La diplomacia gubernamental complica el trabajo de los soldados que desempeñan misiones militares y humanitarias fuera de España, privándose voluntariamente de la indispensable complicidad de los únicos aliados que pudieran ayudarnos a mejor asegurar la defensa de nuestros intereses.
España tiene misiones humanitarias y de seguridad, de cierta responsabilidad, en varios escenarios estratégicos, como Afganistán y el Líbano, dos frentes con problemas militares propios, y distintos, indisociables de un conflicto mucho más vasto, si no global.
En Afganistán, Washington y los miembros de la Alianza se reparten unas tareas a geometría variable. El gobierno español siempre está junto a los aliados renuentes a un mayor compromiso, intentando conseguir para las tropas españolas las posiciones con menos riesgos militares. Tal gestión diplomática de la proyección internacional de la fuerza no incrementa visiblemente el crédito del Estado entre los aliados más influyentes.
En el Líbano sur, los soldados españoles, en el marco de la Finul, sirven de fuerza de interposición entre Israel y los grupúsculos terroristas armados por Siria e Irán, consagrados a una guerra de usura y desestabilización, aspirando a destruir el Estado israelí.
Ante tal situación, España es el único país que se ha negado oficialmente a participar en el aislamiento de Siria, “país amigo”. Por el contrario, la diplomacia gubernamental tiene relaciones rayanas en la incomprensión con el único Estado democrático de Oriente Medio, Israel, que también cuenta con uno de los mejores servicios de información del mundo, de los que no siempre se pueden beneficiar los soldados españoles, víctimas de las contorsiones ideológicas y diplomáticas gubernamentales.
El gobierno español es evidentemente libre de sus propias decisiones diplomáticas. Pero esa libertad tiene un costo grave en materia de seguridad. El aislamiento voluntario, el distanciamiento con Washington, la incomprensión con Israel, privan a nuestra presencia militar, en Afganistán y el Líbano, de una complicidad diplomática indispensable.
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