Las pasiones, banderías ideológicas y torrentes de palabras e ideas muertas oscurecen una realidad emponzoñada. Sería necesario recurrir a la límpida pureza de la prosa de los historiadores romanos para iluminar el sabotaje de uno de los pilares del Estado (la independencia del poder judicial), víctima de la sumisión de la justicia a los intereses de un partido y los intereses de un partido a la ambición y maniobras de un solo hombre, negociando en la oscuridad con una banda de asesinos.
Encuentro elementos de trabajo y estudio clínico de tal realidad en un análisis de fondo de Florencio Domínguez publicado en La Vanguardia, 9 junio 2007. Estas son las frases que me parecen más reveladoras:
Se cerró el paraguas
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
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Es probable que el líder de Batasuna comprenda lo que le ha ocurrido mejor que los demócratas. A fin de cuentas, para ETA y los suyos no existe la separación de poderes propia de un Estado de derecho. El que manda, manda. Y si manda Zapatero, es Zapatero el que decide quién va a la cárcel y quién no. El que manda es quien decide cuándo la policía y los jueces aprietan las clavijas a los abertzales o cuándo levantan el pie del pedal y les dejan respirar.
Para ETA, todo depende de una misma decisión política, ya se trate del poder judicial o del ejecutivo: “El debate sobre el control que tiene o no tiene el Gobierno español en las estructuras del Estado es falso”, dice un documento de ETA refiriéndose a las decisiones de los jueces. El traslado de Iñaki de Juana a un hospital de San Sebastián amparado por una resolución judicial, primero, y su encarcelamiento más tarde, amparado por otra resolución del mismo juez, avalan a los ojos de los terroristas su interpretación de la dependencia del poder judicial. Y otro tanto ocurre con el caso de Otegi. Un día el fiscal pide su absolución por homenajear a un etarra y otro consigue que lo metan prisión por celebrar a otro etarra.
Los etarras puede que comprendan esta situación, aunque no les guste, pero para los demócratas resulta inquietante que la justicia falle en un sentido o en otro, en función del momento político en que se celebra el juicio. Tan grave es que Otegi se burle de la justicia soltando la frase aquella de “¿Pero esto lo sabe el fiscal general?” como que tenga que ingresar en prisión porque se ha roto la tregua.
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Cuando ETA rompió la tregua de 1999, la banda llevó la iniciativa durante un año y medio, tiempo que tardaron las fuerzas de seguridad en adelantarse a los terroristas y en ponerles de nuevo a la defensiva. Pero hasta que se logró arrebatar la iniciativa a los etarras, el camino quedó cubierto de cadáveres. Ahora, en el momento en que reaparezcan los atentados, se pondrán a prueba las reservas de información y de investigaciones que pueda tener el Estado para atajar la ofensiva terrorista.
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