Dibujo preparatorio de Les Demoiselles. Françoise. Museo Picasso
La faena madrileña me obliga a visitar y volver a visitar el Museo Picasso, cuyas colecciones atesoran obras tan capitales como la Celestina o la Crucifixión de finales de los treinta.
La maestría picassiana del dibujo, ante el cuerpo desnudo de sus amantes tiene algo de las “iluminaciones de la divinidad” de las que hablaban los tratadistas italianos renacentistas. Pero su fascinación fáustica por la destrucción tiene algo de pavoroso, inquietante, diabólico.
Sus rostros o cuerpos de mujeres desnudas son iluminaciones de un Minotauro velázqueño, incluso un Ángel de la guarda que me recuerda el Don Ángel de Gabriel Miró: un ángel enviado desde el Cielo para cuidar de los humanos que terminará prefiriendo la naturaleza perecedera de los humanos a la eternidad de los Inmortales. Ese ogro libertino puede transformarse en un ser inquietante cuando prefiere perderse y perdernos por los oscuros laberintos donde la figura humana se transforma en un ser de negra pesadilla. ¿Auto retratos o profecías saturnales?
PS. Varaciones picassianas:
* Revelación de un amor glorioso
* Una odalisca de 410.000 euros