Felices vacaciones, 15
Quizá sea ilusorio esperar que la venta a Libia de armas y tecnología nuclear civil permita incrementar las libertades, prosperidad y seguridad del Magreb, donde Washington, París y Madrid sostienen a unos regímenes poco sensibles a la modernización, amenazados por la corrupción e ineficacia, víctimas potenciales de imprevisibles revoluciones islámicas.
Según las piadosas estadísticas sobre «desarrollo humano» de Naciones Unidas, el Gran Magreb, de Libia a Mauritania, continúa hundido en un desierto de miseria e incultura, propiciada por regímenes autoritarios, campo abonado para el mesianismo religioso y revolucionario.
Entre 1963 y 2003, Muhamar el Gadafi intentó dotarse de armas de destrucción masiva, químicas y nucleares, y orquestó numerosos crímenes terroristas. Washington y la UE aceptan hoy el trato con un personaje hasta ayer considerado como una amenaza peligrosa.
Tras la firma de acuerdos de asociación con Túnez (1995), Marruecos (1996) y Argelia (2002), la UE trabaja desde hace un par de años en un posible acuerdo semejante con Libia. En ese marco, ¿qué más natural que favorecer el comercio y la penetración empresarial?
Cuestión de matices. ¿Contra qué enemigo piensa defenderse Gadafi con los misiles anticarro “Milán” que le venderá Francia, con participación empresarial española? ¿Es imprescindible callar las vejaciones y torturas sufridas por las enfermeras búlgaras, en Libia, para no entorpecer la “re integración” de Gadafi en la comunidad internacional? Hasta hoy, la complicidad de Washington, París y Madrid con los militares y autócratas argelinos, marroquíes y tunecinos, no ha dado resultados espectaculares ni irreversibles. Las armas vendidas a Argelia, Libia y Marruecos podrían apuntalar razones de Estado hasta ahora poco o nada eficaces para favorecer la libertad, la prosperidad y la seguridad de los pueblos del Magreb.
Aunque no estoy para criticar su discurso, ya que éste es obsoleto por añejo e hipócrita. Desde esta orilla ya estamos acostumbrados a que atacar a nuestros satrapas desde la prensa supuestamente libre de Occidente en nombre de la libertad y la prosperidad, esconde otras intenciones nada ortodoxas. En Irak encontramos un ejemplo más contundente.
Lo que me parece intolerable en este artículo es hablar de las enfermeras bulgaras sin mencionar al médico palestino, de las vejaciones y las torturas que ellas mismas niegan y olvidarse de los 400 niños que ellas infectaron de sida, de los que 56 perdieron la vida.
Esto es racismo, señor Quiñonero, y nada más que racismo. Así que váyase con su música a otra parte.
Amigo Messari: yo si he oíodo hablar al médico palestino, a él mismo a la prensa, en Sofia. Cuenta de unas torturas terribles: electricidad, le echaron perros encima, palizas, estar desnudo de pié sin poder moverse… LO ha contado él así que debe de ser verdad.