua, tachando de “fascista” o “nazi” a personajes a quienes se desea enterrar vivos en una tumba, sepultándolos con la cal viva de palabras infectadas:
* El joven nacionalista (vasco, catalán o español) llama “facha” al vecino español, catalán o vasco a quien considera un enemigo étnico.
* El joven nacionalista (español, catalán o vasco) llama «nazi» al vecino vasco, catalán o español con idénticos reflejos patrióticos.
* El viejo cocodrilo doctrinario utiliza los calificativos “facha”, “rojo” o “comunista” con el mismo ánimo asesino: linchar a los vivos en nombre de los muertos.
De ese modo, no solo se envenena a diario la presumida convivencia, si no que se consuman otros delitos “criminales”:
* Se destruye el sentido original de “facha”, “fascista”, “nazi” o “comunista”, que corresponden a pavorosas realidades históricas.
* Se siembra la lengua coloquial con unas sierpes envenenadas, degradando el lenguaje de manera vertiginosa. Y la destrucción de la Lengua, en este caso, siembra la casa común de las palabras con ácidos envenenados.
Y —-a esto iba—-, con frecuencia, se mancha la memoria de mujeres y hombres honrados. Llamar “fascista”, hoy, a Dionisio Ridruejo, es un gesto de ignorancia o de mala fe. Llamar “facha” a X* o “rojo” a Y* son imprecisiones catastróficas: los campos de concentración y el Genocidio no son de recibo, hoy, ni siquiera en Caína; y Y* ha sido meapilas, falangista y comunista, antes de descubrir, hoy, la defensa de la patria amenazada por las turbas secesionistas.
Eduardo says
Supongo que conoce usted la Ley de Godwin.
Anonymous says
La tal Ley (de la Selva) es alo asi como Kafka metido en un manicomio con tentaciones suicidas, si no algo peor.