Que cosa tan bella, la vida de Lee Miller.
Ya existía una bibliografía importante sobre su vida y milagros. El libro de su hijo [The Lives of Lee Miller / Les vies de Lee Miller, Ed. Thames & Hudson], Anthony Penrose (su padre fue Roland Penrose), matiza luminosos misterios íntimos, sobre una mujer que tuvo un destino glorioso, a su manera: modelo de Vogue, inmortalizada por Steichen, Horst, Hoyningen, Cocteau, Man Ray, que fue su amigo, compañero y amante.
Estatua en Le Sang d’un poète, de Jean Cocteau, Lee Miller también fue una inmensa corresponsal de guerra. Sus fotografías de Dachau y Buchenwald son un testimonio implacable. Recuerdo con pavor su imagen de dos guardianes de Buchenwald, el rostro sucio de golpes y sangre, arrodillados al final de un angosto pasillo sin salida, ante la trampa ¿de un horno?, y los ojos mirando al objetivo de la cámara.
Marianne Amar ha estudiado esa imagen a la luz de las guerras íntimas de Lee Miller. Conflictos indisociables, para mi sensibilidad, de una luminosa oscuridad sembrada de estrellas, ángeles y demonios: Surrealismo, señoras, diseño y otras cosas encantadoras.
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