Le Monde, 4 octubre 2003.
Lenguas francesas en número de alumnos.
No es un secreto que nuestra amenazado planeta vive un proceso de desertización lingüística: el 90 por ciento de las 6.000 lenguas que hoy se hablan pudieran haber desaparecido a lo largo de este siglo.
La otra cara de esa tragedia espiritual es la supervivencia y renacimiento, en algunos casos ejemplares, de algunas lenguas amenazadas. En Francia, por ejemplo, la Revolución, Napoleón, y dos siglos largos de escuela laica y republicana —-derogando todas las lenguas francesas que no sean el francés—- no han conseguido exterminar definitivamente el catalán, el occitano, el euskera, el flamenco, el bretón, entre otras lenguas no sé si francesas, aunque habladas en Francia.
Hace meses, comiendo con Jean d’Ormesson me atreví a “censurarle” que en su antología de la poesía francesa de todos los tiempos no hubiese ningún trovador: “Pero los trovadores no escribían en francés…”, me respondió, olímpico. No entraré en tan intrincado problema de fondo. Simone Veil estimaba, por el contrario, que Francia no llegará a ser ella misma, algún día, hasta reconocer y asumir qué se perdió con el genocidio de los caballeros francos contra la civilización occitana.
Entre alumnos oficiales y oficioso, hay en Francia, hoy, entre 250.000 y 500.000 alumnos que estudian otras lenguas de Francia que Francia no siempre reconoce como propias. Todas esas lenguas francesas están amenazadas de muerte desde hace más de dos siglos. ¿Cuáles de entre todas ellas estarán todavía vivas dentro de medio siglo? Quizá “solo” sea suficiente que un joven poeta escriba algo bello y perdurable en su lengua, siendo como son perecederas todas las cosas humanas, “como las rosas y Aristóteles” (JLB), para que sus palabras vuelvan a sembrar una semilla que podrá florecer, mañana, como todavía perdura, hasta nosotros, el aura de algunas lenguas muertas, como el latín o el griego, que son una parte tan esencial de nuestra identidad profunda.